Introducción
EL CAMBIO CLIMÁTICO es un problema socioambiental de gran relevancia y urgencia, no
solo por las consecuencias que genera en las actividades humanas, sino también porque
nos obliga, como especie, a tomar conciencia de nuestro propio impacto en la naturaleza.
El hecho de que como seres humanos somos causantes y víctimas del cambio climático
-aunque no todos de la misma forma- dificulta el proceso de aceptación y respuesta
al problema.
La falta de respuesta al cambio climático es un tema que ha generado debate en las
ciencias sociales y sigue sin comprenderse del todo. Entre las razones propuestas
para comprender por qué las personas no estamos actuando contra un problema de tal
magnitud y urgencia encontramos la falta de información y la falta de interés de los
ciudadanos. La psicología también ha contribuido mediante el análisis del proceso
de negación del problema por parte de los individuos. A lo largo del texto, veremos
cómo este proceso ha sido elaborado sucesivamente en sociología como un proceso colectivo,
proporcionando, además, elementos críticos a la falta de información y de interés
como elementos explicativos para la escasa acción contra el cambio climático.
El objetivo de este artículo es reflexionar sobre la falta de respuesta al cambio
climático a partir de algunas aportaciones sociológicas y los resultados de una investigación
en curso en la Ciudad de México.
La hipótesis defendida en el presente artículo es que algunas emociones que los sujetos
sienten al recibir información y pensar en el cambio climático influyen en su respuesta
al problema. A partir de esta primera hipótesis, se mostrará cómo gracias a herramientas
proporcionadas por el estudio de los movimientos sociales y la sociología de las emociones
se pueden sugerir estrategias para enfrentar este problema.
Los resultados de investigación presentados se basan en entrevistas en profundidad
con miembros de un colectivo de ciudadanos que defiende el agua en la Ciudad de México.
Gracias a la disponibilidad de estos sujetos de compartir su sentir hacia el problema
del cambio climático ha sido posible empezar una reflexión que lejos de acabarse en
este artículo, se propone poner atención al problema de la percepción de los ciudadanos
acerca cambio climático, aspecto que en México ha sido desatendido hasta ahora, como
también reclama el psicólogo Javier Urbina, afirmando que:
[...] el número de estudios y publicaciones sobre percepción del cambio climático
en México es todavía insuficiente, pues el tema no se ha instalado como un componente
básico de los planes, programas, estrategias y acciones; dicho de manera breve y tajante,
la percepción social y la comunicación del cambio climático se contemplan de manera
tímida, apenas esbozadas, en los documentos oficiales del gobierno mexicano. (2017,
341).
El artículo se compone de cuatro apartados: el método y el caso de estudio de la investigación,
una breve introducción al enfoque sociológico de las emociones, y el problema de la
percepción del cambio climático en la que se compartirán algunos resultados de la
investigación. Sucesivamente, el análisis consistirá en una primera parte en la que
se describirán algunas emociones identificadas como clave en la respuesta al cambio
climático, y una segunda parte que presentará algunas estrategias para contrarrestar
dichas emociones. Se concluirá con una serie de reflexiones finales donde, más que
cerrar, se propone abrir puertas en el campo de la investigación social sobre el cambio
climático.
Método y caso de estudio
La investigación se basa en entrevistas en profundidad con miembros de la Asamblea
General de los Pueblos, Barrios, Colonias y Pedregales de Coyoacán, quienes, desde
febrero de 2016, están luchando contra el desperdicio de agua en la delegación Coyoacán
en la Ciudad de México.
No existiendo movimientos de base organizados alrededor del problema del cambio climático
en México, la posibilidad de trabajar con sujetos sensibles a las temáticas medioambientales
permite comprender las dificultades intrínsecas generadas por el cambio climático
hasta en sujetos empoderados y con una conciencia política y ambiental. Estos sujetos,
que no están ajenos al cambio climático y tienen que actuar contra los efectos del
mismo (Velásquez y Martínez 2012), son actores clave para comprender cómo construir
alternativas al cambio climático desde la ciudadanía, pues como mostraron Grin et al. (2010) y Leff (2011) los movimientos sociales son actores clave en la transición hacia la sustentabilidad.
Los comités de ciudadanos y en particular los que ya están organizados en defensa
del territorio, son centrales para desarrollar un cambio hacia un estilo de vida más
sustentable porque como sujetos sociales pueden incidir tanto en los diferentes niveles
de gobierno, a través de demandas de cambios de políticas, como en un cambio de estilo
de vida más sostenible, al promover prácticas proambientales y tener visibilidad e
influencia en sus territorios.
Trabajar con estos sujetos es relevante no solo para entender la percepción actual
del problema, que nos ayuda a comprender la falta de respuesta social, sino para poder
construir con estos sujetos estrategias para sensibilizar y comunicar los efectos
del cambio climático de manera que este se sienta como un problema colectivo y se
enfrente como tal, en cada territorio y en la cotidianeidad, partiendo de esta idea:
“si los efectos de un problema son percibidos como compartidos se creará un sentimiento
de corresponsabilidad para su resolución” (Solís y Salvatierra 2013, 33).
Como hemos dicho, este artículo se fundamenta en entrevistas en profundidad con miembros
de la Asamblea General de los Pueblos, Barrios, Colonias y Pedregales de Coyoacán
(en adelante, la Asamblea). Una las características de este colectivo es la fuerte
identidad local y del lugar que sienten los vecinos instalados en estas tierras, los
pedregales de Coyoacán, desde los años setenta, junto con el fuerte sentimiento de
injusticia y el dolor compartidos entre todos los miembros del grupo a causa del desperdicio
de agua que está llevando a cabo la empresa constructora ‘Quiero Casa’ en su obra
de avenida Aztecas 215, desperdicio que los miembros de la Asamblea denuncian como
ecocidio.
Esta experiencia se caracteriza por la solidaridad con otras luchas, como la de Ayotzinapa,
y con la de las poblaciones de otras colonias que sufren escasez de agua, así como
con la de los damnificados por el sismo del 19 de septiembre de 2017. La comparación
entre el desperdicio de agua que este colectivo denuncia en la delegación Coyoacán
y la escasez sufrida por decenas de miles de ciudadanos solo en la Ciudad de México
aumenta aún más su rabia y compromiso, legitimando su lucha.
A nivel organizativo, la Asamblea es un colectivo informal, que no se ha constituido
en A. C., se reivindica apartidista, y se autorganiza de manera horizontal y no jerárquica.
