Internet, o un nuevo ancho de banda para comunicar la arquitectura
La aparición de nuevos medios de comunicación suele ir acompañada de dos reacciones que divergen a partir de una misma observación: “ceci tuera cela,” o “esto acabará con aquello,” tal y como afirmara el arcediano de Notre-Dame de París en la novela homónima de Victor Hugo al anticipar el efecto que el vástago de la imprenta, el libro impreso, iba a tener sobre la imponente arquitectura gótica.1 La primera reacción comparte la nostalgia de Claude Frollo y ve en el nuevo medio una amenaza al ecosistema cultural reinante: el cambio de velocidad en la transmisión del conocimiento sólo puede llevar a su vulgarización. La segunda reacción, por el contrario, abraza las características del nuevo medio y las sitúa al inicio de una revolución que debe ser asumida en todo su potencial; es sólo cuestión de tiempo que los medios anteriores dejen de servir en su función y sean abandonados. Sin embargo, la historia nos permite vislumbrar que, lejos de la secuencia edípica capturada por el novelista francés, la irrupción de nuevos medios no hace sino ampliar el ancho de banda de la comunicación, añadiendo un repertorio de formas de transmitir el conocimiento a un conjunto de canales y formatos que no desaparecen, sino que se reacomodan para adaptar sus funciones, estrategias editoriales y áreas de interés al nuevo ecosistema cultural.2
Esto es algo que internet y su cara más visible, la World Wide Web, han hecho patente desde la irrupción pública de esta última en el año 1993, particularmente en relación con sus efectos en la reconfiguración de la industria de la difusión en el campo de la arquitectura. Con una destreza nunca antes vista para entretejer comunicaciones a distancia, a escala global y a la velocidad de la luz, la red de redes ha alumbrado toda una serie de dinámicas de transmisión del conocimiento arquitectónico, las cuales son indistintamente señaladas como precursoras de un cambio radical en la disciplina arquitectónica o como las causantes de un empobrecimiento generalizado de la cultura disciplinar, que se refleja sobre todo, en la decadencia de los medios impresos dedicados a la profesión. No obstante, como en cualquier otro periodo de renovación mediática, la popularización de la World Wide Web ha estado marcada por un reajuste constante y mutuamente consciente de los distintos canales de difusión,3 con los medios impresos adaptándose a las formas de publicación inauguradas por la página web y con ésta tomando prestados muchos de los formatos y estructuras de publicación de los medios impresos en su exploración de los potenciales del entorno digital.4
Tanto es así que, a pesar de las continuadas acusaciones vertidas desde editoriales y revistas de arquitectura sobre la influencia de internet en el deterioro de su actividad,5 fueron precisamente algunas de las revistas más importantes dentro del ámbito profesional las que inauguraron los potenciales de la página web para la difusión del conocimiento arquitectónico. De hecho, muchos de los principios que definen las formas de difusión popularizadas en la última década por plataformas digitales como Archdaily, Curbed o Dezeen, así como muchos de los principios de organización e intercambio del conocimiento arquitectónico encumbrados por la eclosión de las redes sociales, pueden ser trazados hasta los primeros experimentos web de revistas como Domus o Metropolis, experimentos cuya visita retrospectiva permite revelar algunas de las condicionantes fundamentales que la World Wide Web propone desde sus orígenes a la comunicación digital de la arquitectura.
Una difícil traducción
Una página escrita de 500 palabras pesa aproximadamente unos dos kilobytes. La misma página, almacenada digitalmente no como caracteres de texto sino como una imagen fotográfica de 2 480 x 3 508 píxeles, pesa unos 1 000 kilobytes, quinientas veces más. En números gordos, esta relación indica que, en formato texto, la edición original y carente de ilustraciones de los Diez libros de arquitectura de Vitrubio ocuparía el mismo espacio y podría ser transmitida a la misma velocidad que una fotografía de su portada.6 Esta diferencia de pesaje numérico no es menospreciable si consideramos que una de las características esenciales de cualquier medio de comunicación telemática, y la característica primaria de internet, es la separación de la información de su soporte material.7 En la red de redes, la información es capaz de reproducirse a distancia y al instante a cambio de un proceso de reconversión constante de dígitos a píxeles, caracteres o sonidos, de manera que la calidad y el tipo de contenido que recorre sus nodos queda definido necesariamente por la cantidad de dígitos que la red puede asumir en un momento determinado.
