Universidad Nacional Autónoma de México Campus Iztacala
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Revista Electrónica de Psicología Iztacala
Vol. 4 No. 1
septiembre de 2001


Evaluación de Calidad de Vida de Adolescentes Consumidores de Cocaína
Universidad Nacional Autónoma de México
Facultad de Estudios Superiores Iztacala
José de Jesús Vargas Flores1, Ibáñez Reyes Joselina2, Enrique Bernabé Cortés Vázques4, Esther María Marisela Ramírez Guerrero5 y Cabrera Méndez Jesús Enrique3
 
 

RESUMEN








En esta investigación se analizaron algunas de las áreas de la Calidad de Vida y se dividieron en dos categorías: el área del Funcionamiento de la Salud y la del Funcionamiento Psicosocial. Ambas fueron evaluadas a través de una escala tipo Likert. El instrumento se aplicó a 96 adolescentes consumidores de cocaína y 99 que no consumían ninguna sustancia. Los resultados indicaron que existen diferencias significativas en las categorías de salud reciente, hábitos negativos, vigilancia de salud y apoyo emocional, entre consumidores y no consumidores. En las categorías de hábitos positivos y tratamiento de emergencia, no se encontraron diferencias significativas. Lo anterior indica que existen diferencias estadísticamente significativas en los niveles de Calidad de Vida de adolescentes consumidores de cocaína y no consumidores, siendo inferior el nivel de Calidad de Vida de los primeros.

 Palabras clave: Calidad de Vida, adolescencia, drogadicción.

SUMMARY

In this investigation, was analized some of areas of Quality Life. There were divided in two categories: the Health Functionig Area and Psychosocial Functioning. Both were assessment through a Likert scale. The Instrument was applied to 96 cocain consumers adolescents and 99 cocain nonconsumers. The results showed that there are significative differences between the categories of the recent heath, negative habits, health watching and emotional support, between consumers and nonconsumers. In the positive habits and emergency treatment categories, there are no significative differences. This indicate the there are statistics significatives differences in the levels of Quality Life in adolescents consumers and nonconsumers. The level of consumers was inferior that noncosumers in Quality Life.

Word Keys: Quality Life, adolescence, drogadiction.

1 Profesor Titular del Área de Psicología Clínica. jjvf@servidor.unam.mx

2 Profesor Asociado del Área de Psicología Experimental. joselinai@hotmail.com

3 Licenciado en Psicología Egresado de la FES Iztacala.

4 y 5 Profesores Titulares del Área de Psicología Experimental cortesram@compuserve.com.mx
 

Este trabajo forma parte del Proyecto de Investigación sobre Psicología de la Salud DGAPA/PAPIIT IN303199

El concepto de Calidad de Vida encierra todas las esferas que conforman la existencia humana y ha sido estudiada desde la óptica de diversas disciplinas, como pueden ser la Psicología y la medicina, entre otras. A través de diversos estudios, se han evaluado diferentes tipos de poblaciones, para llevar a cabo mejoras en la Calidad de Vida de las mismas. En este sentido, el concepto puede ser utilizado para diferentes propósitos, como puede ser evaluar la necesidad de las personas y sus niveles de satisfacción, la evaluación de los programas y servicios humanos, la dirección y guía en la provisión de estos servicios y la formulación de políticas nacionales e internacionales dirigidas a poblaciones con problemas específicos y que afectan a la población en general; como podría ser el caso de los adolescentes con problemas de drogadicción.

Este tema es socialmente importante, debido a que en los últimos 10 años, el consumo de sustancias ha crecido aceleradamente al rededor de todo el mundo. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Adicciones, realizada en 1998 por la Secretaría de Salud y otros organismos, en México, poco más de 5 de cada 100 personas entre 12 y 65 años de edad, residentes en localidades urbanas (cerca de 2.5 millones de mexicanos), han utilizado alguna droga alguna vez en la vida. Los estudios coinciden en señalar que las drogas con mayores tasas de consumo son la marihuana, los inhalantes y la cocaína. Sin embargo, ha podido apreciarse un claro incremento del uso de cocaína entre los usuarios de drogas de la zona Metropolitana de la Ciudad de México, observándose un incremento de 9.5 veces al pasar de 7% del total de usuarios de sustancias en 1990 a 66.5% en 1998; de tal manera que la cocaína pasó a ser la droga de mayor prevalencia en esta ciudad, entre los usuarios de drogas (Secretaría De Salud, 1999 y Sistema de Vigilancia Epidemiológica de las adicciones, 1997).

Por su parte, los Centros de Integración Juvenil (1999), han hecho diferentes investigaciones en conjunto con otras instituciones en torno al consumo de drogas en nuestro país y al respecto, han señalado que los más altos índices de drogadicción, se dan en jóvenes de entre 12 y 25 años de edad, siendo más alto el índice de consumidores varones que mujeres. Esto indica que la adolescencia es la etapa más susceptible para desarrollar una adicción, debido a que los individuos deben asimilar los cambios propios de su crecimiento corporal, social y psicológico. Los bajos recursos económicos, la desintegración y falta de comunicación familiar, los largos periodos de ocio sumados a la curiosidad del adolescente, la presión del grupo de amistades, la atracción de hacer algo prohibido, entre otras cosas, pueden convertirse en factores que propicien el uso de drogas durante esta etapa (Jaffe, Petersen y Hodgson, 1980, Conger, 1980 y Tubau, 1995).