Su repertorio es no violento, e incluye la instalación de un plantón convertido en
el punto de referencia de la lucha frente a la obra de avenida Aztecas 215. El plantón
duró 220 días en 2016, habiendo sido desalojado el 5 de diciembre del mismo año y
retomado el 30 de agosto de 2017, sumando153 días en que la Asamblea estuvo en plantón
hasta el 31 de enero de 2018.
Este colectivo se singulariza por una autoformación permanente que, además de la convivencia
en el plantón, se puede observar en la experiencia de la escuela popular ‘piedra y
manantial’ que organizan todos los viernes antes de su asamblea semanal, además de
los diversos talleres y actividades que se realizan en el espacio del plantón entre
semana.
Aunque la riqueza de esta experiencia urbana de defensa del agua no se puede resumir
en tan solo algunas líneas, en lo que concierne a la comprensión de la percepción
del cambio climático es relevante entender que estos sujetos son personas sensibles
a los problemas medioambientales, de extracción popular, con un nivel de estudios
universitarios (6 de 8 de los entrevistados han estudiado una carrera), y con escasa
o nula confianza en las instituciones, todos ellos elementos que, como veremos a continuación,
influyen en la construcción social del cambio climático.
Entre los entrevistados contamos con ocho personas, cuatro mujeres (E1, E2, E3, E5,)
y cuatro hombres (E4, E6, E7, E8), la mitad adultos y adultos mayores (más de 40 años
hasta pasados los setenta) (E1, E2, E3, E8) y los demás jóvenes adultos entre 20 y
40 años (E4, E5, E6, E7).
Los entrevistados muestran, además, que en su cotidianeidad promueven prácticas proambientales
como el uso del trasporte colectivo y de la bicicleta como medio de trasporte, el
consumo de alimentos producidos localmente y no industrialmente, el uso eficiente
del agua, el reciclaje de desechos, la reutilización, la disminución del uso de productos
desechables y de plástico, la atención de no consumir determinados productos estéticos
o de limpieza que pueden contaminar, etc. Estas prácticas se promueven tanto por su
sensibilidad ambiental como social, y están motivadas por sus valores e identidad,
e influyen en cómo ven el mundo y en sus emociones, las cuales se consideran en sociología
como construcciones sociales y culturales, como veremos a continuación.
Las emociones desde la mirada sociológica
Al estar las emociones a menudo asociadas con la psicología o la neurociencia como
componentes exclusivas del individuo o como objeto de estudio de otras disciplinas
tales como la filosofía, la antropología, o la historia, es necesario aclarar qué
presupone analizar las emociones desde una mirada sociológica.
La sociología empieza a ocuparse de emociones en tiempos relativamente recientes,
gracias a sociólogos como Hochschild (1979, 1983), que desde finales de los años setenta muestra cómo las emociones son también resultado
de la interacción social; Kemper (1978), quien desarrolló el modelo de estatus y poder (status y power model); Collins (1975), y, Heise (1988), con la teoría del ‘control afectivo’ (affect control theory). Estos últimos proponen analizar las emociones desde un enfoque estructural que
muestra cómo estas son determinadas por la estructura social, tanto a nivel macro
(Kemper 1978), como a nivel micro (Collins 1990; Scheff 1990). Por otro lado, Hochschild (1979, 1983) propone un enfoque cultural y constructivista, al considerar las emociones como productos
de la cultura e introducir los conceptos de “reglas del sentir” y “manejo o trabajo
emocional”.
Las reglas del sentir son reglas no escritas aprendidas a través de la socialización
y guían lo que sabemos es correcto sentir o aquello que la sociedad espera que sintamos
y/o expresemos en distintas ocasiones. Una regla del sentir muy común es el ser felices
durante una fiesta, como puede ser el día de una boda. El hecho de que el ser humano
pueda sentir otras emociones diferentes de las esperadas lo hace sentir incómodo,
expresando sentimientos que en realidad no siente con tal de ser aceptado socialmente.
Este esfuerzo de adaptación se ha definido como manejo o trabajo emocional, y puede
ser superficial, cuando solo expresamos la emoción esperada, o en profundidad, forzándonos
a sentir la emoción “correcta”.
El que muchas emociones no sean algo universal sino algo cultural se pone de manifiesto
cuando personas con diferentes culturas pueden sentir la misma emoción, como la vergüenza,
por ejemplo, en contextos totalmente diferentes. Esto sucede porque desde niños somos
socializados, en la familia o en otras instituciones como la escuela, a sentir determinadas
emociones en determinados contextos. Estas se fortalecen en la interacción social,
construyendo marcos de interpretación de la realidad coherentes con las reglas del
sentir. Emociones como el respeto a la autoridad y el orgullo nacional son el resultado
de la educación y la cultura que el ser humano recibe. La diferencia en que, por ejemplo,
se sienta desprecio o compasión hacia un pobre, depende de cómo interpretamos la pobreza,
si como una culpa del individuo que no ha hecho lo suficiente para salir de su condición
o como una consecuencia de la desigualad producida por el sistema económico y social.
El hecho de que estas reglas sean socialmente construidas hace que se puedan desafiar
o cambiar. Entonces, encontramos que gracias a movimientos sociales que consiguieron
un cambio cultural, como el movimiento feminista o el movimiento por los derechos
de las personas con preferencias sexuales diferentes, la vergüenza de ser homosexual
se haya convertido, por ejemplo, en orgullo (gay pride), o el sentimiento de culpabilidad por no ser una buena ama de casa, en satisfacción
por ser una mujer feliz, a pesar de no tener hijos o no estar casada. Asimismo, en
México, el movimiento zapatista en Chiapas hizo que mucha gente sintiera orgullo en
lugar de vergüenza por ser indígena.
Estos casos muestran la dimensión colectiva de las emociones, es decir, el hecho de
que las emociones no solo son parte de la psique del ser humano, sino que se socializan.
Compartir emociones con otras personas nos acerca a ellas, y puede fortalecer una
identidad colectiva. Además, también se ha mostrado cómo el ser humano puede reflexionar
sobre lo que siente o sentir a partir de lo que piensa. Por ejemplo, podemos sentir
vergüenza por haber pensado algo que consideramos inoportuno, o enfadarnos con nosotros
mismos porque sentimos esa vergüenza, que entra en contradicción con nuestros valores.
De este modo, también se ha demostrado que la cognición y las emociones están siempre
interrelacionadas.