Durante los primeros años de existencia pública de la World Wide Web, la comunicación entre ordenadores se producía generalmente a través de la infraestructura telefónica, cuya baja capacidad para transmitir paquetes de datos se correspondía con un entorno mediático anterior basado en la separación de los canales para hablar, ver, leer o dibujar.8 En consecuencia, las primeras páginas web y los primeros navegadores -como Mosaic o Navigator- fueron diseñados en clara vinculación al formato de comunicación digital más ligero: el texto, un formato fácil de procesar y de reproducir que, convertido en hipertexto, adquiría la capacidad de comunicarse con cualquier otro fragmento de texto recogido en la red. En este sentido, el hipertexto y su potencial derivado más singular, la interactividad, fueron las dos propiedades que marcaron el lanzamiento de los primeros sitios web. Esto se tradujo, desde sus orígenes, en una forma de organizar la información alejada de la secuencialidad propia de medios como el libro o el cine, propensa a modelos más horizontales y abiertos a la edición por parte de los usuarios.9
Las limitaciones iniciales de la infraestructura web dificultaron, por lo tanto, una traducción literal del contenido producido en el medio impreso al nuevo medio digital, especialmente en aquellas disciplinas que, como la arquitectura, se caracterizan por la preeminencia del material gráfico y fotográfico. Así, cuando las revistas Metropolis, Domus, Abitare y El Croquis abanderaron la migración de la industria de la difusión de la arquitectura a la World Wide Web en la segunda mitad de la década de 1990,10 se produjo una interesante disyunción entre las formas de publicación implementadas en estos dos medios. Para entonces, estas revistas contaban ya con una dilatada trayectoria en el espacio impreso, reflejada en una identidad gráfica que, aunque marcadamente singular, se componía a partir de los mismos elementos: textos, dibujos, anuncios publicitarios y, sobre todo, fotografías de alta factura reproducidas a todo color.11
Las primeras versiones digitales de estas revistas asignaron un peso distinto a estos elementos. En los cuatro casos, la versión web se inauguró conformada casi en su totalidad por piezas de texto, acompañadas ocasionalmente por imágenes de baja resolución correspondientes a la portada del último número de cada revista o de números anteriores. Como resultado, el contenido publicado en la versión digital no se asoció con los proyectos y edificios recogidos en las páginas centrales de cada revista, sino más bien con todas aquellas secciones periféricas de carácter instrumental y sumario, como el índice de cada número, la sección de noticias breves y eventos, y alguna que otra pieza de opinión. Así, más que como un reflejo de la versión impresa, la versión digital se concibió inicialmente como un instrumento de difusión complementario que recalibró la importancia de las distintas secciones de estas revistas en su transfiguración web. Con ello se produjo una importante modificación de los contenidos que derivó -tal vez de forma inadvertida- en el desarrollo de una serie de lógicas editoriales que quedaron instaladas desde entonces en la espina dorsal de la difusión web de arquitectura.
Vistas en perspectiva, las primeras versiones digitales de Domus, Abitare, Metropolis y El Croquis revelan, de hecho, cuatro estrategias de difusión web que siguen marcando en la actualidad la manera como se transmite la arquitectura en internet.
Compresión, nivelación, redundancia y rastreo
Lanzada en el segundo semestre de 1998, la primera versión digital de El Croquis ejemplifica la más conservadora de las estrategias de migración al territorio web; también, una de las dialécticas más habituales de las primeras incursiones de las revistas impresas en dicho terreno. Con un diseño que no renunció del todo a la inclinación icónica de esta publicación monográfica, la página de inicio de la versión digital se organizó en dos partes claramente diferenciadas: en la mitad superior, un mosaico compuesto por las portadas de los últimos números de la revista, de los cuales solamente algunos eran interactivos y conducían a su índice; en la mitad inferior, cinco líneas de texto que conectaban al usuario con el formulario de suscripción a la publicación, con la colección editorial paralela de El Croquis, con sus distribuidores, con sus tarifas publicitarias y, finalmente, con el programa de exposiciones realizadas en su galería. Es decir, más que para plasmar digitalmente los contenidos de la revista, la versión digital de El Croquis fue concebida para difundir la propia revista impresa, aprovechando la conectividad prometida por la World Wide Web para incrementar la distribución. En esta versión, las intersecciones entre el espacio impreso y el espacio web tomaron, por lo tanto, un cariz esencialmente instrumental, en clara correspondencia con la concepción comercial asignada a la red de redes en sus primeros años, la cual priorizaba su capacidad para generar nuevas economías frente a su potencial para articular nuevas formas de conocimiento.12
Lo más interesante de los aranceles impuestos por El Croquis a la transmisión en línea de su contenido fue revelado, no obstante, por la selección del documento que se replicó en ambas versiones: el índice de cada número. Al igual que una base de datos o un inventario, el sumario sintetizaba la totalidad del contenido de la revista y lo presentaba de forma extremadamente sucinta; de este modo, ofrecía al lector la posibilidad de puentear la secuencia narrativa de la monografía y de navegarla según sus propios intereses. Este carácter horizontal y panorámico convertía al índice en un formato idóneo para adaptar el contenido a la interactividad característica del entorno digital y permitir a los usuarios navegarlo de manera personalizada. Sin embargo, mientras que en la versión impresa el índice era un elemento subsidiario del contenido dedicado a cada proyecto, en la versión web se convirtió en el mismo, pues comprimió en su superficie la totalidad de las informaciones dedicadas a los distintos proyectos. Aunque es evidente que dicha sustitución se corresponde con la función instrumental asignada a la primera versión on line de la revista, su consagración parece representar también una respuesta inadvertidamente radical a la aceleración propuesta por la World Wide Web; esta aceleración, tal y como observaría Paul Virilio en ese mismo periodo, hacía de los resúmenes, los titulares y los extractos los principales formatos de transmisión del conocimiento.13 En el espacio web, el índice ya no sería un instrumento de apoyo, sino el formato de organización del contenido por excelencia; un formato que disponía toda la información en el mismo espacio a costa de su compresión.
