La Ciudad Universitaria de México

y la mirada extranjera, 1951-19681

La modernidad arquitectónica en México fue, sobre todo, diversa. Sus distintas expresiones se darían a conocer, desde el momento de su edificación, en publicaciones periódicas nacionales e internacionales, adelantándose, así, a otros medios de difusión impresos. El auge de una difusión foránea constante, que acertó a brindar un panorama heterogéneo sobre el México moderno tuvo sin ninguna duda un detonante: la construcción de la Ciudad Universitaria (cu) de México en la mitad del siglo xx. Esta magna obra pública impulsó un caudal noticioso en revistas extranjeras que darían a conocer, además del imponente campus universitario, la pluralidad de la arquitectura moderna mexicana.

Por lo tanto, cabe hablar de modernidades arquitectónicas. Abordar su análisis a través de publicaciones periódicas es un recurso que se mantiene vigente, sobre todo por las posibilidades que ofrecen los estudios en profundidad del material publicado al momento de la planificación y construcción de determinadas obras. Son frecuentes —y muy afortunados— los números monográficos que, recientemente, se destinan al tema de la arquitectura y los medios impresos.2 Así, el fin no es reseñar contenidos, sino examinar el trasfondo que dio lugar a la difusión de casos particulares, ampliando nuestro entendimiento sobre un periodo histórico que continúa en constante revisión
y actualización.

Es así como este texto se propone explorar la divulgación de la Ciudad Universitaria de México a través de lo publicado en revistas de arquitectura europeas y estadounidenses entre los años de 1951 y 1968. El primer año indica el de la incipiente difusión internacional del conjunto al momento de su construcción, y el segundo el momento en que se ha registrado un declive generalizado en el interés de las publicaciones periódicas extranjeras hacia la arquitectura moderna mexicana.3 Cabe adelantar, desde este momento, que la parte más valiosa de esta revisión es exponer cómo la mirada extranjera se enfrentó con esa otra forma de construir la modernidad en unos años en los que ya se cuestionaba la pertinencia de mantener vigentes los modelos canónicos generalmente aceptados. Uno de los mecanismos de difusión de la época con respecto a nuestro caso de estudio, esto es la visita de arquitectos extranjeros, muchos de ellos editores o corresponsales de revistas, se revisarán con detalle más adelante. No obstante, cabe preguntarse, ¿qué confrontaron dichos personajes que, en diversas oportunidades, regresarían a sus países a publicar sobre la arquitectura mexicana? Encontraron una arquitectura adaptada a un sitio específico que era, al mismo tiempo, una arquitectura universal. Lo que se comprobaba era la asimilación de una modernidad inesperada, distinta, sorpresiva, pero, al mismo tiempo, absolutamente actual.

El caso del editor de Architectural Forum en 1952 —Douglas Haskell— y su prolífica visita a México ese año es examinado con detalle por Catherine Ettinger, quien subraya las intencionalidades de estas fuentes de consulta, así como los vínculos amistosos que traspasaron fronteras y que hicieron posible la difusión internacional.4 También, Juan Manuel Heredia ha abordado el tema con el caso del arquitecto checo afincado en Japón Antonin Raymond, quien publicaría las impresiones de su viaje a México y, por supuesto, la obra de la Ciudad Universitaria en la revista Bijutsu Techo en octubre de 1955.5

Cabe recordar que la recepción de la cu para los arquitectos, tanto nacionales como extranjeros, distó de ser uniforme. Para Raymond, por ejemplo, se trató de una “maravillosa lección de continuidad histórica”,6 y que también destacó el trabajo de Luis Barragán en el Pedregal de San Ángel. El fraccionamiento del sur de Ciudad de México solía publicarse en los mismos números en que se daba a conocer la obra universitaria, apoyando, así, la imagen de una arquitectura sustentada en materiales locales y mano de obra tradicional.7

Si bien el tema del recibimiento que tuvo la cu en artículos extranjeros por parte de los arquitectos mexicanos merecería un análisis particular, aquí no se puede dejar de mencionar que la solución de la integración plástica aplicada a la obra universitaria no fue unánime,
lo que propició un debate que trascendió las publicaciones nacionales y alimentó o refutó la tesis de la arquitectura nacional respaldada en la
tradición.
Por citar un ejemplo, la famosa crítica que hiciera Bruno Zevi en 1955 con relación a la exposición de arquitectura mexicana presentada en Roma y que se apuntalaba con las obras universitarias, aquellas en las que la integración plástica dominaba la escena.8 Al afamado crítico italiano le molestaba el exceso de ornamentación, lo mismo que a varios de los arquitectos mexicanos que respondieron a su crítica, entre ellos Mauricio Gómez Mayorga, confirmando que los arquitectos nacionales representaban tendencias diversas dentro de la arquitectura del momento.9

Por otro lado, es conocida la postura de Carlos Lazo, gerente general de la obra, quien en la conferencia de presentación del proyecto de la cu habló de lo que era y lo que debía ser México y su Universidad.10 Sin embargo, las aspiraciones morales con las que se revestía al proyecto universitario —historia y destino del propio país— no trascenderían a los editores de las revistas internacionales, más interesados en mostrar una modernidad vinculada con la mano de obra y los materiales locales.

Por otro lado, no se debe soslayar la intención de los arquitectos mexicanos de mostrar al exterior una imagen moderna y, a la vez, nacional, aun cuando este último punto fue debatido, en su momento, en “polémicas incandescentes”.11 Si bien es cierto, la solución de integrar la plástica a los volúmenes contemporáneos ganó adeptos para muchos de los edificios, dando lugar a una de las particularidades más destacadas del conjunto, con lo que finalmente se ganaría la apuesta de una arquitectura a la vez moderna y nacionalista.12 De esta forma se propició la difusión de imágenes en las que la modernidad está muy vinculada a la tradición. Al contrario de muchas fotografías canónicas de arquitectura moderna internacional, en las que son frecuentes las grandes superficies acristaladas o los muros blancos surcados por ventanas horizontales, aquí se encontrarán menciones al color cubriendo grandes superficies, a los acabados aparentes con piedra volcánica o tezontle —de extracción regional— a algunas soluciones formales inspiradas en la arquitectura prehispánica —estadio y frontones— y, en especial, a la integración plástica de murales sobre las formas geométricas racionales.