Según este enfoque constructivista social, lo que los seres humanos sentimos lo interpretamos,
y el resultado de nuestra interpretación es lo que nos hace actuar. Esto desmiente
la idea de que las emociones son la causa de la acción irracional del ser humano sino
que, más bien, son parte de nuestra racionalidad.
Sentir, pensar y actuar son tres acciones inescindibles, a pesar de que el dualismo
entre emociones y racionalidad no esté del todo superado y de la estigmatización de
las emociones como elementos desestabilizadores y amenazadores de la racionalidad
humana.
La supresión de las emociones con el fin de parecer más objetivos o racionales -que
es en realidad una estrategia de manejo emocional construida culturalmente y que refleja
la visión del mundo positivista- condujo a que las emociones fueran excluidas de las
ciencias sociales como la sociología, hasta hace unas pocas décadas. Esta estrategia
también se utiliza para desprestigiar a actores sociales que manifiesten públicamente
sus emociones, como ha sido el caso de las víctimas de abusos sexuales en los EUA
(Whittier 2001), o el uso de la etiqueta NIMBY (no en mi patio trasero), que desacredita a los ciudadanos
que se oponen a instalaciones en sus territorios identificándolos como egoístas, irracionales
o ignorantes. La racionalidad como estrategia de trabajo emocional es una técnica
que tiene el objetivo de evitar la capacidad movilizadora de las emociones, principalmente
recurriendo a evidencias científicas, desacreditando las experiencias narradas por
las personas, tachándolas de “histéricas” y ridiculizando a quien utiliza un lenguaje
emocional.
Para concluir el presente apartado, comprender el papel de las emociones para discernir
las acciones humanas, tal como la respuesta al cambio climático, es un reto que enfrentamos
actualmente y aunque “el análisis del cambio climático se complica más si agregamos
los factores psicológicos y sociales” (Urbina 2012, 45), es evidente la necesidad
de enfoques que incorporen la subjetividad y la dimensión emocional para comprender
la percepción del cambio climático.
La construcción social del cambio climático
Para comprender la respuesta al cambio climático es necesario ante todo comprender
la percepción del problema, pues el reconocimiento social de un problema no siempre
tiene que ver con su magnitud física, sino con normas sociales que “posibilitan que
una situación ambiental adquiera el estatus de objeto de preocupación” (Lezama 2004, 14).
Uno de los primeros resultados que emergen de las entrevistas con los miembros de
la Asamblea es que el cambio climático es un problema real y serio, pero, al mismo
tiempo, fuera de su alcance.
Mostraré en esta primera parte los elementos que hacen percibir el cambio climático
a estos sujetos como un problema, pasando sucesivamente a analizar por qué a pesar
de esto, el cambio climático no es un tema debatido colectivamente y no está en su
agenda de lucha. Elementos que permitirán contribuir a la comprensión de la falta
de respuesta al cambio climático.
El hecho de que estos sujetos perciban el cambio climático como un problema se debe
a sus valores, visión del mundo y experiencia en defensa del agua y del territorio,
más que a los efectos del mismo o al conocimiento que tienen del problema.
En cuanto a la información, no se observa una falta absoluta de la misma, sino como
en otras investigaciones (Norgaard 2011), existe cierta confusión y mucha heterogeneidad
en la información de los entrevistados sobre el tema, indicador de que el cambio climático
no es un tema que se discute colectivamente. Cabe señalar también que la mayoría de
los entrevistados no buscan información sobre el tema, sin embargo, todos expresaron
su interés en recibir más información.
A diferencia del caso de Norgaard (2011) donde la disminución de la nieve en una comunidad
rural de Noruega afectaba tanto la economía local como la identidad y la cultura,
en el caso de la Ciudad de México los entrevistados perciben un cambio general en
las estaciones y un aumento de intensidad de algunos eventos atmosféricos que no tienen
todavía mayores efectos en sus vidas cotidianas, como afirma este joven:
Yo creo que en la ciudad no lo vemos tan cotidiano, porque no somos los que sembramos,
no somos los que vemos cómo el campo ya no da, cómo los ríos se secan, no lo vemos
tan cotidiano. Los que lo ven más cotidiano son los que viven con la naturaleza. E6
El extracto pone en evidencia la dificultad de percibir el cambio climático en la
ciudad por no tener una relación directa con la naturaleza, como sí la pueden tener
las personas que viven y trabajan en el campo. El hecho de que falten espacios verdes,
de que no estemos acostumbrados a convivir o a observar la naturaleza, y de que en
la ciudad ya no tengamos un vínculo con los ciclos naturales son elementos que dificultan
la percepción del problema.
En cuanto a los efectos del cambio climático percibidos, la mayoría de los entrevistados
lo asocian a la contaminación atmosférica, aunque algunos también dicen percibirla
como normal, y a las inundaciones que padecen algunas zonas de la ciudad. A pesar
de estar muy sensibles a la temática del agua, el cambio climático no se asocia con
la escasez de agua o con la pérdida de biodiversidad, problemas relacionados con el
desarrollo de la ciudad y el modelo económico.
Las dificultades de asociar el cambio climático con efectos locales no impiden que
el cambio climático se perciba como un problema porque estos sujetos lo asocian con
el cambio ambiental global, que pueden observar en su vida cotidiana comparando el
territorio en el que viven con el pasado, o con efectos en el mismo como el aumento
de la contaminación del aire y las enfermedades derivadas de la misma, la pérdida
de biodiversidad, de fuentes de agua y de cobertura forestal o de árboles.
AL preguntar a los entrevistados si se sentían afectados por el cambio climático,
una de las entrevistadas de mayor edad contestó: “Sí, claro, eso es lo que nos acarrea
las enfermedades también. El cambio climático trae enfermedades (...) a los bronquios,
una pulmonía” (E1), y otra mujer de mediana edad, contestó con estas palabras:
Claro, por supuesto. A todas partes lo vemos. (…) donde había un árbol hoy hay un
poste, donde había una jacaranda hoy hay banquetas, donde había un riachuelo hoy hay
departamentos. Inclusive en la provincia, en las carreteras, salía uno y veía tanto
verde, tantos árboles, a las orillas de las carreteras ya no hay nada. E2
La percepción del cambio climático como un problema es entonces posible porque estos
sujetos lo asocian con el cambio ambiental global que ellos observan y perciben como
una consecuencia del modelo de desarrollo capitalista que critican. Esto hace que
los responsables del cambio climático sean identificados en la clase política y empresarial,
como afirma esta mujer al contestar qué piensa del cambio climático:
[El cambio climático] es producido igualmente por los poderosos, no les interesa hacer
crecer sus grandes empresas sacrificando lagos, lagunas, árboles, bosques completos,
montañas. Masacran todo lo que pisan, todo lo que tocan. E2
Tanto sus creencias y valores como el apego al lugar que caracteriza a estos sujetos,
permiten superar las dificultades de percibir el cambio climático relacionadas con
la falta de información, en donde se circunscribe el tener que entender las ciencias
climáticas, o manejar la información difundida por los escépticos acerca del problema.
