La lectura del grafismo de la arquitectura permite develar el pensamiento desarrollado en el espacio-tiempo de su proceso. Este artículo analiza los primeros croquis de seis propuestas urbanas de Jean Renaudie (1925-1981) con el objetivo de demostrar su doble naturaleza de crítica y proposición. Las conclusiones conducirán al cuestionamiento del urbanismo funcionalista y su apuesta por una ciudad configurada por el
A reading of graphic design in architecture allows us to rediscover the thought that underlies the space-time of the process. This article analyzes the initial sketches for six urban construction projects by Jean Renaudie (1925-1981) with the goal of demonstrating their dual role as criticisms and proposals. The conclusions will reveal a questioning of functionalist urbanism and a commitment to a city configured by the leitmotifs of the complexity of spatial relations and the combination of functions.
La arquitectura es el resultado de lo imaginado, que a su vez ha sido mostrado a través de representaciones gráficas cuya lectura permite identificar el proceso de su proyecto. Ese grafismo se elabora, en un primer momento, con croquis expresivos que reflejan la inmediatez de una idea, siendo ella misma concretada paulatinamente en dibujos más técnicos que abarcan lo planteado cada vez con más detalle. El análisis de esa primera fase de dibujos permite descubrir la mutua referencia entre el pensar y el hacer, dinámica que para Otl Aicher significaba el acto de diseñar,
Se trata de un discurso que evoluciona al incorporar factores emergentes surgidos en paralelo a una práctica como la de dibujar, que ejecutada con la herramienta de la mano, va estableciendo un diálogo entre el pensamiento y la materia imaginada, ratificando la afirmación de Sennet:
Todo buen artesano mantiene un diálogo entre unas prácticas concretas y el pensamiento. Y ese diálogo evoluciona hasta convertirse en hábitos que establecen a su vez un ritmo entre la solución y el descubrimiento de problemas.
La sinergia entre el dibujo y el pensamiento es intrínseca a la propia investigación arquitectónica, siendo el primero el mecanismo de especulación y la herramienta para elaborar el segundo y escenificar la actividad mental generada en su proceso.
Este artículo analizará los croquis de un conjunto de seis propuestas urbanas realizadas por Jean Renaudie, que manifiestan gráficamente fundamentos teóricos referidos a sus ideas de combinación de funciones en la ciudad y de generar la necesaria complejidad y diversidad en los ámbitos urbanos.
Para mí, no puede haber buena solución que no tenga en cuenta una cierta complejidad, porque las relaciones sociales en el medio urbano no son nunca simples y no están jamás sólo yuxtapuestas las unas con las otras. Están entrelazadas y se superponen.
El examen del grafismo de cada uno de los planos -asumido con transversalidad- permitirá exponer su crítica a los fundamentos del urbanismo funcionalista. Y reflejará la evolución de un pensamiento arquitectónico que, ya en aquellos primeros croquis, amalgamaba la triple faceta con la que el crítico John Berger responsabilizaba al acto de dibujar: cuestionar, expresar y representar: “hay dibujos que estudian y cuestionan lo visible, otros que muestran y comunican ideas y, por último, aquellos que se hacen desde la memoria.”
Ese cuestionamiento del pasado, latente en las propuestas para el futuro, se manifiesta en tres de las propuestas que por su escala más territorial no consiguieron ser materializadas: el residencial de vacaciones de Gigaro en La Croix-Valmer, la nueva ciudad de Vaudreuil y el conjunto urbano de 600 viviendas en Les Gorges de Cabries en Vitrolles. Todas ellas sirvieron para la experimentación y para la inmediata elaboración de los otros tres proyectos que, por su escala más controlada, sí fueron construidos, y que completarán el presente análisis: la renovación del centro de Ivry-sur-Seine, el conjunto urbano de Givors y el ZAC (Zone d’Aménagement Concerté) de Saint-Martin-d’Hères.
La exploración conjunta de estas propuestas facilitará la evaluación de aspectos como la compo sición basada en geometrías reconocibles o el dibujo de prexistencias topográficas o viarias. Por otro lado, se prestará atención a una aparente factura rápida que, sin excesiva precisión, era ejecutada con rotuladores de punta gruesa, cuya contundencia en el trazado evidenciaba intenciones formales claras. El objetivo es demostrar cómo aquel dibujo, lejos de ser aleatorio, avalaba los argumentos de sus textos respecto a la ciudad. De paso, se tratará también de alcanzar conclusiones referidas al reconocimiento de influencias mutuas, con tres propósitos de carácter más general.