Otro aspecto que supera la materialidad propiamente dicha de las
construcciones, y que cabe precisar para abordar la difusión de la Ciu-
dad Universitaria, es el sentido de pertenencia que se reconocía en el nuevo campus y como éste se relacionaba con la geografía propia del sitio en el que fue emplazado. Durante el proceso de diseño fue fundamental la relación del ser humano con su entorno, debido a que el carácter fuerte y agreste del sur de la ciudad —una zona donde las capas de lava solidificada en vez de invitar más bien rechazaban la expansión de la ciudad— fue reinterpretado y valorado positivamente. Se relacionó, también, la piedra volcánica y los vestigios de la pirámide prehispánica de Cuicuilco para, de cierta forma, legitimar el emplazamiento y darle a ese entorno visibilidad como parte de la identidad nacional. Se construyó tomando en cuenta al paisaje, esto es, al panorama de los volcanes que limitan el valle de México por el oriente, a la dureza de la superficie pétrea y a la presencia de las ruinas precortesianas. Se consideró al territorio como parte de la identidad nacional, y esta identificación sería fundamental en el momento en que los arquitectos mexicanos divulgaron por diversos medios la obra universitaria.

Profusión informativa

Una primera noticia sobre la construcción de la Ciudad Universitaria de Ciudad de México se encuentra en L’Architecture d’Aujourd’hui (aa) en 1951,13 en un número dedicado a nuevas construcciones escolares. Así, entre ejemplos europeos y americanos,14 los avances en las obras universitarias veían la luz en la revista francesa. Una primera página exhibía el dibujo de la planta de conjunto, que difería todavía de su resultado final, pero que ya mostraba la disposición general de los principales edificios. La torre de la Rectoría —de Mario Pani, Enrique del Moral y Salvador Ortega— con lugar destacado en el proyecto urbano, lo tuvo también en el artículo de aa, pues se publicaron plantas, cortes, perspectivas y una descripción detallada de su programa arquitectónico.

El texto destacaba que la dispersión de los edificios universitarios en el centro de la ciudad justificaba, por sí misma, el planeamiento del nuevo centro educativo que agruparía el ámbito universitario. Las páginas mostraban fotos de maquetas, planos, perspectivas y algunas imágenes de los avances de la obra en la facultad de Ciencias a dieciocho meses de la inauguración oficial de los edificios. Asimismo, el artículo insistía en que el uso de materiales locales como la piedra ónix o la cerámica vidriada conferiría al edificio un carácter regional y, además, se confiaba que algunos motivos escultóricos marcarían la importancia de ciertos elementos arquitectónicos.

En 1952, el viii Congreso Panamericano de Arquitectos fue el marco para la inauguración oficial de la Ciudad Universitaria. Es notoria y justificada la concentración de noticias y números especiales dedicados al tema, tanto en México como en el extranjero.15 En Francia, Techniques et Architecture publicó la obra en julio,16 en Estados Unidos, Arts & Architecture (a&a) en agosto17 y Architectural Forum (af) en septiembre.18 De las estadounidenses, cabe mencionar
que tanto
a&a como af dedicaron su portada al tema. La primera, con una fotografía de la cubierta de los laboratorios de la escuela
de Ingeniería (Figura 1), mientras que la segunda optó por una foto de
detalle del Pedregal de San Ángel (Figura 2), importante por la clara intención en mostrar los materiales tradicionales de construcción, como la piedra volcánica y el muro de mampostería aplanado y pintado de color rosa intenso.
19

Estas dos revistas estadounidenses serían las primeras en ofrecer a sus lectores artículos de fondo sobre la —casi terminada— obra de la Ciudad Universitaria. Para el número de Arts & Architecture se contó con Esther McCoy para preparar el material, quien entonces figuraba en el consejo editorial de la revista. Una de las cualidades de este artículo sería que dejó escuchar las voces no sólo de los principales artífices de la obra y sus críticos, como Mario Pani, Enrique del Moral, Carlos Lazo, Juan O’Gorman o Fernando Benítez —aspecto que se volvería una constante al ser traducidos a varios idiomas— sino que, también, se ofrecían las puntuales apreciaciones de McCoy.

Para la crítica norteamericana, el uso extensivo del concreto armado como principal material estructural no resultaba una limitante para mostrar un resultado global de gran plasticidad; McCoy notaría que incluso los puentes y pasos a desnivel se expresaban con formas delicadas. Pero, más allá de las formas, también subrayaría las innovaciones técnicas en el uso del concreto para grandes claros, como las vigas pretensadas o las trabelosas cruzadas, que, en los laboratorios de la escuela de Ingeniería, combinadas con pirámides truncas rematadas con cupulines perforados con vitroblock, brindaban luz uniforme al espacio de las prácticas de investigación.

Para McCoy, lo más curioso ante la profusión del concreto en la casi totalidad de los edificios universitarios era que el estadio, tipo de construcción que normalmente lo utilizaría, lo evitó para conformar su estructura. La explicación se debía —como comentó Lazo a McCoy— a que durante el proceso de diseño se había presentado un primer proyecto especificado en concreto armado, pero éste no sólo retardaría la finalización de las obras, sino que requeriría la casi totalidad del cemento destinado a toda la obra universitaria. Ante este panorama, los autores —Augusto Pérez Palacios, Raúl Salinas Moro y Jorge Bravo Jiménez— analizaron otra solución y aprovecharon que en México se manejaban bien los volúmenes grandes de tierra —se tenían en mente las pirámides prehispánicas— además de sacar ventaja del material que ya existía en el sitio: la piedra brasa. El resultado no sólo redujo costos, sino que obtuvo la forma natural de un volcán en consonancia con el entorno, en el que —todavía entonces— la pirámide de Cuicuilco era parte significativa del paisaje.