Como dijo uno de los jóvenes más informado sobre el tema:
De que estamos afectando y alterando los ecosistemas, y que esto se está viendo reflejado
en el incremento de la temperatura con el calentamiento global que determina el cambio
climático, yo sí le veo lógica. E4
Aunque los entrevistados tengan en su mayoría un nivel educativo alto (licenciatura)
nadie estudió ciencias relacionadas con el clima, pero eso no impide que el cambio
climático, asociado con el cambio ambiental global sea percibido como un problema.
Esto confirma las ideas de investigadores como Read et al. (1994) quienes afirmaron que la dificultad de las ciencias climáticas no es un impedimento
insuperable si por ejemplo el cambio climático se asocia con las emisiones de CO2 -producto de la combustión fósil- y que se pueden percibir fácilmente en áreas urbanas
e industriales.
Además de sus creencias y valores, el apego al lugar es una emoción que contribuye
a la percepción del problema. Como resultado del estudio de los conflictos socioambientales
(Poma 2017, Poma y Gravante 2017a), el apego al lugar puede ser un vínculo afectivo movilizador
para la defensa del territorio y el desarrollo de prácticas proambientales. En las
zonas urbanas esto se complica pues la movilidad laboral y el estilo de vida urbano
no propician el desarrollo de vínculos afectivos entre el lugar y sus habitantes (Giuliani 2004) y esto puede generar un desapego o desinterés hacia los cambios que pudiera sufrir
el territorio. A eso se añade la dificultad para los habitantes de las ciudades de
mantener un conocimiento de los ciclos naturales, y “percibir los sistemas urbanos
como ecosistemas” (Pérez et al. 2006, 124) que impiden percibir los cambios ambientales globales y la gravedad de su impacto
en el territorio urbano.
Cuando pregunté a una entrevistada qué sintió cuando talaron los árboles del área
donde ahora están construyendo unos edificios y produciendo el desperdicio de agua
que la Asamblea está denunciando, ella contestó:
Es que fue un corajísimo [sic], e impotencia, y es lo que yo creo que nos tiene aquí, y creo también porque estamos
dice y dice [sic] que queremos a nuestros patos.1 Somos gente, yo creo, sensible a todos los cambios climáticos. E3
La fuerte identidad y apego al lugar que caracteriza a los miembros de la Asamblea,
nos permite observar cómo este vínculo se puede alimentar y mantener aun viviendo
en la ciudad, y cómo la coexistencia de apegos a nivel local y a nivel global (Feitelson 1991; Devine-Wright 2013) ha permitido no solo la movilización en defensa del agua, sino también que perciban
los cambios ambientales globales, tal como lo evidencia el testimonio de otra mujer:
El cambio climático es un problema bastante grande y eso sí para todo el planeta.
(…) Todo esto se percibe, mira, aquí tiraron muchos árboles, en Reforma e Insurgentes
han tirado, en Álvaro Obregón también, y vemos cómo tiran árboles, y los niditos de
los pájaros, allí mueren los pajaritos. Todo esto daña el planeta, todo. (…) Cielo,
mar y tierra son los que nos dan la vida a la humanidad. Pero el día que nos sanemos
como humanos, ese día va a ser de armonía para todos. E1
Los testimonios de estas dos mujeres, una mayor y otra de mediana edad, son ejemplo
de cómo la sensibilidad hacia el medio ambiente puede mantenerse aun viviendo en la
ciudad, y cómo eso influye en la capacidad de percibir el cambio climático, a pesar
de no ser todavía tan evidente como en otros contextos.
En conclusión, este apartado ha podido mostrar de qué manera los entrevistados perciben
el cambio climático como un problema, pero no explica todavía por qué, no obstante
eso, no hablan colectivamente del mismo y no es parte de su agenda de lucha. Para
ello, en el siguiente apartado analizaré algunas emociones generadas al recibir información
sobre el cambio climático y que podrían ser factores explicativos para comprender
la falta de respuesta al problema.
El papel de las emociones en la respuesta al cambio climático
Que las personas perciban el cambio climático como un problema es el primer paso para
comprender la respuesta al mismo, pero no es suficiente solo conocer si es percibido
como un problema pues hay muchos problemas ambientales, sociales y personales que
por varias razones no se enfrentan o no tienen solución. Entonces, el paso sucesivo
de la investigación ha sido explorar la dimensión emocional de la construcción del
problema, es decir, las emociones que los sujetos sienten al pensar en el cambio climático,
o asociadas con el mismo.
El tema del cambio climático genera diferentes emociones en las personas, algunas
ocasionadas por la información acerca del problema, otras como resultado del lugar
que las personas sienten ocupar respecto al problema, como causantes y/o víctimas,
y a sus relaciones sociales, que incluyen las emociones hacia otros actores, sean
estos las generaciones venideras o los tomadores de decisión quienes implementan las
medidas para mitigarlo.
Por ejemplo, una encuesta llevada a cabo por el Center for Climate Change Communication de la Universidad de Yale, muestra diferentes reacciones al cambio climático, que
incluyen desde el estar interesados, al estar disgustados y preocupados, y entre las
emociones y estados de ánimo emergen el optimismo, la impotencia, la rabia, la tristeza,
el miedo, la depresión y la culpa.
Norgaard (2011), en una investigación etnográfica en Noruega, muestra que el cambio
climático generaría emociones “incómodas” como miedo, impotencia y culpa, que relaciona
con la negación al problema, considerado como un proceso social que se consigue a
través de diversas estrategias de trabajo emocional (Hochschild 1979, 1983) en respuesta a estas emociones incómodas.