El primero consiste en develar el debate arquitectónico situado en la Francia de las décadas de los años 60 y 70 del siglo XX respecto a cuál debía ser el planeamiento urbano idóneo para la expansión o renovación de las ciudades existentes.
El segundo es identificar la reflexión teórica de Renaudie que, en lo general, comulgaba con la crítica de los miembros de su generación hacia el urbanismo de la Carta de Atenas, pero que, en lo particular, atendía a un paisaje cultural propio caracterizado por intereses multidisciplinarios que él relaboraba y reinterpretaba para asumirlos desde la arquitectura. Ambas circunstancias de contexto -la colectiva y la individual- se manifestaron en un grafismo que abogaba por la idea de
El tercer propósito consistirá en el reconocimiento del papel que recursos como la abstracción, la geometría, la trama, el cromatismo o las propias herramientas de dibujo aportaban a una arquitectura que, lejos de ser utópica, trataba de hacer posible y legible una heterotopía
La arquitectura de Jean Renaudie (1925-1981) se caracterizó por una continuada experimentación en lo urbano y en lo doméstico que respondía a una enseñanza académica disciplinada respecto a la construcción y a la implantación de los programas arquitectónicos. Su aprendizaje en la École de Beaux Arts de París, primero en el
En 1958, tras diplomarse, funda el Atelier Montrouge con sus compañeros Pierre Riboulet (1928- 2003), Gérard Thurnauer (1926-2014) y Jean-Louis Véret (1927-2011), donde desarrolla una práctica colaborativa y opuesta a los protagonismos singulares de la generación de arquitectos precedentes. De esa etapa surgirán los dibujos referidos a la Ciudad de Vacaciones de 180 viviendas en Gigaro en La Croix-Valmer (1963-1964) y a la nueva ciudad de Vaudreuil (1967-1968).
La formalidad de ambos se alejaba de otros proyectos de similar envergadura realizados en el seno del Atelier Montrouge
Los dibujos de esa nueva etapa -considerados en el presente análisis- serán los de la renovación del centro de Ivry-sur-Seine (1970-1983), el conjunto urbano de Givors (1974-1981) y el ZAC de Saint- Martin-d’Hères (1974-1981). En todos ellos ensayó geometrías protagonizadas por el uso de diagonales que penetraban desde lo urbano hasta el interior doméstico. A éstos -que sí fueron construidos- se le sumará la propuesta de 600 viviendas en Les Gorges de Cabries en Vitrolles (1974-1975), donde Renaudie retomó la figura del círculo para acoplarse a la topografía del lugar, ya ensayada en Gigaro (1963-1964) y Vaudreuil (1967-1968).
En definitiva, seis propuestas que se agrupan en dos conjuntos de dibujos de similares características formales. Tres de ellos presentan geometrías predominantemente curvas y circulares que se multiplican en cascada acoplándose a los niveles topográficos; los otros tres están protagonizados por líneas en diagonal que, al asumir un orden regular sujeto a tramas ortogonales de pilares, sí pudieron ser materializados.
Al margen de sus características intrínsecas, todos estos dibujos evidencian una crítica hacia el urbanismo imperante, considerado erróneo desde el punto de vista de la sociabilidad -o falta de ella- que generaba.
Al contemplarlos conjuntamente es posible establecer una secuencia de mayor definición geométrica desde Ivry-sur-Seine (1970-1983) a Givors (1974- 1981), hasta llegar a Saint Martin d’Hères (1974-1981), secuencia que puede ser debida a la experiencia del trabajo ya ejecutado en sus antecedentes inmediatos. La continuidad de las hipótesis comprobadas se refleja también en la lectura del discurso contenido en los dibujos de Gigaro (1963-1964), Vaudreuil (1967-1968) y Vitrolles (1974-1975), donde el primero y el último son los más semejantes en cuanto a grafismo y configuración.
La densidad gráfica subrayada por la variedad cromática en los proyectos aquí abordados era consecuente con su definición de la arquitectura como “la forma física que envuelve la vida de los hombres en toda la complejidad de sus relaciones con el medio.”
La separación de la arquitectura y el urbanismo tiene duras consecuencias […] Decir que el urbanismo y la arquitectura están ligados es insuficiente: supone admitir que se trata de dos ámbitos separados y que la arquitectura no es más que construcción […] la arquitectura y el urbanismo son una misma cosa. O mejor, que el urbanismo debe ser arquitectura […]
Semejante afirmación obliga a plantearse si este conjunto de dibujos representaba sólo un urbanismo o también incluía a la arquitectura que lo conformaba.