Debido al aumento del consumo de drogas entre los adolescentes y la generalización del uso de cocaína en grupos que tradicionalmente no la usaban como niños y jóvenes de pocos recursos, se han emprendido múltiples acciones para contrarrestar el fuerte avance del consumo de estas sustancias. En México se cuenta con diversas modalidades terapéuticas para la atención del problema de la drogadicción. En algunos servicios predomina el modelo médico psiquiátrico y se da especial atención a la co-morbilidad; en otros se utiliza un enfoque psicosocial, y muchos basan su programa en el modelo de Doce Pasos de Alcohólicos Anónimos. Un buen número de programas para farmacodependientes incorpora a las familias de los pacientes en sus intervenciones. En algunos centros se desarrollan programas de desintoxicación y en unos pocos, acciones encaminadas a la reinserción social de los adictos (Secretaría de Salud, 1999).

Como es evidente, se han realizado un sin número de acciones y se han desarrollado diferentes técnicas y metodologías para el tratamiento del consumo de sustancias. De hecho, existen procedimientos específicos para el tratamiento de la adicción a la cocaína dado el aumento en el número de usuarios de esta droga. sin embargo, diversos estudios han arrojado datos realmente desalentadores, en cuanto al alto índice de reincidencia que existe entre las personas que han emprendido programas formales de tratamiento. No importa cuál sea la técnica utilizada para la rehabilitación; la dificultad básica para cualquier consumidor de sustancias es evitar la reincidencia (Jaffe, Petersen y Hodgson,1980; Centros de Integración Juvenil, 1998; Centros de Integración Juvenil, 1999; Centro privado de Psicoterapia Integral Humana, 2000).

En este sentido, los Centros de Integración Juvenil, señalan que los adolescentes y jóvenes que acuden a recibir tratamiento en los diferentes centros, frecuentemente dejan de asistir a las terapias, o bien, terminan la rehabilitación pero no tienen mucho éxito a largo plazo (Centros de Integración Juvenil, 1999).

A pesar de las numerosas investigaciones realizadas, se han encontrado muy pocos datos en relación a las causas que intervienen en la reincidencia del uso de alguna droga, sobre todo en el caso de los adolescentes. Si bien se han explorado múltiples alternativas de tratamiento, no se ha realizado una investigación exhaustiva que pudiera salvar de alguna manera los obstáculos que tiene el adolescente consumidor de cocaína para mantenerse en estado de abstinencia.

Dado que el consumo de cocaína es una problemática que se ha ido agudizando en la sociedad mexicana y que ocurre principalmente durante el período de la adolescencia, se consideró que una investigación relacionada con la Calidad de Vida de adolescentes consumidores de cocaína podría arrojar datos muy interesantes y que podrían ser de utilidad en la lucha contra este fenómeno tan complejo que es la drogadicción. Por ello, el objetivo del presente estudio consistió en comparar, mediante la aplicación de un instrumento de papel y lápiz, la Calidad de Vida de adolescentes consumidores de cocaína con la Calidad de Vida de adolescentes que no consumen ninguna droga.
 
 

MÉTODO.

A partir de un muestreo no aleatorio, se evaluó a 195 estudiantes adolescentes, pertenecientes al Colegio Hermann Hesse S.C. y al Colegio Latinoamericano Mexicano S.C., ubicados en la colonia Santa María la Ribera, en México, D.F.

Sujetos.

La muestra de este estudio estuvo constituida por dos grupos, uno de ellos fue de 96 adolescentes consumidores de cocaína y el otro fue de 99 adolescentes que no consumían ninguna sustancia; estos fueron conformados por sujetos de ambos sexos de entre 15 y 18 años de edad.

Escenario.

La aplicación del instrumento se llevó a cabo dentro de las aulas de los colegios.

Materiales.

- Instrumento (Cuestionario de Calidad de Vida).

- Lápices con goma.

Instrumento.

Dado que la evaluación de la Calidad de Vida se basa en hechos objetivamente observables, en las condiciones de vida en sociedad y en las percepciones y juicios de la gente respecto de su vida y sus circunstancias concretas (Szalai, 1980 ; cit. en Setién, 1993) el instrumento que se utilizó fue una escala tipo Likert que presenta varios grupos de alternativas de respuesta, por ejemplo, si la pregunta hace referencia a la frecuencia con que se consume alcohol, las alternativas de respuesta podrían ser 1) "Diario"; 2) "A menudo"; 3) "Algunas veces"; 4) "Pocas veces" y, 5) "Nunca" (ver anexo 1).