Por otra parte, la literatura también ha mostrado que las emociones son centrales
para la aceptación de las medidas contra el cambio climático en dos direcciones: la
primera es la relación entre ciudadanos y autoridades, la segunda es el no considerar
las emociones en la producción de las políticas y medidas. Burley et al. (2007), por ejemplo, muestran cómo el no considerar el apego al lugar en la restauración
de un tramo de costa en el Reino Unido, aunado a no haber sabido construir una relación
con los residentes y haber ignorado el conocimiento local, generó un sentimiento de
alienación. En la misma línea, Agyeman et al. (2009) defienden la idea de que las políticas de adaptación e intervención deberían incluir
los vínculos afectivos con el lugar, pues al no considerar la dimensión emocional
de los sujetos que viven en el territorio cualquier intervención podría llevar a una
oposición de las poblaciones locales.
En este apartado mostraré algunas emociones que emergen en las entrevistas llevadas
a cabo con los miembros de la Asamblea y que, siguiendo la propuesta de Norgaard (2011),
influyen en la respuesta al cambio climático: la impotencia, el miedo, que veremos
son diferentes, la culpa, la rabia o la frustración, y, finalmente, las emociones
hacia las autoridades.
A pesar de que todos los entrevistados contesten que el cambio climático es un problema,
en las entrevistas emergió la dificultad de actuar contra el mismo, lo cual refleja
que el cambio climático no es parte de la agenda de lucha de estos sujetos, ni tampoco
los argumentos de discusión colectiva, elemento que tanto Immerwahr (1999) como Norgaard (2011) asocian con emociones incómodas.
El primer resultado que surge del análisis de las entrevistas, y que ya fue identificado
en la literatura, es la abstracción del problema o la dificultad de integrar la información
sobre cambio climático en la vida cotidiana. Como mostré en el apartado precedente,
estos sujetos han sido capaces de asociar el cambio climático con algunos cambios
ambientales globales que ellos observan en su entorno y enmarcarlo como una consecuencia
del sistema capitalista, haciendo que el cambio climático se perciba como un problema.
Aun así, no siempre y no todos los sujetos hacen esta asociación, pudiendo crear incomodidad,
pues, como dijo una entrevistada: “A veces se habla como de cambio climático, pero
que se escucha muy así… como que no concreto” (E5).
Otra emoción que emerge del análisis de las primeras entrevistas, y que también ha
sido identificada en la literatura como una emoción con influencia en la respuesta
al cambio climático es la impotencia. La impotencia está relacionada con pensar que
el problema no tenga solución, pero también con la falta de agencia o sentimiento
de eficacia de los sujetos. En el caso de los miembros de la Asamblea, siendo sujetos
empoderados, la impotencia está relacionada con pensar que el cambio climático sea
un problema sin solución, como muestran las palabras de este entrevistado:
A mí lo que me preocupa es que no haya una solución, porque me parece que no la hay,
o sea, todo empeora, entonces si no hay una solución, a todos, capitalistas, comunistas
y lo que sea, nos va a llevar. E6
Este mismo entrevistado sugiere que sería necesario tener más información sobre las
alternativas, para revertir esta impotencia que él siente. El hecho de que el cambio
climático sea un problema a gran escala, asociado con diversa información acerca de
eventos atmosféricos extremos y a desastres naturales frente a los que las personas
se sienten impotentes alimenta la creencia de que no haya solución.
Los datos proporcionados por los científicos del clima y las noticias acerca de desastres
como huracanes, sequías, etc. hacen ver lo más devastador del cambio climático que,
junto con el fracaso de la diplomacia climática y de la actitud de países como Estados
Unidos, no genera esperanza. Uno de los retos de la comunicación del cambio climático
es empezar a reflexionar sobre los efectos de la información que se difunde entre
las personas, y pensar cómo se puede alertar y generar preocupación sin llegar a generar
impotencia y miedo.
El efecto que genera la información sobre el cambio climático, y que desmiente la
hipótesis de que a más información sobre el problema haya más respuesta, se observa
en investigaciones que muestran la falta de correlación entre mayor información y
respuesta al cambio climático (Immerwahr 1999, Norgaard 2011). Eso pasaría porque la información sobre el cambio climático puede
tener un efecto negativo en la preocupación y la responsabilidad personal sentida
hacia el problema. Los más informados se sienten menos responsables (Immerwahr 1999) y pueden también sentirse abrumados por la información que tienen, si no manejan
las emociones que dicha información genera. Así, uno de los entrevistados más informados,
por ejemplo, afirma:
Lo que me cuestiono es si nos va a dar tiempo. La magnitud del problema y la velocidad
a la que se están dando los fenómenos en el nivel de respuesta que nos veo como sociedad
me hace cuestionarme si nos va a dar tiempo. No quiero ser pesimista, este escenario
trato de no meterlo en mi cabeza, y mejor irme por lo positivo, pero si luego anda
allí rondando, sobre todo cuando veo ciertas actitudes, de la gente o de mí mismo,
incluso de mí mismo. E4
Como mostré en el apartado sobre cómo entendemos las emociones en sociología, las
emociones interactúan entre ellas, y un ejemplo es el miedo hacia el futuro que genera
la impotencia. Como muestra Norgaard (2011), ese sentimiento de inseguridad, que en
México se suma a la inseguridad por la violencia en el país y a la precariedad económica,
no solo influye en las elecciones de vida de los jóvenes, que ven con pesimismo su
futuro, sino también en la negación del problema. Este miedo al futuro se observa
en los entrevistados jóvenes que se encuentran en la década de los treinta, y que
ya están viendo su proyecto de vida alterado por este sentimiento de inseguridad.
Una de las entrevistadas, por ejemplo, identificó en esta inseguridad una de las razones
por las que no ha tenido hijos, mientras otro joven así lo expresa:
Pues justamente que me empiezo a cuestionar qué tipo de futuro voy a tener. Mi futuro
no a cincuenta años, sino en la próxima década. Y también los que vienen atrás de
mí, gente que conozco, familiares que tengo, que son menores de edad, y yo digo “¿y
entonces a ellos qué les va a tocar enfrentar?” Si a mí ya me está tocando enfrentar
esto, ¿a ellos qué les va tocar enfrentar? Entonces esto es como el motor de involucrarme
en hacer algo. Por ejemplo, luchar, informarme, entender cómo funcionan las cosas.
Cómo se pueden remediar. Qué está pasando. Como un pequeño diagnóstico, por qué llegamos
a esto. Y ahora cómo lo podemos resolver o enfrentar, mitigar, o como sea. E4
Este extracto es ilustrativo porque permite ver que la información que este joven
tiene, junto con su experiencia, lo lleva a un estado de ánimo pesimista, que él intenta
manejar manteniéndose optimista. Esto es lo que Hochschild (1979, 1983) definió como trabajo emocional. La estrategia en este caso es suprimir el pesimismo,
que el sujeto no quiere sentir, pero sí está sintiendo, convirtiendo el miedo al futuro
en motor para la acción.