Cualquiera de las respuestas posibles invita a reflexionar en torno a la formalidad de las líneas armónicas con las curvas de nivel en Gigaro, Vaudreuil y Vitrolles, o con el juego de diagonales en Ivry-sur-Seine, Givors o Saint Martin d’Hères. En ambos casos, el propio dibujo remite a una estructura orgánica que invade todas las escalas, desde la doméstica a la territorial, de modo que deja a esta última liberada de patrones parcelarios tradicionales para hacer converger la arquitectura interior con el urbanismo en el que se insertaba.
La superposición y estratificación de capas definidas por grosores y colores diversos rechazaba los principios de la Carta de Atenas, con los cuales se habían desarrollado las ciudades en Francia durante los denominados Treinta Gloriosos Años; es decir, la sectorización o la simple yuxtaposición de áreas diferenciadas por funciones. Este rechazo era compartido por miembros de su generación, como el Team X, cuyas teorías tuvieron eco en los últimos congresos del CIAM, donde introdujeron los conceptos de hábitat, unidad orgánica, movilidad, crecimiento o clúster
La simplificación de las acciones de lo urbano a únicamente cuatro (habitar, circular, trabajar y recrearse) y su sectorización en aquel urbanismo funcionalista se desvanecía en estos dibujos a través de la maraña de líneas superpuestas y de las transparencias entre capas.
Por otro lado, la reflexión combativa de Renaudie respecto a la alienación profunda que, a su juicio, sugería la célula ortogonal apilada y repetida en bloques lineales o torres, le incitaba a proponer espacios diferentes, asociados en lo teórico a los principios desarrollados por el estructuralismo en boga del paisaje cultural francés. Un estructuralismo cuya influencia quedaba explícita en las citas que utilizaba para la exposición de este nuevo urbanismo, y que demostraba sus intereses multidisciplinarios al recurrir, por ejemplo, a la definición etnológica de estructura realizada por Levi Strauss para asimilarla a su discurso.
En este sentido, Levi Strauss cita a menudo la noción de estructura en etnología, dando una definición bastante ajustada: “en primer lugar, una estructura ofrece un carácter de sistema. Consiste en elementos tales que una modificación en uno de ellos supone la modificación en los otros.” […] son las relaciones entre elementos y no los elementos mismos los que definen la estructura.
Cualquiera de los dibujos de estas seis propuestas suscribe la idea de estructura como sistema de relaciones entre elementos, remitida a una forma orgánica en la arquitectura entendida como aquélla “que se desarrolla desde dentro del material, se opone a la forma mecánica, impuesta desde fuera de él,” y que está “fuertemente enraizada en el suelo y haciendo surgir el ornamento de su propia forma.”
En este sentido de lo orgánico se puede asumir la complejidad de estos dibujos, mismos que procuraban la coherencia de la parte y el todo, tanto de una forma más manierista ligada a la curva como desde otras que denominaremos prefractales, por su deseo de geometrizar un aparente caos.
La Ciudad de vacaciones de Gigaro -primera de estas seis propuestas dibujadas- se enmarca en la idea de evitar la destrucción de emplazamientos costeros singulares con la multiplicación de pequeñas propiedades dispersas. Los complejos ejecutados por toda Francia para solucionar las vacaciones pagadas le encaminaron a ser crítico con modelos como los del conjunto de Roq et Rob de Le Corbusier (1949), configurado por la repetición de módulos en el territorio, que, no obstante, le habían servido -cuando todavía trabajaba en el Atelier Montrouge- para la propuesta de la ciudad de vacaciones de Cap Camarat (1959-1965).
Para Gigaro, Renaudie abandonó esa idea de pabellones independientes emplazados con una estructura que jerarquizaba espacios libres. En su lugar, recurrió a un trazado circular que, lejos de constreñir u homogeneizar, aportaba un soporte para ritmos nuevos abiertos a la imaginación. La figura del círculo transgredía la legitimidad de la arquitectura cúbica del momento. Su geometría, lejos de introducirse de manera artificial, respondía al hecho de querer hacer habitable un terreno en pendiente y ofrecer vistas, no únicamente frontales, al máximo número de estancias al interior.