Las fotografías del artículo de McCoy mostraron en profusión los edificios todavía como estructuras huecas, vacías, perforadas de
extremo a extremo, sin ventanas o acabados, y, también, algunas superficies preparadas para recibir el acabado de coloridos murales que ya dejaban ver los trazos monocromos de los artistas (Figura 3). Asimismo, se enfatizaba en las imágenes el material pétreo en muros inclinados o las elegantes curvas de puentes y del pabellón de rayos cósmicos. Hay que decir que la vanguardia de esta publicación radicó
en que no sólo echaron mano del material gráfico proporcionado por los
autores de las obras, sino que enviaron fotógrafos y corresponsales
para producir su propio material.
20

En septiembre de 1952, un mes después de publicado el artículo en a&a, Architectural Forum brindaría un panorama muy completo del conjunto. La publicación neoyorquina abriría su texto con una introducción general que trataba sobre la conformación histórica del país, con mención a algunos de los sitios prehispánicos más representativos y haciendo referencia a las dos culturas que conformaron al país y cómo éste —para ese año de 1952— era ya un lugar moderno. A continuación, se sorprendía al lector con el título “Ciudad Universitaria de México” —así, en español— para empezar a recorrer, a través de sus páginas, las descripciones del conjunto y de
los proyectos individuales, empezando por el estadio y el núcleo
deportivo. Cabe recordar que, para la modernidad, la verdadera vida universitaria se daría en tanto se combinara la erudición de las aulas con la práctica del ejercicio físico.

Por otro lado, el acercamiento que mostró Forum hacia la obra moderna universitaria fue el énfasis en una supuesta influencia vernácula. Se buscaba mostrar, más que una imagen de vanguardia, la de un país anclado en sus costumbres. Lo comprobamos con su página de apertura, donde sobre la fotografía de un paisaje rural se superponían las imágenes de detalle de una pirámide prehispánica, de un edificio virreinal y de dos albañiles recubriendo un muro de mampostería con lajas de piedra volcánica como acabado aparente.

El anterior no sería el único guiño a la arquitectura vernácula, pues los laboratorios de la entonces escuela de Ingeniería —autoría del ingeniero y arquitecto Francisco J. Serrano, junto con los arquitectos Fernando Pineda y Luis McGregor— se relacionaron formalmente con la virreinal Capilla Real de Cholula, en Puebla. También, los frontones —de Alberto T. Arai— se vincularon con las plataformas teotihuacanas o los relieves de la Biblioteca Central —cuyo principal artífice sería Juan O’Gorman— con los propios en la antigua ciudad de Xochicalco, Morelos. La respuesta de los lectores no se hizo esperar, pues escasos meses después de publicado el artículo sobre la Ciudad Universitaria, varios comentarios enviados a la redacción de la revista encabezaron la sección de cartas de la publicación.21

Para el año de 1953, la coordinación de Carlos Lazo como director del viii Congreso Panamericano de Arquitectos empezaba a dar frutos. La organización del evento había llevado al arquitecto mexicano a cruzar el Atlántico y recorrer las principales ciudades europeas para invitar personalmente a arquitectos destacados y editores de revistas de arquitectura. Esta actividad propició la pronta aparición de noticias y reseñas en diversos medios, tanto del evento como de la propia sede. En Madrid, el Boletín de Información de la Dirección General de Arquitectura, en el primer trimestre de 1953, ya publicaba un artículo completo con las aportaciones más destacadas de los participantes del encuentro, así como sus propias apreciaciones sobre la nueva arquitectura mexicana y sus logros en temas de interés social.22

Fue durante este año de 1953 cuando la difusión de la cu se extendió también a Italia e Inglaterra. En Milán, Gio Ponti, editor de Domus, firmó el texto que entregó a sus lectores en agosto.23 Después de visitar personalmente las obras, Ponti comentó los edificios que, a su juicio, eran los más sobresalientes del conjunto. Las fotografías en blanco y negro destacaban los volúmenes prismáticos, las líneas ortogonales y la geometría pura (Figura 4), aunque el texto se centraba mucho más en la descripción de varias de las aportaciones artísticas del conjunto, que alcanzaría fama mundial, precisamente, por su integración plástica.

Ponti entendía la Ciudad Universitaria como la composición de elementos diversos, y, de igual forma, su análisis del conjunto fue un recorrido versátil sobre edificios aislados. El editor señalaba la transparencia espacial de la facultad de Medicina, el complejo de servicios de la alberca y la plataforma de clavados, la facultad de Ciencias o la Rectoría. Sin embargo, en donde el editor realizaría una pausa sería en la Biblioteca Central, el edificio que definitivamente se convertiría —a su juicio— en el emblema de la universidad. La arquitectura, como todo arte, debía causar emociones y, en este caso, la percepción del enorme volumen que disuelve su masa en ligereza se volvía atmosférico y se transformaba con la gama de colores de los murales que lo cubren, evocando un lenguaje mexicano antiguo muy potente. El milanés terminaba su personal recorrido con la ineludible mención a los frontones que recordaban los paisajes prehispánicos.

Así, mientras Domus iniciaba su difusión sobre la Ciudad Universitaria un año después de inaugurada la obra, otra revista, la ya citada Arts & Architecture de Los Ángeles, reincidía en el tema con una actualización al extenso artículo que ya había ofrecido a sus lectores un año antes. De nueva cuenta, Esther McCoy se encargaría
del análisis, publicado en septiembre de 1953.
24 Lo más destacado de
su aproximación fue que dejó escuchar —de nuevo— tanto las voces mexicanas como la suya propia. Para McCoy, la arquitectura moderna mexicana se encontraba por completo liberada del yugo neocolonial y tenía la libertad de buscar en el pasado sin comprometer
su presente. Sin embargo, lo más curioso —como lo hizo notar la autora— fue la discusión sobre si el carácter nacional se debía expresar o no en la arquitectura mexicana. Esta era la cuestión que los mismos mexicanos se hacían una y otra vez, y se intentaban responder entre ellos. Para dar voces al debate citó las opiniones de los arquitectos Alonso Mariscal, Alberto T. Arai y Félix Candela, así como del doctor Ignacio Millán.

Por otro lado, la pregunta obvia entre los estadounidenses no tendría nada qué ver con el candente asunto que ocupaba a las propias filas de los arquitectos nacionales. Para los vecinos del norte, la pregunta lógica, ante un proyecto de esa magnitud, —sin reglas rígidas de diseño, sin restricciones de espacio ni de dinero y con el trabajo repartido en diversos equipos atendiendo a un tiempo récord de construcción— fue, simplemente, si habría alguna manera más eficaz de trabajar para dejar en funciones más pronto a las escuelas universitarias.25 Aplicando los sistemas constructivos norteamericanos la respuesta sería, sin duda, positiva, pero se reconocía que para un país que trabajaba todavía de manera casi artesanal, el logro no tenía precedentes. Lo más notable de esta cuestión fue que México, con la Ciudad Universitaria, aprendió a construir a gran escala y atendiendo tiempos límite. La experiencia ganada no sólo inauguraba una nueva etapa con relación a la obra pública mayor, sino que —en palabras de McCoy— la práctica del trabajo resultaba mucho más valiosa e importante que la forma de cualquier edificio.