Como se mostró en otra investigación (Poma y Gravante en prensa) la participación
en la acción colectiva es central para superar emociones incómodas como impotencia,
miedo y desesperanza. Esto confirma la importancia de trabajar con sujetos organizados
para poder comprender cómo superar las dificultades que hacen que no haya respuesta
social al cambio climático, con el objetivo de construir alternativas que sean aceptadas
y compartidas socialmente.
Además de la impotencia y el miedo que ocasiona el pensar que estamos frente a un
problema sin solución que amenaza nuestra seguridad, otro elemento que dificulta la
respuesta al cambio climático es el dilema de ser causantes y víctimas.
Al explorar la percepción acerca de los causantes del problema, casi todos los entrevistados
identifican como causantes la producción industrial y el modelo de desarrollo capitalista
que estos sujetos critican, siendo aún escasa la percepción del papel de causante
del consumidor individual, ya que como afirmaron dos entrevistadas “son las empresas
y las grandes fábricas que contaminan” (E5); “Ellos [los que están en el poder] son
los que están propiciando el cambio climático” (E2).
Si por un lado la identificación de responsables o culpables es un elemento central
para que haya movilización (Poma 2017), ya que sujetos organizados que identifican los causantes de un problema pueden
pedir cambios y la resolución del problema, por el otro, desplazar la responsabilidad
hacia altas autoridades o tomadores de decisión ha sido identificado en la literatura
como una forma de rechazar el involucramiento (Opotow y Weiss 2000). El hecho de que el cambio climático se perciba como un problema creado desde lo
alto y, además, caracterizado por un modelo de intervención top-down por parte de las instituciones, puede dificultar aún más el enfrentar el problema,
como lo señala un entrevistado:
Allí es que viene también un poco lo que es la idea dominante de que el cambio está
en uno mismo, la hacemos nuestra. Cuando sí, el cambio está en uno mismo, pero también
junto con otras, junto con otros, y eso es lo importante. Las personas que están alrededor
pueden poco a poco no gastar tanto el agua, o que no se tire tanto el agua, tener
lombricomposta, o composta en diferentes zonas de sus casas, o espacios de sus casas,
intentan comprar menos ropa, o menos plástico, pero eso siempre es potenciado cuando
uno puede estar organizado. Y creo que eso es todavía lo que hay que vislumbrar más
allá, el estar organizado para no creer que únicamente tirando menos agua se puede
[enfrentar el cambio climático], cuando Nestlé o Quiero Casa tiran millones y millones
[de litros de agua]. E7
La falta de actuación de los actores identificados como principales culpables del
cambio climático, sabiendo que hay sectores, países o actores que contaminan más que
otros, y en consecuencia que inciden más que otros en el cambio climático, genera
frustración e impotencia hacia los sujetos que quieren hacer algo para enfrentar el
cambio climático. Veremos más adelante cómo estas emociones son manejadas por estos
actores, que siguen promoviendo prácticas proambientales.
El papel de causantes, que sienten las personas con más información sobre el problema,
genera también sentimientos de culpa e impotencia:
Yo cuando les daba clase a mis alumnos decía cuánto se gasta o cuánto destruimos para
tener una cosa de estas (muestra el celular) y estoy dispuesto a decir en aras del
cambio climático para que ya no siga afectándonos deshagámonos de estas cosas tan
contaminantes, y así muchas. (…) Porque pues uno se ha acostumbrado a cierta comodidad,
a final de cuentas. Entonces yo creo que para mí este es el principal dilema: si vamos
a estar dispuestos a hacer este sacrificio y en el tiempo que se requiere, porque
ya es de ya, no es de mañana, en diez años. Por lo que yo he leído es en esta década
que está por terminar, o si no, nos vamos a tener que atener a las consecuencias.
E4
El evadir la culpa de estar contribuyendo al cambio climático, junto con el miedo
a tener que renunciar a ciertas comodidades que consideramos imprescindibles podrían
también estar en la base de la elusión del problema.
Además de la culpa para ser causantes del cambio climático, la culpa también se puede
sentir a causa de la injusticia climática. Como muestra Norgaard (2011), las personas
que entrevistó en Noruega se sentían culpables para ser sujetos privilegiados (esto
es, de un país del primer mundo con un alto estilo de vida) respecto a otros que puedan
estar sufriendo más los efectos del cambio climático sin haberlos generado. Este no
es el caso de los miembros de la Asamblea, que en su mayoría atribuyen la responsabilidad
del cambio climático a otros sujetos, pero otra culpa que podría emerger es la relacionada
con las consecuencias de nuestras acciones que enfrentarán generaciones venideras.
Actores comprometidos socialmente y con el medio ambiente, como son los miembros de
la Asamblea, superan este sentimiento de culpabilidad gracias a su compromiso y a
las prácticas proambientales que llevan a cabo cotidianamente.
Una de las razones que explican el porqué no se sienten tan responsables del cambio
climático es que todos llevan a cabo prácticas proambientales, desde la reducción
de plástico al uso de transporte colectivo, el reciclaje, la reutilización, el uso
de bombillas de bajo consumo, la reducción de basura, etc. Al preguntar a los entrevistados
si les generaba frustración hacer estas prácticas cuando a su alrededor no ven que
se estén haciendo esfuerzos al respecto o que los mismos programas municipales, como
el ‘Hoy no circula’ o el de ‘Basura cero’, no están generando los resultados esperados,
la respuesta es que lo hacen porque se sienten bien con ellos mismos, o como dijo
una mujer:
El día que me vaya yo de este mundo, me voy con satisfacción de haber puesto mi granito
de arena, para que no haya tan cercana una hecatombe ecológica, pero estos la están
acelerando. A ver cómo se van de este mundo. Porque todos vamos al mismo agujero,
aunque tengan millones de pesos. E2
La frustración se supera con la satisfacción de saber que se está haciendo algo, y
eso permite superar también el sentimiento de culpabilidad de ser causantes del cambio
climático, o de no estar actuando y así condenar a las futuras generaciones a un futuro
no solo incierto sino posiblemente peor que el actual.
Para concluir este apartado, quiero tratar unas emociones que también influyen en
la falta de respuesta al cambio climático, por lo menos en México: los sentimientos
de alienación hacia la política y las emociones hacia las autoridades.
