Introducción
ESTA INVESTIGACIÓN se llevó a cabo en dos territorios agrícolas de la cuenca mediterránea,
con el fin de analizar los efectos debidos a la difusión del modelo de distribución
y consumo promovidos por las grandes marcas de supermercados, que repercuten en la
estructura productiva y la organización del trabajo agrícola a nivel local.
A partir del inicio del siglo xxi, ha ocurrido una gradual restructuración de la agricultura
y de las cadenas comerciales agroalimentarias radicadas en el sur de Europa. Es posible
destacar algunos procesos de transformación comunes a varios territorios rurales:
difusión del trabajo asalariado en las actividades tradicionalmente llevadas a cabo
a nivel familiar y desde pequeños agricultores; acentuada flexibilización de las actividades
estacionales y anuales por las demandas fluctuantes del mercado agroalimentario; concentración
espacial y temporal de grandes masas de mano de obra inmigrante y que a menudo se
mueve buscando trabajo en diferentes áreas productoras. Algunas contribuciones académicas
interpretan este contexto de transformación como resultado de un proceso de ‘californización’
de la agricultura en la Europa mediterránea (Berlan 2002), relacionado con la difusión de monocultivos intensivos que necesitan mucha mano
de obra, concentrada durante las temporadas de siembra y sobre todo de cosecha, principalmente
compuesta por inmigrantes documentados e indocumentados. De hecho, el actual modelo
californiano representa un caso pionero de cultivo intensivo de productos con alto
valor económico, como fruta y hortaliza, del papel dominante de las grandes compañías
multinacionales del comercio y la distribución de la difusión del trabajo agrícola
inmigrante.
En este artículo, aportaré al debate que analiza los impactos de una hipotética ‘californización’
de la agricultura mediterránea, investigando sus factores estructurales a través de
una comparación entre dos territorios citrícolas del sur de Europa: la Llanura de
Gioia Tauro en Italia, en profunda crisis económica a partir ya desde la mitad de
los años 2000, y el área costera de Valencia en España, actualmente en crisis, pero
tradicionalmente muy competitiva. Ambas zonas se caracterizan por una organización
similar de la producción agrícola: estructura productiva prevalentemente minifundista,
con cultivo intensivo de frutas y hortalizas, dirigidas principalmente a la gran distribución
agroalimentaria, con amplio uso de mano de obra inmigrante sobre todo para las actividades
de temporada.
A finales de los años 90, algunos autores han analizado la crisis del sector cítrico
de la Llanura de Gioia Tauro, comparándolo con el de los cítricos valencianos e indicando
cómo los problemas económicos existentes eran todos italianos y vinculados con una
gestión mafiosa, proteccionista y asistencial de los fondos europeos (Cavazzani y Sivini 1997). Sin embargo, la crisis del sector ha involucrado más recientemente también los
cítricos valencianos, tradicionalmente identificados como ejemplo virtuoso y principales
competidores de los frutos producidos en Calabria. Por tanto, resulta muy interesante
analizar comparativamente la organización y las relaciones sociales internas a las
cadenas citrícolas que radican en los dos territorios europeos.
La investigación se ha desarrollado en diferentes etapas, con una metodología mixta
y un enfoque teórico interdisciplinario. La metodología se basó en una combinación
de varias técnicas, cuantitativas y sobre todo cualitativas, debido a la propia naturaleza
de los fenómenos investigados, que implica una tendencial subestimación e incertidumbre
de los datos cuantitativos: inmigración indocumentada, fuerte movilidad territorial
y sectorial de los trabajadores, estacionalidad del empleo, trabajo sin contrato e
informalidad de la economía agrícola.
Las técnicas cuantitativas incluyeron la recuperación y análisis de datos secundarios
publicados por fuentes administrativas y estadísticas oficiales, enfocados a la estructura
social y agrícola local, combinados con la documentación producida por fundaciones
privadas, institutos de investigación, asociaciones locales e internacionales, sindicatos
de trabajadores del campo y organizaciones de productores. El análisis cualitativo
se ha desarrollado con la observación directa de las actividades productivas, en los
campos y en las plantas de empaque, de las prácticas cotidianas de reproducción social
en los asentamientos institucionales e informales de trabajadores inmigrantes. Además,
se han realizado grupos focales y entrevistas semiestructuradas (78 entrevistas entre
Italia y España, 55 en California) con empresarios agrícolas, trabajadores, representantes
de instituciones locales y de diferentes tipos de organizaciones sociales y sindicales.1 El trabajo de campo se ha desarrollado en Italia entre enero-junio de 2013 y diciembre-enero
2014, en España entre enero-junio 2014 y en California entre marzo-mayo 2016.2
Desde el punto de vista teórico se hará referencia a dos grandes áreas de investigación:
por un lado, el proceso de globalización económica y sus impactos en las cadenas agroalimentarias,
por otro lado, las características de las relaciones sociales de producción. En el
primer ámbito de análisis hay que destacar el debate sobre las cadenas globales de
mercancías (GCC)3 (Gereffi y Korzeniewicz’s 1994), las cadenas globales de valor (GVC) y las redes globales de producción (GPN). Esta
línea de investigación se centra principalmente en el análisis de la circulación y
del intercambio de bienes, de las más recientes transformaciones en los modelos de
distribución y de la difusión de estándares de calidad de la producción. La combinación
del enfoque sobre sistema de mercancías (commodity system approch) de Friedland (2001) con el análisis de regímenes alimentarios (food regimes approch), lanzado con una aportación de Friedmann y McMichael (1989), ha producido un amplio debate teórico y empírico de estudios agroalimentarios (agri-food studies), que investiga la relación entre la producción y el consumo de alimentos. La teoría
del sistema-mundo (world system economy) ha inspirado algunos de los estudios agroalimentarios (Hopkins y Wallerstein, 1994) y, entre ellos, algunos se refieren al concepto de imperio alimentario (Van der Ploeg 2009), mientras que otros desarrollan una periodización de los regímenes alimentarios
(food regimes), destacando el papel estratégico de la agricultura y alimentación en la construcción
de la economía capitalista global. Según estos últimos, agricultura y comida son inseparables
de la reproducción de la fuerza de trabajo, ya que los alimentos producidos con trabajo
precario en una zona del mundo se pueden utilizar para alimentar a bajo precio la
reproducción de los asalariados en otros territorios del globo, permitiendo así al
capital adquirir mano de obra a costes inferiores al de su valor de reproducción.