A la difusión estadounidense desde Arts & Architecture y Architectural Forum se sumaría Progressive Architecture (pa), con una crítica firmada por Sibyl Moholy-Nagy y publicada en noviembre de 1953.26 El texto sostendría dos argumentos: que el paisaje del valle de México, de clara tendencia horizontal, era irrumpido por volúmenes altos que desafiaban la geografía conocida y aprehendida hasta entonces por los mexicanos y que en la diversidad de respuestas formales no se leía claramente una unidad compositiva. Pero, también, se enfatizaba el esfuerzo del trabajo de equipo. A fin de cuentas, había sido el
medio más eficaz para ejecutar el proyecto en tiempo. Ahora bien,
lo que más interesa sobre esta crítica es la respuesta de los lectores en
forma de cartas publicadas por el editor.
27 Se verifica así el interés real, más allá del círculo académico, de la nueva cu y su impacto internacional entre los lectores habituales de las revistas de arquitectura.

En Inglaterra, la Ciudad Universitaria alcanzaría las páginas de The Architectural Review (ar) en noviembre de 1953.28 Thomas Sharp,
autor del análisis —al igual que muchos otros corresponsales de revistas extranjeras— viajaría a México para conocer la obra. El autor destacaba que el proyecto de la
cu para treinta mil estudiantes no era notable sólo por su tamaño sino, en buena medida, por la manera en que los diseñadores, usando métodos constructivos tradicionales y nuevos, lograban combinar las arquitecturas mexicana e internacional. Los edificios, modernos en su concepción, tenían un fuerte sabor regional, para lo que el propio Sharp sugería varias causas, entre ellas, una pura intención estética con respecto al emplazamiento y al paisaje en el cual se implantaron los edificios y del cual se había sacado mucho del material para construirlos.

También, hay que destacar que los dos números de noviembre de 1953, tanto el de pa como el de ar, dedicaron su portada —o parte de ella— al tema mexicano. Progressive utilizó como referencia visual las pirámides truncas de piedra volcánica de los frontones, mientras que The Architectural Review seleccionó un detalle del recubrimiento escultórico del estadio universitario, obra del artista Diego Rivera. Notamos como se echó mano de los aspectos más relacionados con los materiales tradicionales y la herencia cultural.

Por todo lo anterior, ya no sorprende que el perfil de un ojo gigantesco observe desde la mitología prehispánica, enlazando tradición y modernidad. Si bien los lectores habituales de la londinense AR debían estar acostumbrados al uso innovador de sus imágenes de portada, como lo era, por ejemplo, las frecuentes abstracciones fotográficas, los detalles descontextualizados de edificios y un diseño gráfico de vanguardia, se intuye el impacto que ese ojo monumental suscitó entre los suscriptores. Bajo la lengua bífida de la serpiente emplumada, un trabajador —sentado en un andamio de madera elaborado in situ— realizaba la faena diaria de recubrimiento de los muros de piedra volcánica (Figura 5).

Mientras tanto, en España, una noticia temprana con relación a la Ciudad Universitaria se daría con la invitación que extendió la Revista Nacional de Arquitectura para asistir en México al congreso panamericano de arquitectos en 1952.29 La participación de personalidades de la talla de Le Corbusier, Oscar Niemeyer, Richard Neutra, Frank Lloyd Wright o Alvar Aalto, así como la relevancia de la propia obra universitaria, promovieron, sin duda, la activa participación de arquitectos extranjeros que caracterizó al evento internacional. Sin embargo, el primer artículo de fondo que dio a conocer la magna obra en ese país surgió de otra revista madrileña, Informes de la Construcción (ic), en febrero de 1954.30 Este artículo tomaría como material de base Arquitectura México y el análisis de Thomas Sharp publicado en The Architectural Review. Es cierto que lo más notable de esta publicación fue la generosa extensión del artículo ―en veintitrés páginas se exhibieron vistas de conjunto y detalles, planos y una descripción detallada de la obra―, pero se lamenta la falta de alguna aportación española al análisis (Figura 6).

En Francia, si bien ya se señaló la temprana difusión de la Ciudad Universitaria desde 1951 y 1952, no fue sino hasta 1955 cuando un artículo extenso llegó a las páginas parisinas como parte del monográfico dedicado al país por L’Architecture d’Aujourd’hui.31 Allí se comentó la nueva ubicación del conjunto con respecto al centro histórico de la ciudad, la solución urbana de las circulaciones, los materiales y la integración plástica como características esenciales de la obra. Con todo, la verdadera novedad con relación a lo publicado antes en otros medios fueron las fotografías a color que, generosamente, compartieron espacio editorial con las canónicas imágenes en blanco y negro que habían poblado la totalidad de artículos dedicados a la obra universitaria hasta ese momento. Por lo demás, la revisión que aa ofreció de los edificios más notables del conjunto, como la Rectoría, la Biblioteca Central, el edificio de Humanidades o las Facultades de Ciencias, Medicina e Ingeniería, así como los espacios deportivos y el Estadio Olímpico, fue lo que ya caracterizaba a este medio francés, una edición muy cuidada del material gráfico y un uso novedoso del color (Figura 7).

Hay que insistir en que las referencias visuales al pasado histórico, con su enorme peso cultural, ayudaron a construir la visibilidad de la identidad nacional de la arquitectura moderna. En este monográfico, la portada de la francesa L’Architecture d’Aujourd’hui mostró no sólo un detalle del alto relieve de la Biblioteca Central, realizado en piedra volcánica del lugar e inspirado en la iconografía prehispánica mexica, sino, también, algunos dibujos de glifos mayas.

Cuatro años después de iniciados los cursos en el campus, Architectural Forum, revista que desde 1952 había publicado un extenso artículo sobre la recién terminada universidad, visitó de nuevo el conjunto para confrontar visualmente la escala de la obra con sus usuarios.32 Desde sus inicios, la nueva Ciudad Universitaria sorprendió por su magnitud y por el uso generoso de amplias explanadas públicas. La galería de imágenes de Forum —al igual que el citado monográfico de aa— se benefició de las fotografías a color para brindar una imagen intensa del colorido mexicano. Las fotografías de Wallace Litwin apuntaron a la incipiente actividad estudiantil que ya se apropiaba de plazas, pasos a cubierto, corredores y rampas (Figura 8). Actualmente, a pesar de haberse superado con creces el número de alumnos planeado para las instalaciones, las grandes explanadas de la Ciudad Universitaria se mantienen como lugar de descanso visual con respecto al caos urbano que caracteriza la ciudad presente.