Norgaard (2011) muestra que a pesar de la confianza que los noruegos sienten hacia
la autoridad y su democracia, las emociones como el miedo a perder la seguridad ontológica,
la culpa y la impotencia son suficientes para que las personas evadan el problema.
En mi investigación, al trabajar con sujetos empoderados y con sensibilidad hacia
las problemáticas ambientales, he podido observar que la relación entre los tomadores
de decisiones y los ciudadanos es una variable relevante en la respuesta al cambio
climático.
Al preguntar a los entrevistados lo que pensaban de las medidas implementadas en la
Ciudad de México para enfrentar el cambio climático las respuestas fueron todas en
el mismo sentido: “engaño vil y perverso” (E4), “arma de doble filo” (E7), “(puro)
discurso” (E2, E7, E5), “demagogia” (E4), “negocios” (E4 y E6), y “paliativos” (E5).
La opinión de los entrevistados acerca de tales medidas es que no van a la raíz de
las cosas, sino cubren intereses particulares, como lo expresa un entrevistado:
Como todos los proyectos del gobierno los siento como que usan un problema real para
hacer un negocio para ellos. Las medidas que toman y lo que hacen, no vemos que de
verdad enfrenten el problema, porque lo del “hoy no circula” ¿qué haces? Que los que
venden carros, vendan más, no venden menos. Que el que tenga, que la gente vea ya
por tener un carro que circule diario, o si no tiene uno que no circula un día, tener
otro para suplir el día que no circula. O sea, no se genera conciencia. E6
Esa percepción es el resultado de la experiencia de los sujetos, no solo en la lucha
que encabezan ahora, sino en su experiencia de vida en la que la relación con las
autoridades ha generado o fortalecido emociones contrasubversivas (subversive counter-emotions), en lugar de emociones que cimientan las estructuras sociales y las relaciones de
dominación (cementing emotions) (Flam 2005). Al asociar las medidas con los intereses particulares de los que están en el poder,
no solo estas medidas pierden legitimidad, sino que pierde validez todo discurso alrededor
del cambio climático, como muestra este testimonio:
Cuando se empieza a manejar en términos políticos, esta política demagógica y utilitaria,
allí es cuando yo siento que pierde toda validez. Y lamentablemente el cambio climático
ha caído en eso. El discurso político del cambio climático desde las instituciones
se ha vuelto una demagogia impresionante y un negocio muy lucrativo. Y ahora que estaba
leyendo algunas cosas de esto que es el negocio verde, de “ahora te vamos a vender
la solución” (…) allí es cuando yo digo “No, nos están dorando la píldora”. E4
La desconfianza se basa en el hecho de que se asocian las medidas contra el cambio
climático a negocios particulares, pero además se alimenta de la identidad colectiva
de “nosotros”, el pueblo, contra “ellos” que son los que contaminan, a los que no
les interesa cómo vive el pueblo, y en esa construcción se asocian diferentes emociones
a diferentes actores, como muestra este testimonio:
A ellos los enajena el poder y la ambición. Ellos están posicionados por eso. No mueven
un hilo si no es por poder o por ambición. Y nosotros, la diferencia es que el pueblo
mueve los hilos por dignidad, por convicción, por amor. E3
Otra entrevistada más joven, también expresa su sentir hacia los tomadores de decisión
y afirma:
Yo siento que ellos nunca van a la raíz de las cosas, que todos son paliativos chiquitos,
que intentan… simular, o para hacer ver que están preocupados por el cambio climático,
cuando en realidad no están preocupados, porque si no ya hubieran parado esto (el
desperdicio de agua en avenida Aztecas 215). E5
La relación con las autoridades es el resultado de una construcción social que también
está influida por emociones, pues se basa en la experiencia de los sujetos. Transformar
eso significa cambiar la cultura política de un país, lo cual es un proceso que necesita
tiempo y un cambio radical, no obstante, todos los entrevistados piensan que se podría
empezar a actuar desde lo local:
Bueno, hoy ya nos preocupamos por comer mejor, por dejar grasas, harinas, y no sé
cuántas cosas químicas, y volver un poco hacia lo natural, y eso ya es un gran avance.
Si empezamos ya a comer diferente, empezamos a consumir diferente, entonces el día
de mañana vamos a pensar diferente, porque ya somos diferentes. E2
Este cambio cultural es lo que se produce gracias a la participación en el conflicto
(Poma 2017), y que podría estar con la base de un cambio hacia un estilo de vida más sostenible.
Este cambio también se ve influido por la experiencia de los sujetos, su proceso de
empoderamiento y las emociones asociadas a estos.
Concluyo este apartado en el que se mostró cómo ciertas emociones que se sienten en
relación con el cambio climático (impotencia, frustración, miedo al futuro, culpa
de estar contribuyendo al cambio climático, y desconfianza hacia las autoridades)
pueden influir en cómo se enfrenta. Estas emociones son incómodas para los sujetos
que las sienten (Norgaard 2011), lo cual provoca que no se hable ni de ellas ni del
problema que las genera, que en este caso es el cambio climático. Mientras Norgaard
(2011) mostró el papel del trabajo emocional en la negación socialmente construida
del cambio climático, en el siguiente apartado se quiere mostrar de qué forma algunas
estrategias de trabajo emocional podrían ser útiles a la hora de enfrentar el problema.
Estrategias de manejo emocional para actuar en contra del cambio climático
En el apartado anterior vimos que uno de los jóvenes entrevistados intentaba manejar
el pesimismo que genera el pensar en el cambio climático.
Otra estrategia de manejo emocional que el cambio climático requiere es sobrellevar
la impotencia. Como sugirió uno de los entrevistados, la impotencia se puede sobrellevar
mostrando que hay alternativas, y enmarcando el desafío que representa el cambio climático
en algo alentador, como hace Naomi Klein en la introducción de su libro Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima:
Hay formas de evitar este desalentador futuro o, cuando menos, hacerlo mucho menos
aciago. El problema es que todas ellas implican también cambiarlo todo. Para nosotros,
grandes consumidores, implican cambiar cómo vivimos y cómo funcionan nuestras economías,
e incluso cambiar las historias que contamos para justificar nuestro lugar en la Tierra.
La buena noticia es que muchos de esos cambios no tienen nada de catastróficos. Todo
lo contrario: buena parte de ellos son simplemente emocionantes. (Klein 2015, 17).