Por lo tanto, la restructuración general del capital está relacionada con la restructuración
de las relaciones sociales de producción en el mundo, realizada a través de la construcción
política de un nuevo régimen alimenticio y agrícola. El corporate food regime constituye el régimen más reciente, surgido a finales de los años 80 y actualmente
en curso, dirigido por corporaciones multinacionales. Estas compañías obtienen beneficios
gracias a la supermarket revolution (McMichael y Friedmann 2007, 294) y a través de la reorganización de cadenas globales
agroalimentarias para la entrega de alimentos procesados y frescos. Estos últimos
procesos de transformación generan una creciente población de pequeños productores
desplazados, obligados a abandonar las tierras por no poder responder a las condiciones
requeridas por los supermercados. De hecho, solo los grandes fabricantes pueden cumplir
con la entrega continua de grandes volúmenes de producto estéticamente estandarizado
y barato, convirtiéndose en aliados de los supermercados en la búsqueda de economías
de escala en el sector agrícola. Las grandes marcas de distribución han crecido hasta
el punto de influenciar todos los actores económicos de la cadena productiva y comercial,
llegando a determinar localmente las formas de producción y consumo.
La segunda área de estudio profundiza las relaciones de producción, enfocándose sobre
todo en el análisis de los procesos laborales, de la discriminación social y política,
y de las condiciones de vida en las diferentes áreas locales. Algunas de estas contribuciones
analizan los efectos de la globalización en las estrategias productivas y reproductivas
de los campesinos y pequeños agricultores de los países del sur global (Lara Flores, Sánchez y Saldaña 2014; Velasco 2014). Otros investigan las transformaciones experimentadas por los productores y los
jornaleros en los países de la Unión Europea (Corrado, De Castro y Perrotta 2016) y EEUU, entre ellas las que se concentran en los territorios rurales de California
(Holmes 2013; Wells 1996). Algunas investigaciones tratan de conjugar el análisis de las cadenas alimentarias
con la estructura social del trabajo agrícola (Marsden, Bonanno y Cavalcanti 2014). En este texto voy a seguir esta última tendencia, combinando las aportaciones de
las dos áreas de estudio citadas, que surgen del debate entre autores de varias disciplinas
sociales.
En la primera parte voy a reconstruir sintéticamente el proceso de restructuración
productiva ocurrida en el territorio rural californiano, con la inserción de la mano
de obra inmigrante, de diferente procedencia, en el mercado del trabajo agrícola.
A partir del segundo párrafo voy a presentar los estudios de caso en el territorio
rural italiano y español, combinando un análisis de la cadena del trabajo y del capital.
En particular voy a contribuir al debate sobre la supermarket revolution, investigando cómo la restructuración del capital agroalimentario impacta también
en las relaciones sociales de producción, que tienen lugar en concreto en los territorios
locales. Finalmente, observaré de qué forma los impactos de este proceso de transformación
reproducen en las dos áreas mediterráneas las tendencias típicas del modelo californiano.
El modelo agrícola californiano
El mercado de trabajo agrícola en California ha experimentado diferentes fases históricas,
caracterizadas por flujos y reflujos de la mano de obra inmigrante, ingresada con
o sin papeles. Estos flujos han sido determinados por una serie de políticas de migración
que facilitaron de manera discontinua la sucesión cíclica de los trabajadores de diversas
partes del mundo: china, japonesa, india, filipina, ‘Okie’4 y mexicana, la cual ha seguido llegando hasta ahora desde los estados del centro
y del sur de México (Fox y Rivera-Salgado 2004).
La presencia de muchos inmigrantes originarios de México en las zonas rurales de California
está estrechamente vinculada con una restructuración agraria iniciada en la segunda
mitad de los años setenta y caracterizada por una difusión de productos agrícolas
especializados y de alto valor económico (frutas, frutos secos, verduras y vivero).
Su cultivo siempre ha estado presente, desde la anexión del territorio a los EEUU
en 1848, pero en las últimas tres décadas el remplazo de las actividades de lechería,
de cría y de cultivo extensivo de productos de campo con bajo valor económico (cereales,
algodón, remolacha azucarera) ha sido masivo. Las transformaciones socioeconómicas
que tuvieron lugar durante los años 60 y 70 en EEUU, Europa occidental y algunos países
de Asia condujeron a un aumento en el poder adquisitivo de las clases media y media-alta
y en el consumo de productos agrícolas frescos, lo cual determinó considerables rendimientos
en la producción de frutas y verduras. Por lo contrario, se contrajeron los rendimientos
de los cultivos de campo no especializados, debido a una sobreproducción general en
el marco de la creciente competencia internacional. Además, con el final del Programa
bracero5 en 1964 y la contracción de mano de obra estacional documentada, este tipo de cultivos
ha sido masivamente mecanizado. Por lo tanto, con la crisis del petróleo y la recesión
en la segunda mitad de los años 70, los costos de producción de los cultivos de campo
con bajo valor económico se han convertido en económicamente insostenibles (Palerm 1991).