Persistencia noticiosa

Además de los artículos de fondo sobre la Ciudad Universitaria en los medios extranjeros, todavía cabe anotar aquí dos recursos más que extendieron la presencia de la obra en las publicaciones, reforzando así su conocimiento y valoración. El primero consistió en las menciones puntuales a la obra universitaria citando alguno de sus edificios, o el propio conjunto, como ilustración de diversos artículos. Así, la Biblioteca Central, el pabellón de rayos cósmicos, los frontones o el estadio olímpico se convirtieron en emblemas casi inmediatos. Este recurso es sustancial, ya que extendió la presencia de la arquitectura mexicana en las publicaciones por varios años. También, como segundo recurso, habría que destacar que la Ciudad Universitaria ya se citaba, a una década de su finalización, como parte de la historia de la arquitectura mexicana y no ya como un ejemplo de actualidad.

Dentro del primer medio enunciado, cabe recordar el impacto que tuvo la combinación de materiales tradicionales, colores y formas modernas de la Biblioteca Central y cómo ésta se convirtió, rápidamente, en un referente visual del conjunto universitario. En este contexto se anota el artículo que publicó Architectural Forum en julio de 195433 sobre el empleo de la piedra en las construcciones modernas, que abría el debate sobre la utilización de uno de los materiales más antiguos de edificación aplicado a las creaciones contemporáneas. Éste se ilustró con una fotografía de la recién inaugurada biblioteca universitaria. Al año siguiente, en noviembre de 1955, la misma publicación destacó el uso del color como elemento fundamental del diseño arquitectónico, y volvió a utilizar la imagen de la biblioteca, cuyos mosaicos de vibrantes colores mantenían actualizados los mitos fundacionales de la nación mexicana (Figura 9).34 La presencia de la Biblioteca Central se mantuvo vigente en las publicaciones periódicas todavía a mediados de la década de 1960, cuando Arts & Architecture publicó, en febrero de 1964, un artículo dedicado a los mosaicos de Juan O’Gorman.35

Otro edificio, también importante referente visual de la Ciudad Universitaria es el pabellón de rayos cósmicos. Se encuentra una primera mención a esta estructura en The Architectural Review en septiembre de 1953, en el artículo que Reyner Banham dedicó a la práctica contemporánea de las cubiertas laminares de hormigón armado.36 El pabellón de rayos cósmicos, pequeño y singular edificio dentro de las instalaciones universitarias, fue ejemplo de los avances en la técnica constructiva mexicana. También Domus, en octubre de 1954, incluyó una fotografía de esta edificación en un artículo dedicado a la evidente voluntad contemporánea de atribuir a las estructuras nuevos significados dinámicos y nuevas intensidades expresivas.37

Los frontones —quizá las edificaciones más sencillas del conjunto— se mantienen como el ejemplo indiscutible de la influencia prehispánica en la ciudad universitaria moderna. Sus formas piramidales reincidieron en las revistas de arquitectura una década después de finalizados. La madrileña Arquitectura, en su monográfico de 1962, los presentó entre otros ejemplos de más actualidad.38 Fue notorio que la revista española publicara también el plano de conjunto —ya tantas veces visto—, lo que se debe entender como una referencia gráfica para situar los espacios deportivos al sur de la zona académica, a la par de mantener vigente la difusión del campus. Si bien los frontones quedaron como un caso aislado en este número, fue patente el interés tanto en la obra universitaria como en los aspectos formales y materiales de éstos. Se destacó así su recubrimiento pétreo, su desplante sobre una amplia superficie pavimentada en concreto rojo, el importante contraste entre los planos horizontales y los verticales e inclinados de los campos de juego y, sobre todo, su adecuada relación con el paisaje circundante.

Al igual que los frontones, el acercamiento al estadio olímpico siempre mantuvo un vínculo importante con su entorno. Si antes ya se comentó que la experiencia mexicana en el movimiento de grandes volúmenes de tierra determinó formal y estructuralmente el recinto, la reducción de costos que implicaba mover la tierra en terraplenes y plataformas a escala pública en las ciudades podía estar inspirando un nuevo aspecto de la arquitectura moderna. Así lo destacó un análisis dedicado al tema publicado en Architectural Forum en agosto de 1960, en el que una fotografía del estadio olímpico en pleno uso acompañó los dibujos de dos proyectos semejantes en Alemania y Estados Unidos (Figura 10).39 No deja de ser interesante que el texto reseñó antecedentes tanto occidentales como prehispánicos para esta arquitectura terrestre —algunas fortificaciones renacentistas holandesas o las construcciones incas— en las que se hacía consciente la forma que la propia tierra movida creaba en el entorno, formal y funcionalmente.

Hacia el final de la década, debido a la celebración de los Juegos Olímpicos en México, el estadio universitario tuvo un repunte en su difusión. Dos revistas madrileñas, Arquitectura e Informes de la Construcción, dedicaron números especiales a la arquitectura olímpica mexicana, y, dentro de éstos, el estadio tuvo un lugar protagónico.40 Aunque el recinto contaba por entonces con casi veinte años de vida, se trató del edificio representativo del evento ya que se programaron allí las ceremonias de inauguración y de clausura, así como las competencias de atletismo. Ambas publicaciones comentaron ampliamente las adaptaciones adoptadas para responder a las exigencias olímpicas y las sutiles transformaciones del icono universitario. También Architectural Forum procuró espacio al estadio universitario en una breve reseña que comentó los alcances de la arquitectura olímpica mexicana.41

El ambiente olímpico también generó debates de acuerdo con el interés particular de otros países. En Inglaterra, el tema de las olimpiadas fue el pretexto para analizar las infraestructuras deportivas de las naciones más desarrolladas, y qué tanto sus respectivos gobiernos promovían a los atletas de alto rendimiento o, por el contrario, qué tanto estas infraestructuras sólo beneficiaban cierta actividad física, pero por completo recreativa. Dentro de este marco de análisis el
estadio olímpico universitario abrió la primera página de un artículo
de RIBA Journal, en octubre de 1968.42 Del recinto se comentó su falta de integración con otros espacios deportivos o parques públicos. De esta manera, la amplia zona de estacionamientos que rodea el estadio mexicano destacó por su aridez en la revista londinense.

