Uno de los temas que hoy se discuten en el ámbito latinoamericano, es el de la relación entre patrimonio cultural y pueblos indígenas. A partir del reconocimiento constitucional de los derechos indígenas en diversos países, así como la aprobación del Convenio 169 de la OIT y de la Declaración de los Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas, se analizan los derechos éstos respecto al patrimonio cultural del pasado, sean los monumentos arqueológicos, los vestigios de la época precolombina y todos aquellos objetos de la cultura material museográfica. El espectro de la discusión es tan amplio y polifacético, que puede ser abordado desde diversas perspectivas. Es por ello que hay que agradecer a un grupo de investigadores chilenos que se unieron para reflexionar al respecto y realizaron esta publicación.
Este es un libro con una amplia densidad teórica y profundidad analítica. Se trata de una colección de ensayos en los que se condensa la discusión y reflexión de un grupo de especialistas de las ciencias sociales y de las humanidades de Chile, sobre este tema que ha sido preocupación tanto de los académicos que trabajan la temática, como de organismos nacionales e internacionales, como la unesco. Constituye también una aportación a las discusiones que se dan en América Latina en torno a la relación -muchas veces conflictiva y contradictoria- entre patrimonio cultural- estados nacionales-pueblos indígenas.
El primer apartado se titula “Distintas formas de entender el patrimonio” e inicia con el ensayo de Joseph Gómez, quien nos muestra que a lo largo de la historia ha habido procesos de patrimonialización, pues todas las sociedades, desde la antigüedad, han contado con distintas maneras de relacionarse con el pasado y con los objetos del pasado. Visto así, el patrimonio puede ser definido como una construcción cultural, cuya invención “…forma parte de la diversificación de los legados que se va produciendo en la modernidad occidental”. Dentro de esa diversidad, sin embargo, las nociones de excepcionalidad y cosificación utilizadas por la unesco en su Convención de 1972 sobre Patrimonio Cultural, tienen el mismo sustrato conceptual del siglo xvi: se exalta lo maravilloso, lo único, lo excepcional, lo irrepetible. En la actualidad, el patrimonio ya no sólo expresa una relación con el pasado sino, señala el autor, con todo aquello que, independientemente de su edad, está imbuido de un excepcional interés para el conocimiento. Patrimonio comienza a ser “todo aquello que debe conservarse a causa de su propia excelencia y sublimidad”.
En diálogo con este primer artículo, Pedro Mege analiza la manera en que un objeto se convierte en patrimonial. En su ensayo “La construcción simbólica del valor patrimonial. Una aproximación desde la teoría de la significación” plantea que todo objeto patrimonial debe ser entendido como una construcción simbólica que consiste principalmente “en la transformación de sentido y valoración de un objeto en particular a otro patrimonial”. Mege propone un modelo mediante el cual analiza la trayectoria de “la cosa patrimonial” desde una perspectiva semiótica y antropológica. Esto es así porque, por un lado, el universo de los significados instituye qué cualidades y excepcionalidades ha de tener un objeto para convertirse en patrimonio, pero eso no basta: se requiere, además, que el objeto pase por un proceso de legitimación otorgada por un grupo de personas que concibe, instala e instituye el valor del objeto, y lo convierte en “objeto patrimonial”. Dicho grupo (que puede ser de expertos, de conocedores) debe tener una legitimidad social que le permita decidir sobre la valoración patrimonial. Así, proporciona herramientas para analizar la relación entre el poder y el papel de los “expertos” que aparecen en la interface entre sociedad y patrimonio.
En el siguiente capítulo, Luis Campos analiza la relación entre el patrimonio cultural y las demandas y reivindicaciones de los pueblos indígenas. Para Campos, el patrimonio cultural se ha convertido en un eje de las demandas identitarias del movimiento indígena contemporáneo, por medio de lo cual los pueblos buscan hacer efectivos sus derechos étnicos. En ese contexto, se pregunta por la propiedad del patrimonio, por la autenticidad y por los reclamos de las poblaciones indígenas de usufructuar y gestionar el patrimonio cultural que reclaman como propio. El patrimonio cultural puede ser empleado en proyectos de reafirmación étnica y de etno-génesis, referida a la reaparición y/o resurgimiento de antiguas identidades originarias que se tenían por desaparecidas. En el caso de Chile, el resurgimiento étnico de los Mapuche después de la caída de la dictadura es un claro ejemplo de dicho proceso. El problema surge cuando los elementos culturales inmateriales que reclaman los pueblos indígenas han sido “fagocitados” por la cultura nacional envolvente y han sido incorporados como patrimonio de la nación.