La sustitución de esos cultivos en la industria agrícola de California se ha visto
facilitada por condiciones climáticas favorables, una extensa infraestructura de riego,
una experiencia anterior de muchas empresas en la producción de frutas y hortalizas,
el apoyo de las universidades públicas en las actividades de investigación y desarrollo
de variedades seleccionadas de plantas. No obstante, no todos los agricultores han
seguido el camino de la sustitución, dado el aumento significativo de capital para
invertir, debido al crecimiento general de los costos de producción. Una parte de
ellos prefiere vender o arrendar sus tierras a otras empresas agrícolas; otros, para
sobrevivir económicamente, han llegado a convenios para entregar su producción a las
grandes compañías multinacionales, que tienen acuerdos de suministro con agricultores
de distintas regiones del mundo. De hecho, dada la necesidad de cada vez más grandes
inversiones de capital y la inestabilidad de los márgenes de beneficio para los pequeños
y medianos productores, por una parte, con la posibilidad de arrendar la tierra a
precios cada vez más altos, por otra parte, un número creciente de propietarios prefieren
cerrar la empresa y alquilar a otros agricultores o a compañías multinacionales. La
práctica de alquilar, llamada leasing, es muy generalizada, por lo que los productores todavía activos poseen solo una
parte de la tierra y alquilan el resto a los antiguos propietarios que abandonaron
sus actividades agrícolas. Surge entonces una concentración económica creciente, que
no se basa tanto en la propiedad directa de la tierra por los agricultores, como sí
en la gestión de grandes cantidades de producto por los intermediarios comerciales,
los llamados shippers y coolers.6 De hecho, para competir en el mercado mundial, estos últimos necesitan más y más
extender sus actividades económicas a nivel transnacional, ya que producir y adquirir
fruta en una sola región o país, implica un riesgo demasiado alto en comparación con
tener una producción disponible en cada distrito para mitigar eventuales pérdidas
inesperadas. Solo las empresas comerciales multinacionales, como Driscoll’s, Well Pict, Dole Berry, y otras, son capaces de responder a la demanda continua y estandarizada de grandes
cantidades de productos frescos y baratos, típica del modelo de consumo promovido
por las grandes cadenas de supermercados, como Walmart o Costco. La necesidad de lograr economías de escala, necesarias para satisfacer las demandas
de los grandes supermercados, se impone a todos los agentes económicos de la cadena,
tanto comerciantes como productores. Por lo tanto, en general, la superficie agrícola
todavía se caracteriza por una estratificación de la magnitud de las empresas, pero
el nivel actual de concentración económica en la gestión de la tierra hace de California
un caso ejemplar de desarrollo oligopólico de las grandes corporaciones agroalimentarias.
Se está extendiendo gradualmente, a través de todas las etapas de la cadena productiva
y comercial, una tendencia a la concentración económica, así como a la subcontratación
de los costos y la organización de la producción a otros actores, hasta determinar
la organización del trabajo agrícola y las condiciones laborales en el campo. Se desarrolla
entonces un sistema multinivel para la gestión de la fuerza laboral, a través de una
larga cadena de intermediarios, necesario para gestionar una gran masa de trabajadores
empleados de forma simultánea en diferentes equipos y en diferentes ranchos. De hecho,
la reorganización de la producción ha significado un crecimiento exponencial de la
demanda de mano de obra agrícola, estacional y anual, ya que varios cultivos de alto
valor económico deben ser colectados y manipulados con mucho cuidado para mantener
el producto y sus características de calidad. Además, la investigación científica,
pública y privada, ha permitido obtener unas variedades de plantas seleccionadas,7 que, en combinación con las innovaciones infraestructurales, tales como invernaderos
o sistemas especiales de riego, han determinado una progresiva expansión de las temporadas
de cosecha. En síntesis, la coexistencia típicamente californiana de una rica y especializada
agricultura, por un lado, y una gran masa de trabajadores inmigrantes empobrecidos,
por otro lado, es solo aparentemente paradójica. De hecho, grandes marcas multinacionales,
aunque no posean directamente la tierra, son los actores económicos que realmente
atraen los márgenes de beneficio mayores.
Seguimos entonces investigando si en los dos territorios mediterráneos analizados
surgen procesos de trasformación de la cadena citrícola que siguen las tendencias
apenas descritas para el modelo agrícola californiano.
La organización de la producción en dos territorios mediterráneos
La Llanura de Gioia Tauro y la zona costera del País Valencià8 tienen una estructura productiva similar, caracterizada por una fuerte fragmentación
de las empresas. El área cultivada con cítricos presenta una prevalencia de mini fundos
(tamaño medio alrededor de 1 ha de SAU),9 tanto en términos numéricos, como de la superficie total ocupada. En la Llanura de
Gioia Tauro las empresas que no superan las 5 hectáreas representan el 86% del número
total y cubren el 45% de las hectáreas plantadas con cítricos (ISTAT 2012); igualmente, en el territorio valenciano, el 86% de estas ocupa el 41% de la superficie
(INE 2009).10 Por el contrario, es muy limitada la presencia de empresas que son mayores de 50
hectáreas: el 0.4% del total de las empresas cubre el 8.2% de la Llanura de Gioia
Tauro, mientras que en el País Valencià representan solamente el 1% y cubren el 16%
de las hectáreas cultivadas con cítricos.
Se puede dibujar una tipología general e indicativa de las figuras sociales que actualmente
caracterizan la estructura productiva en los dos territorios. Un primer grupo está
formado por pequeños productores: ancianos propietarios jubilados, una vez agricultores
a tiempo completo, y las sucesivas generaciones de propietarios empleados en otros
sectores, que se dedican al mantenimiento de los cultivos de cítricos solo a tiempo
parcial. Un segundo grupo está representado por los productores medianos y grandes,
a menudo registrados como organizaciones de productores (OP).