La información sobre las alternativas al cambio climático puede generar esperanza
que permite superar la impotencia.
Otra acción que permite superar la impotencia es organizarse y participar en actividades
colectivas contra el cambio climático. La impotencia va de la mano con la soledad,
mientras el ver que hay más personas que están actuando o están interesados en enfrentar
el problema puede animar, como mostró este joven al compartir su experiencia de participación
en la reunión alternativa a la COP13 de Cancún en 2016:
Fue una experiencia inolvidable, una experiencia que retroalimenta y aparte esperanzadora.
Porque no piensas que hay tanta gente movilizándose para frenar esto, y de repente
platicas con una persona que viene de Alemania, otra que viene de Argentina, otra
que viene de Taiwán. Varias partes del mundo donde estamos luchando para frenar el
cambio climático, es algo esperanzador. Y es una experiencia que retroalimenta porque
hay bastante discusión también allí, entonces, esta discusión que enriquece, y que
te llevas experiencias desde la autonomía, pasando por el anarquismo, y lo que se
hace llamar el socialismo del siglo XXI. Entonces todas estas discusiones con estas
cabezas que están todo el tiempo pensando y repensando otro mundo es una experiencia
que sí, retroalimenta bastante. E7
La impotencia, el miedo o la frustración que genera la idea de que la sociedad no
sea capaz de actuar para enfrentar el cambio climático se superan con la organización,
empezando a actuar y mostrando que el cambio es posible y deseable.
Como los miembros de la Asamblea afirman, el mismo hecho de que ellos sigan en plantón
defendiendo el agua después de dos años de despilfarro sin actuación ni respuesta
por parte de las instituciones, es un ejemplo de dignidad y de que no todo está perdido,
porque sigue habiendo alguien que defiende el territorio. La impotencia relacionada
con la idea de que a la gente no le importa ni el cambio climático ni el planeta se
puede así superar con el ejemplo de los que luchan por eso.
Además de la impotencia, la superación del miedo al miedo es una de las primeras etapas
del empoderamiento (Poma y Gravante 2017b). Los miembros de la Asamblea, siendo sujetos empoderados, tuvieron que enfrentar
muchos de sus miedos y aprendieron a convivir con ellos, entonces no sienten el miedo
a tener que cambiar su estilo de vida, siendo algo que reivindican y están poniendo
en práctica cotidianamente.
Superado el miedo al miedo, para superar el miedo a un cambio de estilo de vida hay
que mostrar que hay alternativas y que son viables y deseables. Un esfuerzo entonces
que se podría intentar para mejorar la respuesta colectiva al cambio climático es
hablar de las alternativas, en lugar de los desastrosos efectos del cambio climático.
Difundir experiencias de personas que ya promueven prácticas proambientales y que
están felices y satisfechas de sus elecciones y estilo de vida, también podría ayudar
a enfrentar ese miedo al cambio. Además, compartir la experiencia de los sujetos que
promueven estas prácticas puede ser útil también porque estas personas saben transmitir
la pasión y el entusiasmo que los animan a seguir a pesar de las dificultades, y han
elaborado su propia estrategia de trabajo emocional para sobrellevar emociones como
la impotencia, la frustración, el miedo, etc.
Compartir emociones, además de experiencias, aunque sean emociones incómodas como
la impotencia, la frustración, el miedo o la tristeza sería otra estrategia para poder
enfrentar el problema. Asumir que nos sentimos impotentes frente al cambio climático
podría ser un primer paso para empezar a superar esta impotencia, pues al ver que
no somos los únicos preocupados e impotentes se podrían crear las condiciones para
la acción. Como se mostró en otra investigación (Poma y Gravante 2018) la impotencia frente a la represión puede alimentar la identidad colectiva de los
de abajo o de los “sin poder”, frente a los poderosos. Una toma de conciencia de que
existe una ‘comunidad bajo ataque’ (Gould 2009) a causa del cambio climático, podría influir positivamente en la respuesta contra
el mismo.
Finalmente, para superar los sentimientos de alienación, además de empoderarse y buscar
alternativas que sean consideradas oportunas y viables, hay que construir confianza
entre los actores sociales. Para eso, habría que mostrar que se han implementado medidas
dirigidas a la raíz del problema e informar de sus impactos, que no sean motivadas
por intereses personales, que tomen en cuenta la desigualdad presente en la sociedad
distribuyendo los esfuerzos a los sectores y actores que más contribuyen al problema,
en lugar de afectar a los que ya viven en condiciones de vulnerabilidad.
Conclusiones
El cambio climático está poniendo a la humanidad frente a elecciones éticas de las
que dependerá la (calidad de) vida de las generaciones venideras. A pesar de que el
conocimiento alrededor del cambio climático es cada vez más preciso y los efectos
aunque inciertos ya se pueden prever, la respuesta al cambio climático es todavía
insuficiente e ineficaz. La cantidad de gases de efecto invernadero en la atmósfera
continúa en aumento, superando las 400 partes por millón, mostrando el fracaso de
la diplomacia climática y la insuficiencia de los esfuerzos nacionales e internacionales.
Esta situación hace necesario reflexionar sobre la razones detrás de esta falta de
respuesta. Desde el estudio de los movimientos sociales y la sociología de las emociones,
lo que se está sugiriendo es que se ponga atención al papel de algunas emociones “incómodas”
que permitirían comprender la falta de respuesta, resultado de un proceso de negación
socialmente construido.
En este artículo se ha mostrado cómo las emociones de impotencia, miedo al futuro,
frustración, culpa y sentimientos de alienación estarían dificultando la respuesta
al cambio climático en actores empoderados y sensibles al medio ambiente en la Ciudad
de México. Al contrastar los resultados de la literatura con la experiencia de algunos
miembros de la Asamblea General de los Pueblos, Barrios, Colonias, y Pedregales de
Coyoacán que están defendiendo el agua en la Ciudad de México, también se han analizado
algunas estrategias que podrían implementarse para superar las dificultades generadas
por estas emociones incómodas.
Si bien los resultados presentados en este artículo solo representan un valioso punto
de partida para profundizar en esta problemática, dichos resultados dan la pauta para
empezar a debatir, con estos y otros sujetos, cómo poder superar las dificultades
que impiden una respuesta colectiva, eficaz y compartida al cambio climático, y cómo
poder generar en el mediano y largo plazo un cambio social y cultural hacia la sostenibilidad,
el cual resulta necesario para enfrentar el cambio climático.