El instrumento está constituido por 127 ítems (Ramírez y Cortés, 1999, comunicación personal) que evalúan diversas áreas de la calidad de vida; todos ellos se agruparon en dos subescalas primarias: el área del funcionamiento de la salud, y el funcionamiento psicosocial. La primer área se dividió a su vez en otras subescalas, a saber :

a. Respuesta a enfermedad. Evalúa las actitudes que tiene la persona al presentarse una enfermedad. Para ello, se utilizaron algunas alternativas, para saber qué es lo que hace el sujeto en caso de estar enfermo, por ejemplo: quedarse en cama, obedecer las indicaciones del médico, entre otras.

b. Hábitos de salud. Se evalúa la frecuencia con que la persona lleva a cabo conductas de salud o conductas de riesgo, se padezca o no una enfermedad. En ésta parte, se cuestionó a cerca de hábitos como consumir drogas, hacer ejercicio, tomar vino, etcétera.

c. Historia de salud: Se evalúa la forma en que el sujeto percibe su estado de salud con respecto a otras personas de su edad. Aquí se utilizaron algunas preguntas como, por ejemplo: "¿cómo es su salud comparada con la de otras personas de su edad?".

d. Uso del sector salud :Se valora la frecuencia con la que la persona hace uso del sector salud. En ésta categoría, era necesario saber cuántas veces el sujeto había ingresado a una clínica u hospital para recibir algún tratamiento de emergencia, cuántas veces había estado internado, etcétera.

e. Creencias y actitudes hacia la salud: Esta subescala evalúa el aspecto cognitivo relacionado con el estado de salud, tomando en consideración componentes tales como autoeficiencia, confianza al personal y al sistema. Para realizar ésta evaluación, se utilizaron algunas afirmaciones, con las que el sujeto podría estar o no de acuerdo en cinco niveles: "no, un poco, regular, casi y si". Dichas afirmaciones fueron: confío en el juicio de los doctores, atiendo y cuido mi salud, existen cosas más importantes que la salud, entre otras.
 
 

En relación al área del Funcionamiento Psicológico, se evaluaron los siguientes aspectos :

 
 
a. Estrés de vida: Evalúa el nivel de estrés percibido, un año antes de la aplicación del instrumento.

b. Afrontamiento: Con esta subescala se evalúa la descripción que hace la persona en cuanto a la forma de enfrentarse a situaciones estresantes.

c. Apoyo social: Se evalúa la forma en la que la persona concibe el apoyo informativo, apoyo emocional y apoyo tangible que recibe de sus amigos y familiares.

d. Salud psicológica: Mediante esta subescala se evaluó la salud psicológica, tomando en consideración aspectos relacionados con la satisfacción de vida, la culpabilidad, cambio de ánimo, estado ansioso, entre otros.

Procedimiento.
El instrumento se aplicó primero en el Colegio Hermann Hesse, y posteriormente en el CLAM. Las autoridades de las instituciónes proporcionaron un aula para llevar a cabo la aplicación de los cuestionarios en cada uno de los grupos de los dos turnos (matutino y vespertino), teniendo cada uno de ellos, un promedio de 45 alumnos.
Al término de la recopilación de datos, se procedió a la captura y análisis de la información, para lo cual se utilizó el programa SPSS (Paquete Estadístico Aplicado a las Ciencias Sociales en su versión para Windows), aplicando el estadístico de frecuencia, la correlación y la t de Student para muestras independientes, con un nivel de significancia de a = .05, a dos colas.
El siguiente paso fue seleccionar y analizar algunas dimensiones de la Calidad de Vida, contempladas en el instrumento, que se relacionaban estrechamente con el fenómeno del consumo de sustancias.
De éste modo, dentro del área del funcionamiento de la salud, se analizaron los Hábitos de Salud, la Historia de Salud, uso del Sector Salud y las Creencias y Actitudes con Respecto a la Salud. En cuanto al funcionamiento psicosocial, se analizaron el Apoyo Social y, de la categoría de Estrés de Vida, se analizó específicamente un ítem, relacionado con los problemas de tipo legal.

 
 

RESULTADOS.

 
Los resultados obtenidos a partir de la aplicación del instrumento indicaron que la muestra estuvo constituida por dos grupos: el grupo de consumidores de cocaína fue de n= 96 sujetos, de los cuales 68 fueron del sexo masculino y 28 del sexo femenino; el segundo grupo fue el de los adolescentes no consumidores de drogas, el cual estuvo conformado por n=99 sujetos, es decir, 50 hombres y 49 mujeres. Se observó que la media de edad para el grupo de consumidores fue de 17 años y para el otro grupo fue de 16. El número de sujetos, en el grupo de consumidores, aumenta en proporción a la edad, y en el caso de los no consumidores, a mayor edad, el número de sujetos va disminuyendo (ver tabla 1).

