Hace catorce años, en el otoño de 1999, se publicó el primer número de BITÁCORA, el cual buscaba -haciendo alusión al cuaderno de navegación- “dejar testimonio de los hechos y decisiones que se presentan cotidianamente en […] nuestra vida profesional” y, también, académica. Hoy seguimos navegando. Los veinticinco números de esta bitácora han registrado y dejado testimonio de nuestras aventuras en muchos campos del conocimiento, de los trayectos que nos han llevado a explorar diversas disciplinas y, no menos importante, de las aventuras cotidianas del aprendizaje y la enseñanza. Sin duda estos trazos, similares a aquellos que podemos encontrar en la bitácora de diseñadores y artistas, han contribuido de muchas formas a nuestro crecimiento académico y a ocupar el importante lugar en el que hoy nos encontramos. Sin embargo, como en todo trayecto o recorrido, algunas veces hay que redefinir el rumbo de acuerdo con las condiciones climatológicas, ajustar nuestros instrumentos de navegación para dirigirnos hacia nuevos lugares y nuevas posiciones.
Esta segunda época de BITÁCORA reflejará una nueva etapa en la que debemos renovar el formato y el diseño editorial para hacerlo más flexible y adaptarlo a las condiciones actuales. Esto nos permitirá lograr el objetivo de ampliar la divulgación del conocimiento, así como cumplir con los requisitos que demandan los índices internacionales establecidos por la comunidad científica de todo el mundo para que el conocimiento pueda ser útil en los lugares más remotos. Conseguir el formato abierto, electrónico y bilingüe nos permitirá trascender muchas fronteras.
Sin descuidar los artículos de difusión como los ensayos, las entrevistas y las reseñas de libros y exposiciones, BITÁCORA seguirá manteniendo su carácter académico con un contenido amplio de artículos de investigación. Esta nueva etapa hace de cada edición un número temático; cada ejemplar se acompañará de una solicitud de artículos que será ampliamente difundida. Esto no limitará las contribuciones con temáticas distintas.
Se propone que la revista sea un espacio para el libre ejercicio, tan escaso actualmente, de la reflexión y crítica. Esta práctica está representada en muchas de las contribuciones de este número. El artículo de Juan Manuel Heredia sobre la relación de los arquitectos mexicanos con el CIAM; el de la historia poco conocida de la construcción del edificio de Bacardí de Mies van der Rohe en México, de Salvador Lizárraga; así como el texto de Johanna Lozoya sobre la óptica de la ciudad dependiente, presentan nuevas lecturas de la cultura arquitectónica mexicana del siglo XX, que buscan destruir algunos de los mitos más comunes de la modernidad mexicana. Por otro lado, los ensayos de Alberto Villarreal sobre el diseño industrial en México, y el de Josep Maria Rovira acerca de la arquitectura corporativa contemporánea, abren un espacio de reflexión y crítica sobre el estado actual de ambas disciplinas, sin ningún tipo de ataduras.
El tema seleccionado para este número fue Paisaje y espacio público. Aquí se incluyen algunos artículos elaborados y desarrollados después de la experiencia conjunta del 8° Congreso Nacional de Arquitectura de Paisaje y el 3er. Congreso sobre Espacio Público titulado “Transformaciones; Paisajes cotidianos, paisajes para la vida”, que se llevó a cabo este año en la Facultad de Arquitectura. Los textos que incluimos reflejan el intercambio de ideas llevado a cabo en un espíritu de colaboración multidisciplinaria para comprender nuestros entornos.
Como ejemplo de la temática de esta edición de un proyecto construido, y con el objetivo de dar mayor difusión a los trabajos realizados por la Coordinación de Vinculación de nuestra facultad, presentamos el Bioparque urbano San Antonio. Sin duda muchos se habrán preguntado por el lugar exacto donde estuvo ubicada la fábrica de cementos Tolteca que en 1932 sirvió de pretexto para renovar la estética mexicana y consolidar la vanguardia. En aquellos años los pintores, fotógrafos y arquitectos mexicanos se inspiraron en la conformación de los edificios industriales de la cementera Tolteca para el famoso concurso convocado para promocionar el uso del cemento. El Bioparque está ubicado en este mítico lugar. La actual intervención se trató de un proyecto sobre todo de paisaje, pero que también involucró a urbanistas, arquitectos y diseñadores industriales quienes, con una sensibilidad por la historia y a la complejidad urbana provocada por muchos años de abandono, resolvieron la problemática sin perder de vista las cualidades que el lugar ha adquirido a través de los años al incorporar estas variables al diseño. Quizá, el Bioparque urbano San Antonio es una posible respuesta a una de las premisas del congreso: el mayor reto al que nos enfrentamos es transformar nuestra mirada hacia el paisaje para generar con ello nuevas estrategias de diseño y construcción de espacios abiertos cotidianos. En una sociedad que parece ser gobernada dentro de un círculo vicioso, donde se produce para consumir y se consume para producir sin freno, el conocimiento construido en nuestra Universidad, enriquecido por las contribuciones de otras partes del mundo y presentado en bitácora, busca cuestionar y presentar alternativas a esta dialéctica aparentemente incuestionable. Invitamos a académicos e investigadores de cualquier país o escuela a participar en este proyecto.