Esta nueva composición se regía por algunos principios generales resumidos en dos: el primero, enriquecer con formas arquitectónicas reconocibles la morfología del emplazamiento, asociando sus perímetros a las curvas de la topografía, a los elementos fluviales o a las vías de comunicación prexis tentes; el segundo, reivindicar con una disposición de formas un nuevo habitar donde las acciones vinculadas a lo urbano se fundieran oponiéndose con ello a cualquier tipo de sectorización. Ambos aspectos -estructura y densidad-, reflejados en los planos y en la maqueta de Gigaro, fueron el germen de las siguientes propuestas para Vaudreuil y Vitrolles.
El organicismo de formas circulares en cascada asociadas a la topografía de Gigaro evoluciona en los dibujos de Vaudreuil gracias a la superposición intencionada de capas que incrementa la idea de densificar un utópico entorno urbano. Esa estratificación apelaba a recientes descubrimientos científicos -en específico, la cadena de ADN- o a las tesis del biólogo Francis Jacob respecto a la interdependencia entre célula y sistema. Este clima intelectual le sugirió a Renaudi recurrir a la metáfora biológica para proponer nuevos planteamientos urbanos.
En un organismo compuesto por células, la célula no trabaja por su cuenta, sino por cuenta del organismo, y al interior de la propia célula bacteriana existe un sistema de comunicación entre las diversas moléculas que no trabajan de cualquier manera, sino de una manera coordinada. En todas las escalas de esta organización existen fenómenos de comunicación que se encuentran en todas las direcciones. Estas explicaciones de la biología sobre la estructura de organismos vivos parecen ilustrar perfectamente el organismo complejo que es una ciudad.
La metáfora biológica implementada en la representación de una estructura urbana con superposición de capas y multiplicación de nodos buscaba también eludir cualquier idea de periferia respecto a una única centralidad. En cuanto a su expresión gráfica, iba evolucionando desde un trazado intenso y grueso de rotulador hasta otros de mayor precisión, con líneas más finas y una diversidad tanto cromática como formal. (ver dibujo en las dos páginas anteriores).
La misma idea -expuesta a escala de ciudad en Gigaro y Vaudreuil- se concentra en una escala más reducida en la propuesta para 600 viviendas en Les Gorges de Cabries en Vitrolles. El anfiteatro natural que conformaba su topografía, con un desnivel de casi 30 m de altura, lo condujo a proponer, en unos primeros croquis, formas arremolinadas (
El análisis de los primeros dibujos de las siguientes tres propuestas -éstas sí construidas- para Ivry-sur- Seine, Givors y Saint Martin d’Hères remiten también a la elaboración de un conocimiento objetivo abordado a través de unas bases teóricas que aspiraban a ser tan rigurosas como las de las ciencias. Esa equiparación no pretendía ser inmediata o literal, sino que era asumida desde el deseo de ruptura de fronteras disciplinares, reivindicando para ello el papel de la abstracción tanto en la práctica científica como en la arquitectónica.
La abstracción ligada a la formalidad del círculo de los tres proyectos anteriores (Gigaro, Vaudreuil, Vitrolles) se modifica ahora a través de formas estrelladas y arracimadas cuyas líneas en diagonal se expanden por el territorio urbano, en función de los condicionantes físicos del contorno (vías, edificaciones o topografía): “las direcciones diagonales aportaban una impresión de longitud que la ortogonalidad no podía producir. Permitían igualmente una gran variedad para la organización de los espacios.”
Esta diferencia de criterio formal queda demostrada desde el primer croquis de Givors, (en la página anterior) que, realizado a una sola tinta y con trazo grueso de rotulador, abandona tanto el ángulo recto del parcelario como las formas curvas asociadas a la topografía de las propuestas anteriores. El dibujo se estructura con el trazado de las calles prexistentes, que organizaban tres áreas sobre las cuales una maraña de líneas rectas entremezcladas entre sí se prolongaban en todas direcciones. Los dos siguientes croquis precisan el trazado de las calles existentes, a las que añaden las curvas de nivel de la colina y el conjunto de formas estrelladas que incluso cruzan las vías.
Sin embargo, lo azaroso del dibujo conformaría, al final, una arquitectura ordenada regida por una trama regular de 5x5 m que serviría de base para la disposición de envolventes con directrices diagonales. Es decir, el aparente caos que permite la anhelada diversidad tipológica al interior está regido por un orden cartesiano que hizo posible su construcción.