En relación a los datos arrojados por la escala Likert, cabe señalar que a cada categoría pertenecían 1 ó más ítems del cuestionario aplicado, de tal forma que para evaluar una categoría, fue necesario establecer, de acuerdo al número de ítems, un puntaje mínimo y un máximo. Así, si una categoría estaba compuesta por 3 ítems, por ejemplo, el puntaje mínimo que se podría obtener era 3, y el máximo, 15. Esto implica que si las alternativas de respuesta fueron (1) "No"; (2) "Probablemente no"; (3) "Regular"; (4) "Probablemente si" y (5) "Si", el sujeto podía tener un puntaje mínimo de 3, si en los tres ítems marcaba la opción de respuesta 1 ("No"). De esta forma, un sujeto podría tener el máximo puntaje, en caso de marcar la alternativa de respuesta 5 en los tres ítems. El puntaje 15, correspondería entonces, a la alternativa de respuesta 5 ("Si"). Es importante señalar que el hecho de tener un menor o mayor puntaje no implica tener un acierto o un error, solo es una forma de evaluación de los datos.

De éste modo, tomando en cuenta que el puntaje mínimo fue de 14 y el máximo de 70, en los datos encontrados con relación a los Hábitos Positivos de los consumidores de cocaína, se observa que las frecuencias más altas se encuentran entre los puntajes que pertenecen a la alternativa de respuesta 4, es decir, "pocas veces".

En el grupo de los no consumidores, la frecuencia más alta se ubicó entre los puntajes 43 y 47, correspondiendo a la alternativa de respuesta 3, es decir algunas veces. En esta categoría, la media observada en el grupo de consumidores fue de 46.39, y para los no consumidores fue de 45.07.

En relación a la categoría de Salud Reciente, en la que el puntaje mínimo fue uno y el máximo, cinco; se encontró que en el grupo de consumidores, 38 marcaron la opción 4 ("bien") y 35 la opción 3 ("regular"), encontrándose el menor puntaje en la opción 1 ("pésima"). La media para esta categoría, fue de 3.39.

Dentro de ésta misma categoría, en el grupo de no consumidores, la frecuencia más alta estuvo ubicada en la opción 4, seguida por la opción 3, la opción 5, y la 2 con menor frecuencia. La media fue de 3.71.

Así pues, entre éstas dos variables, Hábitos Positivos y Salud Reciente, se encontró una correlación de .378, siendo significativa en un .000 en el grupo de consumidores, no así en el de no consumidores, para el que no hubo una correlación entre dichas variables.

Ahora bien, en relación a los datos obtenidos mediante la prueba t de Student, se observa que no hay diferencias significativas entre el grupo de consumidores y el de no consumidores, en relación a los hábitos positivos ya que t= 1.540, gl= 193, p= .125 > a .05.

En cuanto a la categoría de Salud Reciente, se encontró que t= -2.256, gl= 193, y p= .025 < a .05, es decir que, si existen diferencias significativas entre la salud reciente del grupo de consumidores y el de no consumidores.

Por otro lado, en los puntajes relacionados con los Hábitos negativos, que tuvieron como puntaje mínimo 10 y máximo 50, la media fue de 26.61 y se observa que en el grupo de consumidores, las frecuencias más altas se encuentran en la alternativa de respuesta 3 ("algunas veces"); las puntuaciones más bajas, van del 34 en adelante, con una frecuencia máxima de 3.

Para el grupo de no consumidores, la frecuencia máxima se encuentra ubicada en la opción de respuesta 5 (nunca) y la media fue de 40.71.

Por otro lado, el Tratamiento de Emergencia, con un puntaje mínimo de 1 y máximo de 5, tuvo la frecuencia más alta, para el grupo de consumidores en la alternativa de respuesta 1, en la alternativa 2, tuvo una frecuencia de 21 y la 5 fue de menor frecuencia. La media fue de 1.62. Por su parte, el grupo de no consumidores, en la opción de respuesta uno, tuvo la frecuencia más alta con 61. La media para éste grupo fue de 1.63.

Entre éstas dos variables (Hábitos Negativos y Tratamiento de Emergencia), existe una correlación de .271, con un nivel de significancia de .008, en el grupo de consumidores y, en el grupo de no consumidores, no existe correlación alguna.

Así pues, se encontraron diferencias significativas en los hábitos negativos de los consumidores y los no consumidores, ya que la probabilidad fue de t= - 18.230, gl= 193, p= .000 < a.05. En cuanto al tratamiento de emergencia, no se encontraron diferencias significativas, ya que t= -.074, gl= 186, p= .941 > a.05.

En cuanto a la categoría Vigilancia de salud (puntaje mínimo, 5 y máximo, 25), para ambos grupos, las frecuencias más altas se encontraron en los puntajes 15 y 21, siendo 9, la frecuencia más alta en el grupo de consumidores y 14 en el grupo de no consumidores. En esta categoría, la media para el grupo de consumidores fue de 15.35, y para los no consumidores de 17.36.

Con respecto a los Valores de Salud (mínimo 4; máximo 20), el grupo de consumidores obtuvo la frecuencia máxima en la alternativa de respuesta casi. La media fue de 13.49.

De igual forma, en el grupo de no consumidores la media fue de 14.75 y presentó en el puntaje 16, una frecuencia de 37; pertenciendo este puntaje a la alternativa de respuesta "si".