Página de inicio de la versión web de El Croquis, noviembre de 1999
Índice del número 84 de El Croquis en la versión web, noviembre de 1998
El índice fue también el formato editorial elegido para mediar la traducción de Domus al lenguaje digital. El de esta revista era más generoso que el de El Croquis y estaba salpicado de hipervínculos que permitían profundizar en algunos de los contenidos publicados en la versión impresa. Sin embargo, la correspondencia entre ambas versiones no era total, sino que las piezas publicadas en la web eran en realidad breves extractos y fragmentos del artículo original acompañados de una pequeña imagen. Esta pérdida en la traducción del contenido al soporte digital señala una particular interpretación de las condiciones estructurales del entorno web que se vislumbraban también en la página de la revista española. El primer y más evidente rasgo se refiere a su naturaleza gratuita, una condición que las revistas debían navegar con inteligencia para que la expansión global prometida por internet no impactara negativamente en las ventas de la versión impresa.14 El segundo era, de nuevo, la reducción del tiempo de atención propuesto por la red de redes, un espacio de comunicación que, por su constante expansión y por su estructura hipertextual dificultaba el consumo de piezas textuales de gran extensión y complejidad.15 La respuesta ofrecida por Domus a estas condiciones -menos resistente en apariencia que El Croquis- fue de una comedida aceptación: se promovió un trasvase limitado de contenidos a la versión web, que se adaptaba a unas nuevas condiciones de contorno marcadas por la brevedad y la promiscuidad de las informaciones publicadas.
Además de recoger parcialmente el contenido del último número de la revista, la versión electrónica de Domus ofrecía otras seis secciones en su página de inicio: un archivo de los números anteriores accesibles también a través de su índice, un enlace a la Domus Academy, un listado de distribuidores, una página de eventos, otro listado de exposiciones en curso y, por último, una selección de vínculos a otras páginas web dedicadas al mundo de la arquitectura y el diseño. Esta forma de organización puso de manifiesto otra de las condicionantes más significativos del espacio digital: a diferencia de lo que sucedía en la versión impresa, las distintas secciones de la revista presentaban el mismo peso gráfico en la página inicial de la versión web. Como resultado, el contenido presente y pasado de Domus, los eventos, los canales de distribución y la selección de páginas recomendadas se presentaban al usuario con el mismo nivel de importancia y con la misma jerarquía, situación que apuntaba hacia una cierta igualdad del valor editorial asignado a todas estas secciones; también, se revelaba como un decidido gesto hacia el poder de decisión de los usuarios sobre la relevancia del contenido. Así, mientras que en el espacio impreso cada sección encontraba una posición y una extensión diferente y claramente delimitada, en el espacio web estas secciones se liberaron de sus constricciones organizativas y quedó a juicio de los usuarios la asignación de su peso.
Página de inicio de la versión web de Domus, mayo de 1998
Artículo publicado en la versión web de Domus, mayo de 1998
Esta inclinación hacia la nivelación editorial se hizo todavía más evidente en la primera versión digital de Abitare, lanzada unos meses después que la de Domus en el año 1997. En su caso, la página de inicio presentaba once secciones diferentes que definían un profuso espectro temático que iba desde la descripción de la revista y sus canales de suscripción hasta la venta en línea de productos de diseño. Entre estos dos polos convivían artículos extraídos de las secciones de diseño, arte y arquitectura del último número de la versión impresa junto a otras cuatro secciones dedicadas a noticias, eventos y proyectos actuales, a los que se añadía un formulario abierto a las consultas de los usuarios. Además de enfatizar la interactividad de la versión digital, esta multiplicación temática hizo patente la apuesta de la revista de Milán por lo relacionado con la actualidad más inmediata, de manera que, al igual que sucediera con Domus, la estrategia migratoria de Abitare al territorio digital pasó por aprovechar la enorme capacidad de actualización del formato web para mapear en tiempo real los eventos y noticias más destacados del panorama arquitectónico, mientras que la versión impresa conservó su énfasis en la publicación meticulosa de proyectos y artículos de opinión.