En esos mismos términos gráficos de Givors se pueden analizar los dos bocetos iniciales de la renovación del barrio de Ivry-sur-Seine. Aquel desafío experimentado por el protagonismo de líneas diagonales prolongadas en todas las direcciones se hizo realidad en aquella periferia parisina, en los edificios construidos, Danielle Casanova (1970-1972) y Jean-Baptiste Clément (1973-1975). Todos ellos siguieron las pautas de trama de estructura de hormigón ordenada en ortogonal, con cerramientos que seguían las directrices de la diagonal. No obstante, fue sin duda el complejo Jeanne Hachette (1970-1975), construido en aquel ámbito, el que mejor materializó la idea de los croquis iniciales al prolongar su arquitectura por encima de la avenida Georges Gosnat (arriba).
La maraña de líneas de formas estrelladas contrasta con la representación de bloques lineales prexistentes en la zona; de esta manera se subraya “la idea de encontrar soluciones arquitectónicas en las que se combinaran el máximo número de actividades,”
En consonancia con las pautas de Givors y de Ivry-sur-Seine, el conjunto de dibujos referido a la propuesta para el barrio de Saint Martin d’Hères asumía las complejidades dibujadas y construidas. Su emplazamiento en un denominado
Todos estos condicionantes aparecían trazados con distintas formalidades: líneas de viales, curvas de nivel, diseminación de edificación existente y franjas macizas de bloques. Entre todo ello, Renaudie planteaba formas “picudas,” arracimadas en libertad, que ocupaban amplios sectores del plano, pero también liberaban espacios libres. Esas cadenas de nueva edificación iban desarrollándose en todas direcciones recordando a los diagramas de los clústers por los que abogaban Alison y Peter Smithson en su crítica a la ciudad funcionalista y su apuesta por otro urbanismo: unos sistemas que eran capaces de adaptarse al mayor número de contextos y que estaban definidos por líneas continuas a modo de racimos adaptados al territorio y a las prexistencias del entorno. La semejanza de los croquis últimos de Saint Martin d’Hères con aquellos diagramas de los Smithson es evidente y coincide con la liberación de grandes espacios entre ellos. (ver dibujo en la siguiente página).
En resumen, el uso de la diagonal en estas tres últimas propuestas provocaba unas relaciones imprevistas entre el interior y el exterior, las cuales eran intencionalmente ajenas a las visiones frontales generadas por envolventes en ángulo recto. Su apelación a estructuras evolutivas genera la interpretación de que todas ellas pueden ser consideradas como una anticipación del concepto fractal definido por Benoit Mandelbrot y referido a objetos de la naturaleza que “podían geometrizarse según una ley formal fractal que se va repitiendo hasta el infinito.”
La realidad construida de tres de las propuestas aquí analizadas así lo avala. En ellas, su propiedad más significativa es el hecho de que la estructura permanece invariable en todas las escalas, además de que la parte tiene la misma topología que el todo, constituyendo un buen ejemplo de homotecia interna o autosemejanza.
Los croquis de estas seis propuestas analizadas nos permiten comprobar la hipótesis inicial de considerarlos a ellos mismos parte del discurso teórico de Jean Renaudie. Su factura aparentemente rápida y directa encierra en su expresividad un pensamiento elaborado y dirigido a dos objetivos: el primero critica el reciente pasado de urbanismo funcionalista dominado por la sectorización de funciones y su mera yuxtaposición; el segundo propone un futuro urbano complejo basado en la combinación, donde las relaciones entre las partes son la base de la estructura tanto material como social.
Comunicar formalmente esa estructura de ciudad, entendida como un organismo complejo, requería, en el aspecto gráfico, explorar la idea de una abstracción que no buscara semejanzas con un diseño definido y cerrado. Los signos reconocibles en el urbanismo que materializaron los
La búsqueda de Renaudie consistía en representar una estructura que, aunque ordenada y regida por unas leyes subyacentes, fuera capaz de facilitar el cambio, la evolución, la multiplicación y la renovación en el tiempo. En conclusión, todos estos dibujos son el testimonio gráfico de un pensamiento arquitectónico representado por una abstracción geométrica que expresa ideas como densidad, complejidad, combinación y acentralidad, conceptos por los que apostaba Jean Renaudie para la ciudad.
Heterotopía tal y como la describía Michel Foucault, en el sentido de “utopías que tienen un lugar preciso y real, un lugar que podemos situar en un mapa, utopías que tienen un lugar determinado, un tiempo que podemos fijar y medir de acuerdo al calendario de todos los días […] Son, en cierto modo, contraespacios […] esos espacios diferentes, esos otros lugares, esas impugnaciones míticas y reales del espacio en el que vivimos.”
Por ejemplo, la propuesta de Les Francs-Moisins en Saint Denis (1964), cuya estructura predominantemente ortogonal organizaba en tres niveles un