Lo anterior indica que ambos grupos tienen las frecuencias más altas en los puntajes correspondientes a la opción de respuesta número 5 ("Si").

Para el grupo de consumidores existe una correlación (en relación a las categorías Vigilancia de Salud y Valores de Salud) de .329, siendo significativa en .001. Para el grupo de no consumidores, esta correlación es de .241, con un nivel de significancia de .017.

Por otro lado, existen diferencias significativas en cuanto a los valores de salud de los consumidores y no consumidores, ya que la probabilidad fue de t= -3.282, , gl=192, p = .001< a.05. Por lo se refiere a la vigilancia de salud, también existen diferencias significativas, ya que t= -2.241, gl= 189, p= .012 < a.05.

En la categoría de Apoyo Emocional (mínimo 3, máximo 15), en el grupo de consumidores la media fue de un valor de 9.75 y, la frecuencia más alta fue de 13, ubicada en el puntaje 13. Esto indica que el mayor puntaje se encuentra dentro de la alternativa de respuesta 5 (mucho). En el grupo de no consumidores, la frecuencia más alta se encuentra en el puntaje 12, con 20, es decir, "regular". La media observada fue de 11.58.

En relación al apoyo tangible, la frecuencia más alta en el grupo de consumidores fue de 15, en el puntaje 12. Por su parte, el grupo de no consumidores tuvo una frecuencia de 13, en los puntajes 11, 12 y 15. Las medias observadas fueron de 9.78, para los consumidores, y 10.73 para los no consumidores. En el grupo de no consumidores, se observa una ligera tendencia hacia la opción de respuesta 5 ("muy a menudo"). Por el contrario, en el caso de los consumidores, se observa una ligera tendencia hacia la alternativa de respuesta 3 ("regular").

Por otro lado, se observó que la frecuencia más alta se encuentra en el puntaje 13 y es de 24, seguido por el puntaje 12, con una frecuencia de 14, para el grupo de consumidores, en la categoría de Intercambio Negativo, que tiene un puntaje mínimo de 4 y máximo de 20. Así pues, la frecuencia más alta, se encuentra en el puntaje correspondiente a la alternativa de respuesta 3 ("regular"). El valor de la media fue de 12.41.

En el caso de los no consumidores, la media fue de 10.63 y la frecuencia más alta se encuentra en el puntaje 14, el cual corresponde a la alternativa de respuesta 4 ("bastante"), con una frecuencia de 12.

Entre las categorías Apoyo Emocional, Apoyo Tangible e Intercambio Negativo, se encontraron algunas correlaciones. Para el grupo de consumidores se observa que la fuerza de la correlación es de .560, entre el apoyo emocional y el apoyo tangible; también se encontró una correlación de -.343, entre el apoyo emocional y el intercambio negativo. En el caso de el intercambio negativo y el apoyo tangible, se observó una correlación de -.409, con un nivel de significancia de .000. Como es evidente, las tres correlaciones son altamente significativas. Para el grupo de los no consumidores, se encontró una correlación significativamente alta, de .529 (.000), entre el apoyo emocional y el apoyo tangible. De igual forma, se dio una correlación de -.309, siendo significativa en un .002, entre el intercambio negativo y el apoyo tangible (ver tabla 5). Así pues, se encontraron diferencias significativas entre ambos grupos, en relación al apoyo emocional recibido por parte de familiares y amigos durante el año pasado, ya que el valor de t= -4.480, gl= 193, p= .000< a .05. De igual forma se encuentran diferencias significativas en el apoyo tangible recibido por los dos grupos de sujetos, ya que el valor de t=-2.106, gl= 192, p= .036< a .05. En cuanto al intercambio negativo con amigos y familiares adultos, se hallaron diferencias significativas debido a que el valor de t fue de 3.449, gl= 191, p=.001< a .05.

Por otro lado, en la siguiente figura se observa la frecuencia con que los adolescentes consumidores de cocaína participantes en éste estudio, consumen dicha sustancia (Figura 1)

La mayor parte de ellos consumen cocaína "diariamente", ya que 33 sujetos reportan hacerlo de ésta manera; 31 lo hacen "a menudo"; 18 " algunas veces", y 14 "pocas veces".

En los resultados se encontró también, una fuerte correlación entre el uso de cocaína y el consumo de alcohol (ver tabla 6).

Por último, en cuanto a la frecuencia con que se ven involucrados en problemas legales, se encontró que en el grupo de consumidores, 57 sujetos reportaron no haberse encontrado en problemas legales, y 38 reportaron que si. En el grupo de no consumidores, 92 reportaron de manera negativa y 7 señalaron haber tenido problemas de tipo legal.

DISCUSION.

Los resultados obtenidos muestran que, en el grupo de consumidores, la mayoría de los sujetos pertenecieron al sexo masculino, indicando que, en la muestra estudiada, el consumo de cocaína es superior entre los hombres. Este hallazgo concuerda con los datos de la Encuesta Nacional de Adicciones (SSA, 1999), que indican que la prevalencia del consumo de sustancias, a nivel nacional, es mayor en los varones que en las mujeres.