En ambos territorios, el pequeño agricultor ha sido tradicionalmente una figura mixta
de jornalero asalariado y al mismo tiempo propietario de una porción pequeña o mediana
de tierra. La pequeña propiedad fue construida durante los años con compras progresivas,
a veces fragmentada por subdivisiones sucesivas a través de la herencia. Entre los
años 80 y 90, las generaciones siguientes han salido de la agricultura para continuar
sus estudios o buscar empleo en otros sectores. En el caso italiano, este flujo se
ha dirigido también al exterior o hacia territorios lejanos del centro y el norte
del país, mientras en el País Valencià ha habido prevalentemente un desplazamiento
interno a la misma región, sobre todo debido a la fuerte expansión de la industria
de la construcción y el sector turístico en las áreas costeras. En el País Valencià
la figura del pequeño propietario que proporciona en diversas formas trabajo agrícola
asalariado es todavía parcialmente presente, sobre todo en el caso de las cooperativas
y por algunas actividades especializadas, como la poda o el manejo de los tratamientos
fitosanitarios. En ambos países se detecta una tendencia a volver a la agricultura,
que en periodos de depresión económica representa un ‘refugio’ para los desempleados
de larga duración y los trabajadores recientemente expulsados de sectores no agrícolas
que no han perdido su base en la agricultura. Sin embargo, en general, los agricultores
profesionales constituyen una pequeña porción de las últimas generaciones de pequeños
y medianos propietarios.
En ambos casos, actualmente prevalecen aquellos que mantienen la propiedad de la tierra
abandonando los cultivos, o los que se dedican a la agricultura en su tiempo libre,
teniendo otro tipo de profesión principal. Los que no abandonan sus cultivos lo hacen
con aspiraciones y motivaciones que son muy similares en los dos territorios: se mantienen
los árboles heredados simplemente como un refugio económico o debido al afecto para
la historia de la propiedad familiar, a veces se intenta identificar la variedad estratégica
para implantar, con la esperanza de permanecer en el mercado con un margen de beneficio
positivo, o con la ilusión de poder vivir una nueva etapa de ‘esplendor citrícola’.
Durante la primera etapa de venta de la fruta en el campo se genera una notable bifurcación
entre las estrategias productivas, valenciana y la calabresa, y, consecuentemente,
en la organización de las actividades de recolección. En la Llanura de Gioia Tauro
se practican todavía dos modos de acuerdo comercial y de gestión de la cosecha: la
fruta se vende a comerciantes privados cuando todavía está en la planta, según la
llamada venta ‘en bloque’, alternativamente es el productor que se encarga de entregar
la producción ya cosechada directamente al almacén privado o de la op, la cual se
paga a continuación según el peso. En cambio, en el caso de la agricultura valenciana,
los cítricos se venden en la planta y la recolección está tradicionalmente a cargo
del comerciante, que compra la fruta y maneja la mano de obra asalariada necesaria.
Incluso si el agricultor valenciano es un socio de una cooperativa, es la misma organización
que se ocupa de la cosecha.
En cuanto a los actores más grandes, en ambos territorios, estos son al mismo tiempo
productores y propietarios de almacenes para la preparación y el empaque de la fruta,
concentrando así las actividades agrícolas, de procesamiento y del comercio. Ellos
actúan como sociedades privadas o a través de una OP, de la cual son a menudo representantes
mayoritarios. Según los testimonios colectados en el campo, en muchos casos las OP,
en lugar de ser un verdadero proceso de agregación de la base agrícola, resultado
de un movimiento asociacionista de los productores que se reúnen para concentrar la
oferta y reducir colectivamente los costos, en realidad son contenedores legales construidos
solo formalmente. De hecho, son organizaciones concretamente privadas, surgidas en
torno a los grandes productores y comerciantes, que ‘asocian’ a los pequeños con el
fin de cumplir con los parámetros burocráticos establecidos por la política agrícola
común (PAC), para acceder a los beneficios y gestionar los fondos europeos, que son
útiles, por ejemplo, a la modernización de la infraestructura, a renovar los almacenes
o comprar maquinarias costosas necesarias para responder a los pedidos de las grandes
cadenas de supermercados (ISMEA 2011). En tales casos, la organización del trabajo agrícola responde a una lógica de gestión
de las economías de gran escala, que vamos a describir en el siguiente párrafo, ocurre
además un proceso de agregación de la oferta que no se desprende de los productores,
sino por la expansión de un número cada vez mayor de grandes comerciantes en la producción
agrícola a través de la gestión de los flujos de productos y tal vez con la compra
de parcelas de tierra.
La etapa comercial y sus intermediarios
Las actividades que caracterizan la siguiente etapa de la cadena citrícola son: cosecha,
procesamiento, empaque y transporte. La transformación gradual de las técnicas de
distribución, inspirada en el modelo del gran store estadounidense, que en España e Italia ha empezado a difundirse especialmente durante
los años ‘90 y 2000, dio como resultado en ambos territorios un cambio estructural
en la fase comercial. Las características socioeconómicas de los comerciantes locales
se han redefinido de acuerdo con una nueva línea divisoria: por un lado, aquellos
que han llegado a tener convenios de suministro con grandes marcas de supermercados,
nacionales o multinacionales, por el otro, los que comercializan con los mayoristas
e intermediarios de mercados generales, nacionales o extranjeros.
En la Llanura de Gioia Tauro es posible trazar el contorno de tres tipos predominantes
de actores: el “pequeño”, el “medio” y el “grande” comerciante.
En el caso de los pequeños y medianos comerciantes la búsqueda de producto para comprar
es a través de contactos informales y, a veces, con la intervención de un primer intermediario
que facilita el encuentro y el acuerdo entre productor y comerciante a cambio de una
comisión. Los mayores comerciantes de Calabria, como ya se mencionó, también son grandes
productores, que en conjunto con otras empresas más pequeñas han constituido sociedades,
a veces reconocidas como organizaciones de productores (OP). Dada la fuerte fragmentación
del tejido productivo local, para poder acumular la amplia masa de los quintales previstos
en los pedidos de los supermercados, inevitablemente ocupan ambos métodos, de compra
y de recolección, mencionados anteriormente, con la prevalencia para la entrega “según
el peso”. En el caso de que los comerciantes se constituyan en OP, la organización
asume un número de trabajadores, sobre todo empleados a tiempo determinado, que pone
a disposición de los socios para llevar a cabo las actividades de cosecha, además
de la mano de obra ocupada en las actividades de empaque desarrolladas en los almacenes.