Además de los edificios como iconos aislados, el conjunto en sí también se mantuvo vigente en las publicaciones periódicas foráneas. Por ejemplo, en septiembre de 1960, un artículo de Progressive Architecture analizó la planeación de los campus universitarios en Estados Unidos, en el que se mencionó el caso mexicano como ejemplo reciente del género.43 El estudio, que enfatizó la naturaleza moderna de los campus, clasificó la aportación mexicana dentro del “estilo heterogéneo” debido a la cualidad colectiva de la obra. En todo caso, la impresionante fotografía aérea del conjunto nacional perdía algo
de su realidad al verse enmarcada entre fotos de maquetas. La universidad mexicana se afianzaba en el presente mientras acompañaba las visiones futuras de las universidades estadounidenses.

La presencia de la Ciudad Universitaria continuó en los medios internacionales durante la década de 1960. Sin embargo, como ya se esbozó, sería para confirmarse como parte sustancial de la arquitectura moderna mexicana. Por ejemplo, la obra volvió a mencionarse en el segundo número monográfico de L’Architecture d’Aujourd’hui en
septiembre de 1963.
El texto dedicado a la arquitectura mexicana
de 1955 a 1963 reivindicó el lugar del conjunto universitario como uno de los antecedentes más importantes de la arquitectura contemporánea del país.
44 Dos pequeñas fotos en blanco y negro de la Ciudad Universitaria se unieron a la continuidad constructiva que, desde tiempos remotos, configuraría el carácter y la identidad de la arquitectura nacional. Con el mismo sentido, Architectural Design, en su número monográfico —publicado el mismo mes y año que aa— también recurrió a las imágenes universitarias para configurar visualmente la historia de la arquitectura mexicana.45 En este sentido, la Ciudad Universitaria de México reincidió en L’Architecture d’Aujourd’hui en abril de 196446 junto a otras obras fundamentales del siglo xx mexicano.

Consideraciones finales

Este recorrido por artículos de fondo y noticias de actualidad publicados sobre la cu de México en revistas europeas y estadounidenses pone en evidencia que la mirada extranjera de arquitectos, editores y corresponsales, aunque filtrada por la voluntad de percibir sobre todo la tradición, también dio lugar a constantes confrontacio-
nes sobre la realidad experimentada en México y a la puesta en entredicho de unos postulados modernos que se habían empeñado en negar lo regional a favor de la universalidad de las propuestas. Asimilar la actualidad de las obras universitarias fue un proceso que se gestó, en muchos casos, en visitas exprofeso a las nuevas realizaciones mexicanas y que terminaría propiciando una divulgación constante en las publicaciones periódicas internacionales. Lo que terminaría ofreciendo la edificación y posterior difusión de la
cu de México fue otra forma de construir la modernidad. Confrontar una actualidad distinta, no por ello menos válida, fue una de las grandes aportaciones de las publicaciones periódicas modernas, sin obviar la red de contactos y vínculos personales necesarios para que se difunda una obra. La gran deuda de la época en las revistas reseñadas, cabe decirlo, es la ausencia de una discusión en profundidad sobre el impacto social y el innovador programa urbano de esta obra excepcional, temas que, de mencionarse, serían en las traducciones del español al idioma destino de la publicación, esto es, transcripciones de los textos que eran enviados desde las revistas mexicanas con fines a su difusión en otros países.

Para concluir, cabe insistir en un aspecto fundamental sobre la divulgación de la cu de México en las publicaciones periódicas, y es que actuó como detonante hacia el interés internacional en la arquitectura mexicana desde los primeros años de la década de 1950. Este conjunto, considerado una de las obras nacionales más importantes del siglo xx, consolidaría su lugar protagónico en el amplio abanico de la difusión de la arquitectura moderna mexicana.

Referencias

Banham, Reyner

1953 (septiembre) “Concrete: Simplified vaulting practices”, The Architectural Review 114, núm. 681, pp. 199-202.

1968 (octubre) “Building for recreation”, RIBA Journal 75, núm. 10, pp. 456-468.

1951 (febrero-marzo) “Cité Universitaire de Mexico”, L’Architecture d’Aujourd’hui, núm. 34, pp. 82-87.

1953 (febrero-marzo) “Congrés Mexico”, L’Architecture d’Aujourd’hui, núm. 46 xxv.

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Vanessa Nagel Vega

Facultad de Arquitectura

Universidad Nacional Autónoma de México

vanessa.nagel@fa.unam.mx

https://orcid.org/0000-0002-7971-4000

Arquitecta por la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (2004), maestra en Historia del Arte por la Facultad de Filosofía y Letras de la misma universidad (2009) y doctora arquitecta por la Universidad Politécnica de Madrid (2016). Estancia posdoctoral dgapa/unam (2019-2021) en el Centro de Investigaciones en Arquitectura, Urbanismo y Paisaje (ciaup) y el
Archivo de Arquitectos Mexicanos (
aam) de la Facultad de Arquitectura/unam. Candidata a Investigadora Nacional (2020-2022) del
Sistema Nacional de Investigadores (
sni). Miembro de número
del capítulo mexicano de Documentación y Conservación de edificios y sitios del Movimiento Moderno (Docomomo). Especialista en la difusión de la arquitectura moderna mexicana en publicaciones periódicas.

1

El presente artículo toma como base la investigación doctoral “México Exporta. La arquitectura moderna en las revistas europeas y norteamericanas (1950-1970)”, si bien para esta publicación se ha revisado y ampliado el tema de la Ciudad Universitaria de Ciudad de México.

2 Véase, por ejemplo, el número 43 de Bitácora Arquitectura (2019), que incluyó artículos de reconocidos estudiosos de las publicaciones periódicas de arquitectura, como Horacio Torrent y Ana Esteban Maluenda.

3 El rango cronológico determinado para este texto coincide con el análisis general sobre la difusión de la arquitectura moderna mexicana realizado en la tesis doctoral citada: “México Exporta”. Asimismo, la aseveración sobre el descenso de interés en los medios impresos sobre México después de 1968 queda plenamente justificada en dicho estudio.