De igual forma, se encontró que el uso de cocaína presenta una frecuencia de uso más alta entre los jóvenes estudiantes de 17 y 18 años. Esto significa que el consumo de cocaína es menor en los adolescentes más jóvenes y el uso de dicha sustancia, tiende a incrementarse con la edad. Estos resultados son similares a los obtenidos por otros investigadores, que señalan que, entre los estudiantes, la proporción de usuarios de sustancias tiende a incrementarse con la edad, ya que en 1997, el uso de cocaína registró un aumento importante entre los jóvenes de 15 y 17 años y se eleva considerablemente entre los mayores.

En cuanto a los hallazgos relacionados con los hábitos de salud, se encontró que el grupo de consumidores realiza pocas veces, actividades relacionadas con hábitos positivos, y el grupo de no consumidores, lleva a cabo éstas actividades, algunas veces. Sin embargo, no se encontraron diferencias significativas entre el grupo de consumidores y el de no consumidores, en cuanto a las actividades vinculadas con hábitos positivos. Esto significa que, las actividades como hacer ejercicio, comer sanamente, tener precaución al manejar un vehículo, son muy similares en ambos grupos. En este caso, los dos grupos realizan dichas actividades con poca frecuencia. Evidentemente, esta similitud tiene que ver con que todos ellos son adolescentes, y no hay que olvidar que ésta es una etapa en la que, como señalan Conger (1980), y Tubau (1995), el adolescente debe mantener una imagen, y se siente obligado a ser capaz de hacer lo que los demás, e incluso llegar más lejos si se puede. El hecho de que los adolescentes regularmente lleven a cabo comportamientos riesgosos, tiene que ver con el sentido de competencia y el miedo al ridículo, que impiden muchas veces, que el adolescente se niegue a lo que los demás esperan que haga, ya que esta negación puede poner en riesgo la relación con el grupo de amistades.

Por otro lado, el análisis de la categoría de historia de salud, arrojó datos en los que se encontraron diferencias significativas entre los consumidores y no consumidores con relación a la salud reciente de los sujetos. La diferencia radica en que el grupo de consumidores percibió su salud, como "bien" y "regular", en comparación con personas de su edad. Por su parte, los no consumidores, reportaron percibir su salud como "bien". Esto implica que la salud de los adolescentes no consumidores es mejor que la de los adolescentes consumidores de cocaína.

Así pues, la correlación que se observa entre los hábitos positivos y la salud reciente en el grupo de consumidores implica que, aunque los adolescentes pertenecientes a la muestra, tienen hábitos positivos similares, el consumo de cocaína contribuye, en el decremento de la salud del adolescente. La importancia de estos resultados, radica en que resaltan el hecho de que el consumo de cocaína contribuye con el deterioro de la salud de los individuos y evidentemente, los adolescentes, y muchas de las personas que consumen drogas, no están bien informados en relación a los estragos que ocasiona el usar cocaína o cualquier otra sustancia. Con estos resultados se hace evidente la necesidad de mostrar a la gente como sí hay consecuencias negativas con el abuso de drogas; que sí hay un deterioro en la salud de los usuarios, y que esto ocurre desde edades muy tempranas.

El consumo de cocaína se encuentra fuertemente vinculado con los hábitos negativos, en los que se encontraron notables diferencias entre el grupo de consumidores y el de no consumidores. Por un lado, se encontró que los consumidores, realizan actividades como abusar de la sal en la comida, consumir tabaco, ingerir alcohol, usar drogas, "algunas veces"; mientras que un alto índice de no consumidores, reportan que "nunca" realizan éste tipo de actividades.

Las diferencias encontradas en relación a los hábitos negativos, son notablemente significativas, sin embargo, cabe mencionar que esta diferencia se debe, principalmente, al uso de sustancias, debido a que el grupo de no consumidores, no hace uso de ninguna de ellas y muchos de los ítems pertenecientes a ésta categoría, hacen referencia al uso de alcohol, tabaco y otras drogas.

En este sentido, es importante señalar que el consumo de sustancias no es el único hábito negativo que podrían tener los adolescentes; existe toda una gama de actividades que pueden afectar el desarrollo del adolescente: el ocio, la agresividad, la falta de higiene, la mala alimentación, entre otros. A pesar de que los resultados de esta investigación indican que hay diferencias entre los hábitos negativos de ambas poblaciones, se considera que sería necesario realizar la evaluación de otras actividades vinculadas con los hábitos negativos, para confirmar dicha diferencia. Sin embargo, esto no resta importancia a los resultados obtenidos, ya que permiten observar que el consumo de cocaína, afecta de manera negativa la Calidad de Vida de los adolescentes.