El productor asociado puede optar por hacer uso de los recolectores empleados por
la OP o manejar la cosecha por su cuenta. Por lo general, los socios confieren la
fruta autónomamente, en la forma descrita en el párrafo anterior, y se les paga el
producto en función de la cantidad entregada. También la OP compra una parte adicional
de fruta desde terceros, con una prevalencia del método de entrega directa al almacén
y pago ‘según el peso’.
En cuanto a la venta, hay muchos pequeños operadores que todavía se aventuran a comercializar
cantidades reducidas de cítricos, alrededor de dos mil o tres mil toneladas por temporada,
comprados y luego procesados en pequeños almacenes, donde el producto se prepara para
ser llevado directamente a los mercados generales en el sur de Italia o entregado
a otros intermediarios mayoristas. Según los testimonios, es cada vez más común que
muchos de estos operadores abran su actividad y fracasen en un corto plazo de tiempo;
en cambio, aquellos que logran mantener el negocio lo hacen exclusivamente de gestión
familiar, por lo que no tienen en cuenta su trabajo y aun así logran una ganancia
bastante reducida. También el número de comerciantes de capacidad media se ha reducido
gradualmente y en toda la llanura son poco más de una docena los que manejan cantidades
entre 20,000 y 50,000 toneladas por temporada, logrando vender siempre menos en los
mercados generales de Italia. Una parte de estos recurre a intermediarios extranjeros,
principalmente de Europa del este, unos venden a otros comerciantes mayoristas, solo
algunos pueden llegar a acuerdos con la gran distribución organizada (GDO) conformada
por las marcas de supermercados. Los pocos grandes operadores activos en la Llanura
de Gioia Tauro venden principalmente a supermercados y comercializan con los operadores
del este de Europa solo unos montones de fruta, más pequeña y de menor calidad, rechazada
por las grandes cadenas de supermercados.
En el País Valencià, a diferencia de la Llanura de Gioia Tauro, además del comercio
privado emerge un sistema cooperativo capilar y creado efectivamente por la base agrícola.
Actualmente la cooperativa citrícola se encarga de organizar el trabajo de recolección
en los terrenos de los socios, así como la selección y preparación de la fruta en
los almacenes colectivos. En general no hay una clara división en cuanto a los mercados
de salida de las cooperativas y los comerciantes privados: en ambos casos la producción
puede ser dirigida a grandes cadenas de supermercados, comerciantes mayoristas o los
mercados centrales, nacionales como extranjeros, y la fuerte vocación exportadora
caracteriza tanto a los operadores privados como a las cooperativas.
Las cooperativas están profundamente arraigadas en la historia social de la agricultura
española y se originan desde un proceso asociativo de base, especialmente en las áreas
más internas y pobres del país (Abad 1984). El sistema cooperativo valenciano se ha mostrado, por la literatura académica y
los informes económicos especializados, como un ejemplo eficaz y un factor estratégico
del éxito del sector citrícola local, nacido de una agregación real y no rebajado
artificialmente desde arriba con el único propósito de canalizar financiaciones de
varios tipos, sobre todo procedentes de la Unión Europea, como sucedió en Calabria.
Sin embargo, hoy la crisis citrícola también implica el sistema de cooperativas valencianas,
lo cual indica cómo el instrumento por excelencia de la agregación horizontal de los
productores ya no es capaz de protegerlos de la disminución general de los precios
y la erosión de los márgenes de beneficio. Los testimonios recogidos en el territorio
muestran un sistema cooperativo actualmente muy fragmentado, internamente competitivo
y no muy rentable para los agricultores valencianos.
En ambos territorios, las actividades que siguen a la cosecha se llevan a cabo en
los almacenes de diferentes tamaños, con una tecnología más o menos desarrollada en
función de la capacidad de inversión de los operadores. En general, hay una primera
fase de limpieza, una selección con base en las cualidades estéticas y el tamaño,
se eliminan los residuos, a veces se enceran los frutos, y, por último, se empacan.
Los plazos, las técnicas de acondicionamiento y el tipo de envase dependen del destino
final del producto.
Desde los mercados mayoristas a los supermercados
Hay algunos factores comunes a los dos territorios, que explican las transformaciones
producidas en los mercados de salida, a pesar de que la producción citrícola valenciana
esté principalmente orientada a la exportación, mientras que el producto de la Llanura
de Gioia Tauro está destinado actualmente para el consumo nacional (Generalitat Valenciana 2012; ISMEA 2011). Los mercados generales de Italia se han vuelto cada vez más inaccesibles y riesgosos
para los operadores de cítricos de la Llanura de Gioia Tauro, no solo debido a la
evolución de la producción y del comercio local, sino también porque a las problemáticas
específicas de este territorio productivo (Cavazzani y Sivini 1997) se añadieron factores explicativos de carácter global, que involucran con la misma
firmeza la agricultura valenciana. A pesar de las dos escalas espaciales diferentes,
nacional en el caso de los cítricos de la Llanura de Gioia Tauro e internacional en
el País Valencià, es posible identificar dos procesos principales que en ambos casos
han contribuido al desarrollo de la ‘crisis citrícola’ y el declive del modelo de
distribución de los mercados generales durante las últimas dos décadas: por un lado,
hubo un aumento global en el suministro de cítricos y la circulación de los productos
agrícolas a nivel mundial, y, por el otro, se ha desarrollado una concentración de
operadores de la distribución, con una reducción en el número de compradores y los
volúmenes negociados en los mercados generales.
En Europa, la concentración de la grande distribución organizada y la difusión de
sus puntos de venta son mayores en el norte que en el sur y sobre todo se trata del
gran capital alemán, inglés y francés (Cuadro 1).