La segunda parte del libro se titula “La puesta en escena del pasado y el peso de la herencia”. Inicia con el artículo de Felipe Martínez, titulado “Patrimonio bioantropológico genético: genómica y construcción de identidad cultural”. El autor considera que dicho patrimonio constituye una de las principales fuentes de conocimiento científico, al permitir estudiar los procesos poblacionales ocurridos desde la prehistoria. Los vestigios biológicos provenientes de exhumaciones arqueológicas y de colecciones osteológicas antiguas proporcionan información muy valiosa que permite demostrar que las razas no existen a pesar de las diferencias anatómicas más visibles de la diversidad humana. El autor desmonta una serie de prejuicios basados en errores conceptuales que surgen cuando se aplican categorías raciales obsoletas. En su extenso trabajo también se refiere a la diversidad genética de la población chilena que ha sido estudiada mediante marcadores genéticos de proteínas, ADN mitocondrial y cromosoma Y. Los estudios revelan un tipo de mestizaje donde la mezcla genética muestra una contribución asimétrica de hombres europeos y mujeres amerindias. El ADN amerindio (que es heredado por línea materna) presenta una alta prevalencia en la población chilena, mientras que los marcadores de cromosoma Y (heredados por línea paterna) son predominantemente europeos. Esta característica se relaciona, a su vez, con la estratificación socioeconómica. Por ejemplo, señala, en Santiago de Chile se observa un emparejamiento selectivo, al observar que los estratos socioeconómicos más altos presentan una alta frecuencia de marcadores genéticos europeos, mientras que los estratos medios y bajos muestran alta frecuencia de marcadores genéticos amerindios.
En el siguiente trabajo es de Fernanda Kalazich, quien se refiere a “La retórica de la apropiación: cultural indígena y ciencias sociales”. La autora retoma y enriquece la crítica que diversos autores han aportado a la arqueología, cuya perspectiva más tradicional y hegemónica ha tenido un papel fundamental en la identificación de las otras culturas como sociedades “primitivas” o “atrasadas”. Esta perspectiva basada en el “primitivismo” y en la clasificación de las sociedades no occidentales como menos evolucionadas, ha hecho que esta disciplina haya contribuido de manera importante a la disociación de las poblaciones con respecto a los elementos de su cultura material. También se ha apropiado del patrimonio, al sintetizar el conocimiento arqueológico, para dar una visión del mundo. La autora retoma el concepto de “alocronismo” y hace una crítica a aquel tipo de arqueología niega la existencia sincrónica de diversas culturas con una temporalidad compartida.
Francisco Gallardo presenta el texto “Colecciones precolombinas y sus transmutación de esculturales”. Para el autor, una colección no es una simple reunión de objetos, sino una forma particular de expresión cultural elaborada por el coleccionista. Las colecciones son artefactos culturales, esto es, objetos que han pasado por un proceso de selección y extracción de su contexto, y su reincorporación en un contexto diferente al de su origen. Los artefactos precolombinos son un ejemplo extraordinario de este tipo de transmutaciones a partir de las cuales, los objetos constituyen la base material que permite la “fundación de campos e instituciones”. Las colecciones, los museos y el trabajo de los expertos que administran dichos bienes, actúan en un campo (en el sentido de Bourdieu) mediante el cual se compite. El pasado (su interpretación) se ha vuelto así un campo de batalla en el que se disputa una determinada visión de la historia y una memoria colectiva de identidad.