Página de inicio de la versión web de Abitare, abril de 1997
Página de la versión web de Abitare dedicada al Salón del Mueble de Milán, abril de 1997
Una consecuencia significativa de la atomización temática practicada por Abitare, así como de su inclinación hacia la actualidad más efímera, fue la redundancia. Más que multiplicar el número de eventos rastreados y publicados on line, la versión multiplicó las categorías y los hipervínculos asociados con cada uno de ellos, de forma que, por ejemplo, se podía acceder a la misma reseña sobre el Salón Internacional del Mueble de Milán indistintamente desde las secciones de noticias, eventos o proyectos. Aunque se podría achacar esta redundancia a un cierto exhibicionismo amateur de la esencia hipervincular del espacio web, no deja de ser relevante la manera en que la versión electrónica de Abitare convertía cualquier pieza de actualidad en un segmento informativo capaz de entrelazarse con numerosas rutas de navegación o, dicho de otro modo, con múltiples secuencias de contenido.16 En este sentido, la redundancia de categorías e hipervínculos no era sino una estrategia muy efectiva a la hora de incrementar el potencial asociativo del contenido publicado en línea, algo que se convertiría desde entonces en una estrategia fundamental de los proyectos editoriales nacidos en este espacio.17
Si la primera versión web de Abitare exploró las posibilidades de asociación del contenido a partir de la redundancia de sus vinculaciones, la primera versión electrónica de la revista Metropolis lo hizo a partir de su propia vinculación con otros medios digitales. Lanzada a finales del año 1996, el contrapunto on line de esta revista norteamericana parece haber anticipado muchos de los modelos de publicación practicados por sus colegas europeas, pues utilizó el índice como herramienta de traducción de los contenidos de la versión impresa, igualó la importancia de las distintas secciones de la revista e inclinó la página web hacia el mapeo de la actualidad más inmediata. La particularidad de Metropolis digital radica en que este mapeado no sólo se producía a través de reseñas elaboradas por la propia revista, sino a través de la incorporación de hipervínculos a otras páginas web relacionadas directa o indirectamente con el mundo de la arquitectura y el diseño, como la propia Abitare o la sección del buscador Yahoo! dedicada a la arquitectura. Así, de las ocho secciones en que se organizaba la página de inicio, tres (Hot Links, Top Design Sites y Mixed Media) estaban dedicadas a poner al alcance de los usuarios una serie de contenidos publicados en otros medios, convirtiendo a la versión web de Metropolis en el nodo de una amplia red de información.
El énfasis de la revista estadounidense en la capacidad de asociación de la versión web -o, dicho de otro modo, en su diseño como un espacio vinculado con otros medios y con otras aproximaciones a la difusión de la arquitectura- es sintomática de la última cuestión que el entorno digital proyectaba sobre las revistas de la época: la reorientación de su labor editorial. La World Wide Web proponía una redefinición de la revista como un espacio informacional abierto, esto es, como una plataforma de difusión que no sólo ofrecía contenido editado en exclusiva, sino también, contenido procedente de otros medios y revistas. En su desdoblamiento digital, Metropolis asumió esta propuesta y, en lugar de llegar al final del recorrido que convierte la información en conocimiento, adoptó una posición intermedia que materializaba una relativa cesión al usuario de las tradicionales labores editoriales de la revista.
Esta cesión, además, se complementó con la asimilación de una función novedosa: la de rastrear e indexar el propio espacio de difusión de la arquitectura en internet. En un momento todavía caracterizado por la ausencia de motores de búsqueda automatizados,18 la versión web de Metropolis reveló la problemática inherente de un espacio informativo que, ya entonces, ponía a disposición de los internautas una cantidad de información que trascendía ampliamente sus capacidades de búsqueda y consumo. En este escenario, Metropolis asumió una labor editorial que superó sus propios límites para dirigirse a la totalidad del contenido web generado alrededor del mundo de la arquitectura, un contenido que la versión digital de la revista norteamericana trató de concentrar y de hacer accesible. El rastreo, filtrado e identificación de contenidos externos se convirtió así en una tarea tan importante como la publicación de contenidos propios y, al hacerlo, demostró la redistribución de prioridades de la revista en su encuentro con un medio que, desde sus orígenes, prometía hacer accesible la información planetaria a todos sus usuarios.19
Página de inicio de la versión web de Metropolis, noviembre de 1996
Página de inicio de la versión web de Metropolis dedicada a links externos, noviembre de 1996