Cuadro 1
Primeros diez más grandes distribuidores de alimentos en Europa.
Volumen de negocios en Europa (2013) en billones de euros (€)
|
Clasificación
|
Cadena GDO
|
Volumen negocio Europa
|
Volumen negocio internacional
|
Sede |
1
|
Schwarz
|
74
|
74
|
Alemania
|
2
|
Tesco
|
65.3
|
79.1
|
Inglaterra
|
3
|
Carrefour
|
54.7
|
74.9
|
Francia
|
4
|
Aldi
|
45.2e |
64.7
|
Alemania
|
5
|
Rewe
|
50.6
|
50.6
|
Alemania
|
6
|
Metro
|
63.6e |
67.3e |
Alemania
|
7
|
Edeka
|
46.2
|
46.2
|
Alemania
|
8
|
Auchan
|
39.2e |
48.1
|
Francia
|
9
|
E. Leclerc
|
36.5
|
36.5
|
Francia
|
10
|
Sainsbury’s
|
28.3
|
28.3
|
Inglaterra
|
Los países importadores son en su mayoría del norte de Europa: Alemania, Francia,
Holanda e Inglaterra. Tras la apertura del mercado europeo a los productos agrícolas
procedentes de terceros países, se ha generado un aumento gradual en el volumen total
de las exportaciones de cítricos frescos a la zona comunitaria desde los países no
europeos.11 Los países exportadores de la cuenca mediterránea tienen la dirección del volumen
de cítricos frescos comercializados en el mundo y acceden a los mercados durante la
misma temporada que, en general, es de septiembre hasta mayo. En primer lugar, se
ubica España, seguida de Egipto y Turquía, que han tenido durante los años 2000 un
crecimiento exponencial en los volúmenes producidos y exportados; a continuación,
Grecia y Marruecos, pero con volúmenes más bajos y más estables en el tiempo. Los
cítricos frescos procedentes desde el hemisferio sur, exportados principalmente desde
Sudáfrica, afectan al mercado europeo durante los meses de verano, lo que contribuye
a la propagación del consumo en contra-estación, a veces sumándose con las primeras
producciones del hemisferio norte (FAO 2012).
En general, la globalización del comercio de cítricos ha agudizado gradualmente las
condiciones de competencia: el costo modesto de la sustitución de los proveedores
por parte de los compradores, aunque solo sea en términos de amenazas, alienta el
poder de negociación de las grandes cadenas de la distribución organizada (GDO), con
la imposición de precios y la demanda de servicios adicionales. Inicialmente incluso
estos grandes grupos se abastecían en los mercados centrales, pero, con el desarrollo
de las técnicas de venta al por menor y las nuevas formas de consumo, el sistema de
reabastecimiento de los puntos de venta ha evolucionado. La transformación principal
se ha producido con la transición de una técnica de suministro llamada ‘en proximidad’
al método de suministro ‘en origen’. En el primer caso, los supermercados se abastecían
en los mercados mayoristas ubicados en zonas cercanas a las tiendas, mientras, en
el segundo caso, llegan a acuerdos con los principales productores y comerciantes
de las áreas productoras (Rebollo y Castro 2008). Actualmente los proveedores envían, directamente desde los mismos territorios locales,
grandes cantidades de productos frescos, seleccionados, procesados y envasados según
el pedido de las grandes cadenas minoristas, que luego serán distribuidos en los puntos
de venta finales. Los grandes supermercados se han liberado gradualmente de los costes
logísticos y el transporte, así como de la organización del trabajo en los diferentes
niveles de la cadena de suministro, a través de la subcontratación a diversos proveedores
de productos y servicios. En última instancia, es el mercado final que se acerca a
los territorios productores y no viceversa.
El orden de los productos puede tener lugar con plazos más o menos cercanos: semanal,
quincenal cotidiano. Las cantidades y los precios se redefinen cada orden y, al igual
que la entrega, se orientan por el consumo final. A través de una combinación sistemática
de técnicas de marketing, de subcontratación de las operaciones y la carga de los costos logísticos a los
proveedores, las principales marcas de distribución son capaces de hacer subir sus
márgenes de beneficio. Por otro lado, los operadores comerciales entrevistados también
ponen de relieve la ventaja ofrecida por las cadenas de supermercados: se trata principalmente
de las grandes cantidades compradas y el importe de los pagos, que por lo general
se abonan después de 60-90 días, con oscilaciones de los precios básicamente inferiores
a las fluctuaciones de los mercados mayoristas.
El acceso a las listas de proveedores de los supermercados es inevitablemente selectivo
y emergen algunos requisitos básicos en ambas áreas: relaciones con la gestión de
la empresa, el tamaño y la organización suficientemente desarrollados para asegurar
grandes volúmenes y variedad de productos, la continuidad, precisión y estandarización
de los suministros. Solo aquellos que tienen la capacidad de movilizar grandes cantidades
de productos, para procesarlos y empaquetarlos con las maquinarias y la tecnología
moderna; los que disponen de grandes inversiones de capital y poseen instalaciones
logísticas de escala nacional o multinacional, pueden sobrevivir a las condiciones
exigidas hoy por las grandes marcas de la distribución moderna. El círculo de la economía
de escala se auto perpetúa y el proceso de selección de los actores, según la lógica
de la concentración económica, se produce en diferentes niveles de la cadena de suministro,
extendiéndose progresivamente a partir de las grandes marcas de distribución minorista
para llegar, pasando por los operadores comerciales, hasta la etapa productiva.
Jornaleros “justo a tiempo”
Observando la cadena citrícola en sentido contrario es posible reconstruir las tendencias
que desde el mercado final se propagan a través de las diversas etapas y operaciones
comerciales, hasta influir en las decisiones productivas de los agricultores y determinar
las diversas formas de organización del trabajo estacional.
Por un lado, hay una tendencia al crecimiento de los costos energéticos y los medios
de producción utilizados en las actividades agrícolas, por otro lado, los precios
pagados a los productores muestran una propensión general a la baja.