4 Catherine R. Ettinger, “De modernidades y regionalismos. El editor de Architectural Forum visita México”, en Catherine R. Ettinger (coordinadora), Imaginarios de modernidad y tradición. Arquitectura del siglo XX en América Latina, México, Miguel Ángel Porrúa, 2015, pp. 65-81.

5 Juan Manuel Heredia, “Sobre Antonin Raymond y su paso por México”, Arquine, publicado el 8 de agosto 2022. https://arquine.com/sobre-antonin-raymond-y-su-paso-por-mexico/ [consulta: 30 de septiembre de 2022].

6 Idem.

7 La difusión internacional de la obra de Luis Barragán puede revisarse en la tesis citada: “México Exporta”, así como el panorama general de lo publicado en el extranjero sobre la arquitectura moderna mexicana. Aquí se menciona sólo esta relación (Ciudad Universitaria-Jardines del Pedregal) por su correspondencia directa con el tema tratado.

8 El texto fue publicado originalmente en el periódico L’Espresso en diciembre de 1957 con el título “Grottesco messicano”, y sería traducido y debatido unos meses más tarde, en junio de 1958, en la revista Arquitectura México.

9 “Crítica de ideas arquitectónicas”, Arquitectura México, núm. 62, junio 1958, pp. 109-116.

10 Conferencia sustentada en el anfiteatro Bolívar de México el día 29 de agosto de 1950, en el acto organizado por la Sociedad Justo Sierra. Véase “La Ciudad Universitaria en marcha”, Arquitectura México, núm. 32, octubre 1950, p. 101.

11 Jorge Alberto Manrique, “El futuro radiante: La Ciudad Universitaria”, en La arquitectura mexicana del siglo xx, Fernando González Gortázar, coordinador, México, Conaculta, 1994, p. 130.

12 Manrique, ibidem, pp. 130-132.

13 “Cité Universitaire de Mexico”, L’Architecture d’Aujourd’hui, núm. 34, febrero-marzo 1951, pp. 82-87. Es notable que Francia se anticipó incluso a México en los contenidos de este artículo, pues Arquitectura México publicó prácticamente la misma información hasta diciembre del mismo año.

14 Además de México, se publicaron ejemplos de Francia, Suiza, Holanda, Gran Bretaña, Suecia, Estados Unidos, Brasil, Panamá y Venezuela. En este número también se publicó el Liceo Franco Mexicano diseñado por Vladimir Kaspé, corresponsal de la revista francesa en México.

15 Si bien Arquitectura México ya había adelantado mucho del conjunto desde sus números 32 (octubre de 1950), 35 (septiembre 1951) y 36 (diciembre 1951), fue hasta septiembre de 1952, en su número 39, que se condensó la mayor cantidad de información sobre la Ciudad Universitaria, ejemplar que, además, estuvo listo para ser distribuido a los asistentes internacionales del congreso.

16 “Mexique: cité universitaire de Mexico”, Techniques et Architecture 11, julio de 1952, pp. 13-18.

17 “The new University City of Mexico”, Arts & Architecture 69, núm. 8, agosto de 1952, pp. 20-37 y 41-42.

18 “Mexico’s University City”, Architectural Forum 97, núm. 3, septiembre de 1952, pp. 99-119.

19 La fotografía es de Douglas Haskell, uno de los editores de la revista neoyorquina, quien visitaría México para documentar la reciente arquitectura del país.

20 Además de las visitas de Esther McCoy a México, el fotógrafo californiano Erwin Lang documentó la mayoría de las vistas en construcción de la Ciudad Universitaria publicadas en a&a. El mismo Lang viajaría en varias ocasiones a México para registrar también el florecimiento de los cascarones de hormigón armado de Félix Candela. Véase Colin Faber, Candela: The Shell Builder, Nueva York, Reinhold Publishing Corporation, 1963, p. 9.

21 “Letters: Mexico’s University”, Architectural Forum 97, núm. 5, noviembre 1952, pp. 54 y 60, y “Letters: Mexico’s University”, Architectural Forum 98, núm. 1, enero 1953, pp. 86 y 92.

22 “El viii Congreso Panamericano de Arquitectos”, Boletín de Información de la Dirección General de Arquitectura vii, primer trimestre 1953, pp. 28-32. Véase también: “Congrés Mexico”, L’Architecture d’Aujourd’hui, núm. 46, febrero-marzo 1953, p. xxv.

23 Gio Ponti, “Antologia della Città Universitaria di Città del Messico”, Domus, núm. 285, agosto 1953, pp.1-6.

24 Esther McCoy, “The New University City-Mexico. Comments on a reality”, Arts & Architecture 70, núm. 9, septiembre de 1953, pp. 15-17, 31 y 35.

25 Recordemos que la inauguración oficial fue en octubre de 1952 y el primer curso escolar fue el iniciado en febrero de 1954, un año y medio después. Es decir, al momento de la publicación de Arts & Architecture la nueva Ciudad Universitaria todavía no era ocupada por sus estudiantes.

26 Sibyl Moholy-Nagy, “Mexican critique”, Progressive Architecture 34, núm. 11, noviembre de 1953, pp. 109, 170, 172, 175-76.

27 “Further comment (cool to hot) on Ciudad Universitaria”, Progressive Architecture 35, núm. 2, febrero de 1954, pp. 13-14.

28 Thomas Sharp, “Mexico University”, The Architectural Review 114, núm. 683, noviembre de 1953, pp. 306-318.

29viii Congreso Panamericano de Arquitectos. Méjico 1952”, Revista Nacional de Arquitectura, núm. 127, julio de 1952, p. 38.

30 “La Ciudad Universitaria de México”, Informes de la Construcción, núm. 58, febrero de 1954, s/p.

31 “La Cité Universitaire de Mexico”, L’Architecture d’Aujourd’hui, núm. 59, abril de 1955, pp. 14-39.

32 “Mexico’s mammoth campus. Does its size go beyond the bounds of human scale?”, Architectural Forum 108, núm. 3, marzo de 1958, p. 108.

33 “Stone in today’s building”, Architectural Forum 101, núm. 1, julio de 1954, pp. 156-157.

34 “Vivid color”, Architectural Forum 103, núm. 3, noviembre de 1955, pp. 124-128.