La tercera parte del libro se refiere al patrimonio del espacio local y a las narrativas nacionales. Inicia con el capítulo “Valoración de figuras tridimensionales de Santiago Apóstol en contextos diferentes”, de Olaya Sanfuentes y Bárbara Ossa. Las autoras analizan diferentes usos y valores de las tallas de Santiago Apóstol en diversos contextos del mundo andino y muestran cómo los objetos van cambiando de hábitat y de dueño, lo que deriva en diferentes prácticas y valoraciones por parte de la comunidad que las resguarda. Con información etnográfica muestran cómo en pequeñas comunidades indígenas y rurales la imagen de Santiago recibe los cuidados y atenciones. Con ello se activa un sentido de pertenencia comunitaria.
La siguiente aportación es un trabajo de Margarita Alvarado Pérez titulado “Arte textil mapuche y patrimonio. Vestigios y actualidad”. En este capítulo la autora parte de considerar que las producciones de la cultura material de los diversos pueblos originarios de América del Sur han formado parte del patrimonio cultural desde la conformación de los Estados nacionales. En el caso de Chile, una vez concluida la ocupación de los territorios mapuche bajo la llamada “Pacificación de la Araucanía” y finalizada la guerra del Pacífico, se fueron conformando diversas colecciones de artefactos que más tarde pasarían a formar parte del patrimonio nacional. Analiza los procesos de patrimonialización del siglo XIX e inicios del XX, cuando las colecciones pasan del ámbito privado al público, a través de la creación de museos nacionales y regionales. En este proceso se integran los objetos del mundo indígena, una parte de los cuales corresponde a la producción textil del pueblo mapuche, la cual contiene códigos estéticos y simbólicos que fueron patrimonializados y transformados en bienes nacionales, por lo que su conservación se torna incuestionable.
El noveno artículo se denomina “Un aporte historiográfico al patrimonio inmaterial de Chile: reducciones de Jaime Huenún”, de Allison Ramay. En este trabajo la autora muestra que la narrativa nacional hegemónica continúa siendo excluyente, a pesar del reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas. Para ilustrarlo, su artículo inicia rememorando dos tragedias, una ocurrida con una pareja chilena que muere calcinada y la otra, sufrida por una familia mapuche. La autora muestra que ambas tragedias son valoradas y difundidas en los medios de comunicación de manera diferente. Si bien se trata de dos hechos igualmente trágicos, en el caso de la familia mapuche la noticia no aparece en ningún diario nacional. Ésta sería, pues, una forma de naturalizar la desigualdad incluso en el ámbito del sufrimiento humano. La autora advierte que la narrativa nacional no ha cambiado mucho en lo que se refiere a la inclusión de las perspectivas mapuche sobre el presente y la historia, a pesar de los esfuerzos realizados en los últimos años, que ella misma ilustra en este trabajo.
El libro cierra con la aportación Paula Miranda, cuyo ensayo “Poetas chilenos y culturas indígenas: apropiaciones, indigenismos y conciencias indígenas” analiza los discursos poéticos de tres de los más connotados poetas chilenos: Pablo Neruda, Gabriela Mistral y Violeta Parra. La obra de estos tres poetas es ubicada por la autora en una “zona de intenso intercambio estético e ideológico de carácter fluido”, registrado entre 1924 y 1967, en el que se dialoga con las culturas nacionales y con las culturas indígenas de Chile. Se trata de un diálogo profuso y profundo en el que los tres poetas expresan en su obra visiones alternativas y casi siempre críticas respecto de los nacionalismos excluyentes, nacionalismos que permitieron en Europa la emergencia del nazismo y el fascismo y que en el caso de Chile llevaron a instaurar un orden social injusto, excluyente y al servicio de la plutocracia. En su poesía, los grandes poetas chilenos muestran su crítica a la cultura nacional y buscan mostrar la riqueza de las culturas indígenas en un momento histórico en el cual el reconocimiento del multiculturalismo y de las culturas de los pueblos originarios era casi inexistente.
Este libro es recomendable por la diversidad de temas y puntos de vista finamente hilvanados en esta obra colectiva, que seguramente se convertirá en una referencia indispensable para todos los estudiosos del patrimonio cultural.