La repartición de los márgenes de beneficio de la cadena de suministro, calculado
en euros/kg en Italia y en España, pone de relieve cómo las participaciones en beneficios
son mayores para los operadores comerciales y la distribución minorista que los obtenidos
por los agricultores.12
Por lo tanto, frente a la contracción de la rentabilidad de los productos agrícolas
y el endurecimiento de las condiciones del mercado, los pequeños y medianos productores
de cítricos responden con una serie de acciones similares en ambos territorios: abandonan
los cultivos, implantan nuevas variedades de cítricos o cambian el tipo de cultivo,
siguen vendiendo el mismo producto tratando de hacer frente a la rebaja de los precios
con la contención de los costes laborales y de mantenimiento de los cultivos. Con
respecto a la organización del trabajo de recolección, se han desarrollado estrategias
y métodos aparentemente diferentes.
Los agricultores del País Valencià externalizan la gestión de la cosecha a los comerciantes
o a las cooperativas de las que son miembros, que, a su vez, subcontratan a menudo
el trabajo de recolección, recurriendo a la mano de obra extremadamente flexible suministrada
por las llamadas ETT (empresas de trabajo temporal).13 Estas últimas son agencias privadas que ofrecen trabajo temporal a precios asequibles
y se encargan de proporcionar y gestionar las cuadrillas ya completas de jornaleros,
principalmente extranjeros. Como alternativa, si fuera necesario aumentar el número
de recolectores, se hace referencia a los contactos informales de los trabajadores
que en los últimos años han constituido los equipos básicos, los cuales se encargan
de reclutar mano de obra adicional de acuerdo con los órdenes y para los picos de
producción. En el territorio español, la intermediación del trabajo temporal es legal
y el papel de los cabos de cuadrilla, en términos de remuneración y tareas, está regulado
por el “Convenio Colectivo para la Recolección de Críticos de la Comunitat Valenciana”.14
En la Llanura de Gioia Tauro, sin embargo, algunos pequeños y medianos agricultores
manejan directamente las actividades de recogida. Estos emplean informalmente trabajadores
extranjeros, por periodos de cosecha cortos, incluso de unos pocos días. Estos agricultores
se refieren a los contactos anteriores o se basan en el boca a boca entre los trabajadores, que a menudo trabajan con varios productores alternando los
diferentes empleos en las pequeñas parcelas. Alternativamente reclutan en las plazas
y cruceros algunos trabajadores, entre aquellos que esperan todas las mañanas para
encontrar un empleo diario.
En el caso de que sean los comerciantes los encargados de la organización de la cosecha,
al igual que en el País Valencià, estos ocupan unos equipos básicos para periodos
más largos, a menudo formados por trabajadores reclutados repetidamente en los años.
Se recurre a un número adicional de trabajadores, que se reclutan a través del boca
a boca y delegando a alguien entre los ya contratados, para hacer frente a las operaciones
de recolección adicionales determinadas por la temporada, las condiciones climáticas
o la repentina llegada de un pedido imprevisto. Capataces extranjeros intervienen
en la composición de los equipos y la sustitución de los jornaleros que hagan falta,
organizan el transporte, gestionan las actividades usando códigos culturales comunitarios
y traduciendo en el idioma de los trabajadores inmigrantes. Además, resuelven cualquier
malentendido o error de los trabajadores, cuentan los días de trabajo y reparten los
salarios, a veces también se ocupan de proporcionar alojamiento a los trabajadores.
En esta área, sin embargo, la intermediación de mano de obra con fines de lucro se
realiza de manera informal, puesto que es ilegal y sujeta a enjuiciamiento bajo la
ley italiana.15
La externalización generalizada de las actividades de recolección, especialmente en
el País Valencià, produce una clara separación entre las características de la estructura
productiva y la organización del trabajo estacional. Más de un ahorro monetario, las
diversas organizaciones de intermediación garantizan una adhesión casi completa de
las características de la mano de obra a la evolución de la producción y, como se
ha señalado por diversos representantes de los sindicatos, impiden cualquier forma
de reivindicación y protesta organizada por los trabajadores. La comparación entre
la Llanura de Gioia Tauro y el País Valencià, en resumen, sugiere cómo incluso en
una zona rural con una estructura productiva minifundista, si se produce una concentración
económica de la cadena y si se vuelven más relevantes los actores del comercio y la
distribución, se puede desarrollar una organización del trabajo estacional más típica
de los territorios latifundistas.
Además, la flexibilidad que caracteriza tradicionalmente el trabajo agrícola de temporada
se acentúa hoy por las demandas del mercado y la reciente evolución de la cadena de
comercialización, que requiere el suministro de grandes cantidades de cítricos, altamente
dependientes de consumo final, tanto en términos de contención de los precios como
de la eficiencia en los tiempos de entrega. Así que, en ambos territorios, además
de los equipos de base que cubren la mayor parte de la temporada de cosecha, es necesaria
mano de obra ‘justo a tiempo’: trabajadores para reclutar rápidamente de acuerdo con
la demanda del mercado y contratar por periodos cortos y con costes reducidos durante
los picos productivos. Los empresarios, productores o comerciantes, prefieren emplear
trabajadores inmigrantes, lo cual permite reducir significativamente los costos de
producción. De hecho, en los dos casos, las condiciones de trabajo son sustancialmente
similares: el precio de transporte depende del trabajador, está convencionalmente
entre 5 y 7 euros por cabeza en el área valenciana y entre 3 o 4 euros en la Llanura
de Gioia Tauro; el convenio colectivo de trabajo agrícola, que de todas formas ofrece
salarios muy bajos, tiende a ser ignorado por los empleadores y el salario, en su
mayoría pagado a destajo, está por debajo del mínimo sindical. La relación de trabajo
se realiza informalmente o a través de contratos de duración determinada, pero a menudo
se cotizan solo unos pocos días laborales de los efectivos.