35 Esther Mc Coy, “Mosaics of Juan O’Gorman”, Arts & Architecture 81, núm. 2, febrero de 1964, pp. 18-20 y 35-38.

36 Reyner Banham, “Concrete: Simplified vaulting practices”, The Architectural Review 114, núm. 681, septiembre de 1953, pp. 199-202. Diseño arquitectónico del pabellón: Jorge González Reyna; cálculo estructural y construcción: Félix Candela.

37 Ettore Sottsass, “Struttura e colore”, Domus, núm. 299, octubre de 1954, pp. 47-48. En ésta y la anterior cita, el pabellón de rayos cósmicos, aunque como edificio aislado,
sí se contextualizó en los textos como parte de la Universidad. En otros artículos se pierde el vínculo con la Ciudad Universitaria y queda el pabellón solamente con relación a la obra de Félix Candela, por lo que no se enuncian aquí.

38 “Frontones”, Arquitectura, núm. 44, agosto de 1962, pp. 56-57.

39 Richard A. Miller, “Bulldozer Architecture”, Architectural Forum 113, núm. 2, agosto de 1960, p. 89. La fotografía es de Wallace Litwin, quien ilustró el artículo comentado antes sobre cómo los usuarios se adaptaban a la escala de la universidad. Notamos el interés en mostrar el estadio en un día de actividad deportiva.

40 “Estadio olímpico de la Ciudad Universitaria”, Arquitectura, núm. 116, agosto de 1968, pp. 6-9 y “Estadio olímpico de la Ciudad Universitaria”, Informes de la Construcción, núm. 205, noviembre de 1968, pp. 13-16.

41 “The Olympics: art, buildings, graphics”, Architectural Forum 129, núm. 3, octubre de 1968, p. 68.

42 “Building for recreation”, riba Journal 75, núm. 10, octubre de 1968, pp. 456-468.

43 Richard P. Dober, “Form and Style in Campus Design”, Progressive Architecture 41, núm. 9, septiembre de 1960, p. 125.

44 Pedro Ramírez Vázquez, “L’Architecture Mexicaine de 1955 a 1963”, L’Architecture d’Aujourd’hui, núm. 109, septiembre 1963, pp. 10-11.

45 Carlos Mijares B., “Mexican contemporary architecture, or contemporary architecture in Mexico?”, Architectural Design 33, núm. 9, septiembre de 1963, pp. 410-411.

46 Irving Nerubay, “Mexique”, L’Architecture d’Aujourd’hui, núm. 113-114, abril-mayo de 1964, pp. 174-177.

Resumen

La Ciudad Universitaria de México fue extensamente publicada en
revistas internacionales en los años de su construcción, inauguración y posterior ocupación. La mirada extranjera confrontó otra manera
de construir la modernidad en un tiempo en el que se empezaba a des-
confiar de los modelos aceptados. Las soluciones artísticas de los
edificios que utilizaron el recurso de la integración plástica propiciaron una verdadera avalancha de artículos de fondo, reseñas e informes de actualidad en las principales revistas de arquitectura europeas y estadounidenses. La discusión sobre el impacto social, la escala
monumental del conjunto y el innovador programa urbano de esta obra
excepcional quedaría al margen. La mirada extranjera apuntó a lo local, destacando aquellos valores regionales que apuntalaron el paradigma de la arquitectura moderna mexicana.

Palabras clave: Revistas de arquitectura, Ciudad Universitaria de México, Difusión; Arquitectura moderna, Movimiento Moderno.

Abstract

Ciudad Universitaria in Mexico City was widely disseminated in international magazines during the years in which it was built, inaugurated and first occupied. The foreign gaze confronted another way of constructing modernity at a time in which the accepted models were coming to be questioned. The artistic solutions of the buildings that used the technique of “plastic integration” provoked a true avalanche of in-depth articles, reviews and updates in the primary architectural magazines of Europe and the United States. Discussions on its social impact, the monumental scale of the complex and the innovative urban design of this exceptional work were marginalized. The foreign gaze was focused on the local, emphasizing those regional values that fortified the paradigm of modern Mexican architecture.

Keywords: Architectural magazines, Ciudad Universitaria, Dissemination, Modern architecture, Modern Movement.

Mexico’s Ciudad Universitaria and the foreign gaze, 1951-1968

Vanessa Nagel Vega

Universidad Nacional

Autónoma de México

Fecha de recepción:

31 de agosto de 2022

Fecha de aceptación:

22 de septiembre de 2022

https://doi.org/10.22201/fa.2007252Xp.2022.26.84143

dossier

Figura 1 (izq.). Portada de la revista angelina Arts & Architecture (agosto 1952).

Fuente: Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura. Universidad Politécnica de Madrid.

Figura 2 (der.). Portada de la revista neoyorquina Architectural Forum (septiembre 1952).

Fuente: Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura. Universidad Politécnica de Madrid.

Figura 3. Torre de Ciencias y, en primer plano, trazo del mural El retorno de Quetzalcóatl de José Chávez Morado. Arts & Architecture (agosto 1952).

Fuente: Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura. Universidad Politécnica de Madrid.

Figura 4. La visita de Gio Ponti a la Ciudad Universitaria brindó material original a Domus (agosto 1953).

Fuente: Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura. Universidad Politécnica de Madrid.

Figura 5. Portada de la revista londinense The Architectural Review (noviembre 1953).

Fuente: Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura. Universidad Politécnica de Madrid.

Figura 6. Una de las páginas del artículo que la madrileña Informes de la Construcción dedicó a la difusión de la Ciudad Universitaria de México en febrero de 1954.

Fuente: Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura. Universidad Politécnica de Madrid.

Figura 7. El color irrumpe en L’Architecture d’Aujourd’hui en su número especial dedicado a México en abril de 1955.

Fuente: Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura. Universidad Politécnica de Madrid.

Figura 8. Una galería de imágenes a color verifica la actividad académica y estudiantil en el campus mexicano. Architectural Forum (marzo 1958).

Fuente: Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura. Universidad Politécnica de Madrid.

Figura 9. La piedra y el color, la combinación de la modernidad mexicana en Architectural Forum (noviembre 1955).

Fuente: Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura. Universidad Politécnica de Madrid.

Figura 10. El Estadio Olímpico Universitario en Architectural Forum (agosto 1960).

Fuente: Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura. Universidad Politécnica de Madrid.