Cuando leemos una publicación de arquitectura, casi todos damos por sentado que controlamos la información que se nos presenta; ya sea un libro, una revista, una tarjeta postal o una fotografía, asumimos que únicamente estamos ante un vehículo de transmisión de mensajes transparentes e inocuos –da igual si la consumimos en soporte impreso o electrónico. Esto se debe, al menos en parte, a que las publicaciones forman parte nodal de la manera como hoy construimos la realidad; todo tipo de medios y la reproducción de sus contenidos constituyen nuestra estabilidad. Sin embargo, una revisión superficial de la historia de las publicaciones de arquitectura nos muestra que se trata de objetos cambiantes que han respondido a las distintas condiciones y necesidades culturales de acuerdo con el tiempo y el lugar en que han sido producidas.

La lectura como un acto individual en el que la interacción con los demás desaparece ocurrió ya bien entrada la modernidad. El ritual social milenario de la lectura en grupo fue destituido –junto con la cultura oral de la arquitectura– por una nueva forma de transmisión y consumo del saber dirigido a las masas. Para ellas surgió la publicación industrial con altísimos índices de reproducción. En el siglo xix, el saber textual de la arquitectura fue definitivamente sustituido por el conocimiento visual de la disciplina: las palabras fueron desplazadas por las imágenes, ya se tratara de planos (plantas, fachadas o cortes), axonométricos, perspectivas, daguerrotipos o, finalmente, fotografías. Los edificios de otras tierras, en lugar de ser descritos por medio de la palabra de aquellos pocos afortunados que los habían visitado, por primera vez fueron observados en sus –traicioneras– reproducciones: las fotografías. Los medios industriales se convirtieron rápidamente en dispositivos democráticos que mostraban la realidad, o una versión de ella que es plana y carece de profundidad y movimiento.

Vitales para cualquier investigación sobre arquitectura y utilizadas principalmente como fuentes confiables de información, es muy fácil pasar por alto que las publicaciones de arquitectura no transmiten información inocente, cristalina y transparente; el conocimiento que contienen y la forma en la que es presentado obedece en realidad a las intenciones de sus autores. La historia de la arquitectura moderna es inseparable de la historia de sus publicaciones. En este número esperamos reflejar algunos de los logros, estancamientos y horizontes de un campo de conocimiento –el de los medios y la arquitectura– que apenas comienza a definir sus territorios de trabajo. 

DOI: https://doi.org/10.22201/fa.14058901p.2020.43

Publicado: 2020-03-13

Editorial 43

Cristina López Uribe

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