En relación al uso del sector salud, se analizó la frecuencia con que los sujetos recibieron un tratamiento de emergencia en alguna clínica u hospital, a lo largo del año pasado. Se encontró que ambos grupos acudieron muy pocas veces (o ninguna), a recibir un tratamiento de emergencia, por lo que no se encontraron diferencias significativas en ésta categoría. Sin embargo, al correlacionar los hábitos negativos con el tratamiento de emergencia, se encontró que, solo en el grupo de consumidores, estas variables están correlacionadas. Esto podría llevar a suponer que, el no usar cocaína o alguna otra sustancia, disminuye considerablemente el riesgo de sufrir algún accidente o percance que obligue a ingresar a un hospital, con lesiones de cualquier tipo.

Este dato se relaciona directamente con las investigaciones del SISVEA (1997), e indica que el uso de cocaína está estrechamente ligado con el uso de servicios de emergencia. Estos resultados son alarmantes, ya que indican que un problema relacionado con la salud, se puede convertir en un problema vinculado con la seguridad pública.

Respecto a las creencias y actitudes relacionadas con la salud, se encontraron diferencias significativas en relación a la vigilancia de salud de los sujetos. En cuanto al grupo de consumidores, se encontró que están de acuerdo en un nivel "regular" con todas aquellas cuestiones que implican mantener cierta vigilancia su salud. Por su parte, el grupo de no consumidores, estuvo "casi" de acuerdo con ésta vigilancia. Lo anterior indica que el grupo de consumidores, está menos pendiente de su salud, en comparación con el grupo de no consumidores.

Por otro lado, al considerar los valores de salud de ambos grupos, se observa que existen diferencias significativas, debido a que los no consumidores están más de acuerdo con que se requiere de buena salud para ser productivo y feliz, o que no existen cosas más importantes que la salud. Por el contrario, aunque los datos obtenidos son muy similares, en el grupo de consumidores de cocaína, se observa que no están muy de acuerdo con dichos valores de salud.

Así pues, en ambos grupos se encontró una correlación entre la vigilancia de salud y los valores de salud, lo cual indica que, el tener en menor o mayor grado ciertos valores y creencias con respecto a la salud, contribuye directamente en el cuidado de la misma. Desde luego, el hecho de tener menos valores de salud, puede llevar a los adolescentes a dar poca importancia a los estragos y enfermedades que puede provocar el uso de alguna droga. Por supuesto, esta actitud, puede conducir a los adolescentes a realizar prácticas que afecten su salud, sin que les preocupe demasiado las consecuencias posteriores. Este sería el caso de los adolescentes consumidores de sustancias.

En los resultados descritos, se basa la importancia de inculcar en nuestra sociedad, valores de salud que encaminen a los individuos a ser responsables de la misma, llevando a cabo actividades que la fortalezcan y no que la deterioren. Por supuesto, esto implica que los valores de salud son un factor relevante y determinante en el cuidado personal, y podrían ser considerados, a raíz de estos resultados, como un factor de protección contra el consumo de sustancias, ya que, al presentar un nivel alto de valores de salud, la vigilancia y el cuidado de la misma aumentaría, disminuyendo con esto, el consumo de cocaína y otras drogas.

En cuanto al apoyo emocional y tangible recibido por parte de familiares y amigos, durante el año pasado, se encontraró que el grupo de consumidores recibió menos apoyo emocional y tangible que el grupo de no consumidores.

En éste mismo bloque, en relación a la frecuencia con que tienen intercambio negativo, o problemas con sus familiares y amigos, se encontró que, en el grupo de consumidores, éste tipo de intercambio sucede de manera "regular", mientras que para los no consumidores, ocurre con "bastante" frecuencia. Esto apunta a que, el grupo de los adolescentes que no consumen ninguna sustancia, tienen mayor intercambio negativo o problemas, con sus familiares y amigos, que el grupo de consumidores de cocaína.

Evidentemente, el apoyo emocional y el apoyo tangible están estrechamente vinculados con el intercambio negativo. Estos resultados indican que entre más apoyo reciben los adolescentes, menor es la cantidad de intercambio negativo que tiene con sus familiares y amigos. Esto resulta importante, si recordamos que la familia es un factor de riesgo en el consumo de sustancias, y que el riesgo de convertirse en adictos, es mucho mayor para los adolescentes cuyos padres no son afectuosos, sino negligentes, demasiado tolerantes o, por el contrario, autoritarios y hostiles (Conger, 1980); lo mismo ocurre con los adolescentes que viven inmersos en la desintegración familiar, el distanciamiento afectivo de los padres, la crisis de valores familiares, altos niveles de tensión dentro de la familia y el aislamiento social de la familia (Belsasso, 1992).

Por último, se ha encontrado que los problemas legales, acompañan comúnmente al consumo de cocaína (Centros de Integración Juvenil, 1999), y los datos que se obtuvieron al respecto, indican que en el grupo de consumidores, un alto número de adolescentes se vio implicado en problemas de tipo legal durante el año pasado; y en el grupo de no consumidores, más del 90%, reportaron que no han tenido problemas de este tipo.
 