El desarrollo de las organizaciones de intermediación laboral y su legalización progresiva,
en el caso del territorio español, modifican solo superficialmente la situación de
explotación. Incluso en la intermediación de las Ett, al igual que en las estructuras
más informales, tanto el transporte como la organización del trabajo están a menudo
a cargo del trabajador, así como el salario y la cotización no siempre cumplen con
los criterios establecidos oficialmente. La difusión de las Ett constituye una evolución
formal de las estructuras informales manejadas por los capataces en Italia, que se
desarrolla en paralelo a un proceso de regularización parcial de los inmigrantes presentes
en el territorio español y de sus condiciones de empleo. Igualmente las formas de
intermediación y de transporte existentes en la Llanura de Gioia Tauro, a pesar de
presentar características más embrionarias de organización, responden a la misma lógica
de adaptación a los cambios que se produjeron en la cadena agroalimentaria y a las
necesidades de los empleadores: por una parte, la centralización y la flexibilización
de los suministros para la maximización de los retornos a gran escala, y, por el otro,
los procedimientos de regularización aparente de los empleos.
Evidentemente los dos casos analizados comparten las mismas tendencias transformadoras
de la cadena productiva y comercial citrícola, que se reflejan en las formas y las
dinámicas de encuentro entre trabajadores y empleadores en el territorio local.
Conclusiones
El artículo participa en el esfuerzo colectivo presentado en este número monográfico,
orientado al análisis de la agroecología, estudiando las transformaciones del campo
en el contexto del capitalismo actual desde un enfoque interdisciplinario. De hecho,
se toman en cuenta varios autores que han dinamizado, durante diferentes etapas, el
debate académico sobre las evoluciones más recientes del mercado agroalimentario global
y el papel de los inmigrantes en la agricultura local.
A través de la comparación entre dos casos de estudio mediterráneos y con referencia
al modelo californiano, este texto aporta al debate académico estimulado por la teoría
del régimen alimentario, investigando cómo la restructuración del capital agroalimentario
influye en la cadena de producción y comercialización con respecto a los procesos
de circulación del capital, así como en las relaciones sociales de producción que
tienen lugar en concreto en los territorios rurales.
La comparación ha permitido evidenciar las tendencias de transformación comunes a
las cadenas citrícolas que radican en Rosarno y Valencia, demostrando cómo en dos
territorios mediterráneos tradicionalmente conformados por una estructura productiva
minifundista se están progresivamente afirmando dinámicas productivas, comerciales
y relaciones sociales de producción que corresponden a las características fundamentales
del modelo californiano sintéticamente descrito.
De hecho, se ha podido comprobar cómo la crisis citrícola que afecta el territorio
de Calabria representa el síntoma más avanzado en términos de malestar social y económico,
debido principalmente a un proceso de transformación global y de ninguna manera temporal,
que actualmente involucra también una zona previamente muy competitiva como la zona
costera valenciana. La crisis se debe, por un lado, a una restructuración de la cadena
agroalimentaria, que se caracteriza por una fuerte concentración económica de la fase
comercial y especialmente de la distribución minorista, por otro lado, a la competencia
económica entre muchos territorios productores del mundo. En ambos países, una proporción
sustancial del producto se vende a la gran distribución organizada, ya empacado y
listo para aparecer en las estanterías de los supermercados, la parte restante se
dirige a los mercados mayoristas.
La expansión del modelo californiano en los territorios mediterráneos analizados se
determina entonces a través de la acción de las grandes corporaciones agroalimentarias.
En ambos casos de estudio, las marcas de supermercados han implementado relaciones
contractuales de suministro ‘en origen’, lo cual permite responder continuamente a
sus necesidades comerciales y logísticas. Pueden sobrevivir a las condiciones actualmente
requeridas por estas últimas solo los operadores comerciales y productivos capaces
de movilizar grandes cantidades de bienes y de capital, una gama amplia de productos,
a través de instalaciones logísticas nacionales o multinacionales. Resulta un proceso
de selección y concentración de los actores económicos, que se extiende a partir de
las grandes marcas de distribución minorista, hasta involucrar progresivamente todos
los niveles de la cadena de suministro y, finalmente, influir en las relaciones sociales
de producción que se expresan en la agricultura local.
De hecho, las dos cadenas comerciales requieren grandes cantidades de suministro,
basadas en la demanda del consumo final, tanto en términos de contención de los precios,
como de la eficiencia en las fechas de entrega. El uso de mano de obra agrícola inmigrante,
flexible y barata, constituye entonces un factor clave de ajuste económico frente
a la imprevisibilidad productiva y comercial. En ambos territorios la relación de
trabajo se realiza informalmente o a través de contratos de duración determinada,
pero a menudo se cotizan solo unos pocos días laborales de los efectivos. El precio
de transporte depende del trabajador, el convenio colectivo de trabajo agrícola es
ignorado y el salario, en su mayoría pagado a destajo, está por debajo del mínimo
sindical.
Además, se ha observado el modo en que la externalización generalizada de la recolección
induce una clara disociación entre la propiedad de la tierra y la organización del
trabajo estacional, prevalentemente a cargo de los operadores comerciales. Tal escisión
da como resultado una coexistencia contradictoria entre estructura productiva minifundista
y relaciones sociales de producción típicamente latifundistas: surge la necesidad
de una gran masa de mano de obra, concentrada en el tiempo y el territorio, manejada
por intermediarios laborales formales e informales, que se apropian de cuotas de salario
a cambio de los ‘servicios’ ofrecidos a los trabajadores.
En última instancia, la tradicional flexibilidad del trabajo agrícola estacional se
ha acentuado por la demanda del mercado citrícola e ‘inmigrantes justo a tiempo’ son
contratados, empleados y organizados en los dos territorios con sistemas y condiciones
laborales que son aparentemente diferentes, pero sustancialmente similares.