 

CONCLUSIONES

Los resultados obtenidos del análisis indicaron que el consumo de cocaína es mayor en hombres que mujeres y que la proporción de usuarios de cocaína tiende a incrementarse con la edad. En relación a las áreas de la Calidad de Vida revisadas se encontró que, ambos grupos realizan pocas veces actividades relacionadas con hábitos positivos. La salud reciente de los adolescentes no consumidores, es mejor que la de los consumidores de cocaína. En relación a estas dos categorías, se encontró que el consumo de cocaína, contribuye en el decremento de la salud del adolescente. Por otro lado, se observó que los consumidores realizan algunas veces, actividades relacionadas con hábitos negativos, mientras que los no consumidores, no realizan dichas actividades. En relación al uso de tratamientos de servicios de emergencia, se encontró que ambos grupos, no acudieron en su mayoría, a recibir un tratamiento de ésta índole. En cuanto a estas categorías, se señala que el uso de sustancias incrementa el riesgo de requerir el servicio de tratamiento de emergencia en alguna clínica u hospital. Así mismo, el grupo de consumidores, estuvo menos pendiente de su salud, y a su vez tuvieron menos valores de salud, en comparación con el grupo de no consumidores. Lo anterior indica que un mayor grado de valores y creencias con respecto a la salud, contribuye directamente en el cuidado de la misma, lo que implica que, entre menos sean dichos valores, menos se cuidará de la salud propia (tal y como lo hacen los consumidores), y viceversa.Por otro lado, se observó que el grupo de consumidores recibió menos apoyo emocional y tangible, que el grupo de no consumidores; y que el primer grupo tuvo menos intercambio negativo con familiares y amigos, que el segundo. Esto apunta a que, entre menos apoyo reciben los adolescentes, menor es la cantidad de intercambio negativo que tienen con sus familiares y amigos. El grupo de consumidores recibió menos apoyo emocional y tangible, y esto implica que entre menos sea el apoyo recibido de familiares y amigos, el adolescente corre un mayor riesgo de ser consumidor de sustancias. También se encontró un fuerte vinculo entre el uso de alcohol y el consumo de cocaína. Por último, se observó que el consumo de cocaína, contribuye en el riesgo de que los adolescentes se vean involucrados en problemas de tipo legal.

De todo lo expuesto anteriormente, se puede concluir que, en diversas áreas relacionadas con la salud, existen diferencias estadísticamente significativas en los niveles de Calidad de Vida de adolescentes consumidores de cocaína y adolescentes que no consumen ninguna sustancia; siendo inferior el nivel de Calidad de Vida de los adolescentes consumidores de cocaína. Este resultado, coincide con los hallazgos realizados anteriormente por otras investigaciones y contribuye a establecer que es necesario realizar más estudios sobre la Calidad de Vida de adolescentes consumidores y no consumidores de drogas, para conocer aquellas áreas específicas en que se puede incidir, ya sea para la prevención o el tratamiento de la drogadicción.

Desde luego, es relevante señalar algunas consideraciones importantes en cuanto a estos resultados. En primer lugar, se considera que el instrumento utilizado no fue lo suficientemente sensible para encontrar las diferencias existentes en la categoría de hábitos negativos, y sería conveniente evaluar aquellos aspectos que afectan la salud psicosocial. Por ejemplo, se podría cuestionar a cerca del uso del tiempo libre y otros aspectos importantes. Evidentemente, no se puede olvidar que el instrumento utilizado, está diseñado para evaluar aspectos relacionados con la salud del individuo, pero en este caso en particular, sería relevante, evaluar otras conductas, consideradas como hábitos negativos, para saber si realmente los adolescentes no consumidores, nunca llevan a cabo actividades relacionadas con dichas conductas.

En relación al grupo de categorías analizadas, es preciso señalar que en todas ellas se resalta la importancia del papel que juega la familia en el desarrollo de los adolescentes. Si el adolescente encuentra en su hogar relaciones satisfactorias y estables, difícilmente se verá envuelto en problemas relacionados con el uso de sustancias. Con esto, se le asigna un papel muy importante a la familia, como factor protector en la prevención del consumo de drogas; sin embargo, es preciso señalar que el consumo de drogas es tan antiguo, como la vida en sociedad, y es aquí en donde cabría preguntarse, si la familia es suficiente como factor preventivo del consumo de sustancias, en una sociedad en la que los medios de comunicación masiva exhiben el consumo de alcohol, tabaco y otras drogas a través de los anuncios de televisión, los programas, las películas, la música. Evidentemente, no podemos olvidar que hay factores de tipo social, que no pueden ser modificados tan fácilmente, debido a que implicaría realizar cambios a niveles que, las políticas sociales, económicas, educativas, etcétera, no permitirían llevar a cabo.

Dadas estas condiciones, es preciso evaluar qué tan cercano se encuentra el objetivo de erradicar el consumo de drogas. Tal vez sería conveniente pensar en estrategias que permitan que los usuarios de drogas, lleven a cabo dicha práctica con responsabilidad, es decir, usando y no abusando de las diferentes sustancias sustancias.

En este trabajo, se analizaron solo algunas de las áreas de la Calidad de Vida y se hizo evidente que la Calidad de Vida de los consumidores de cocaína, es de un nivel más bajo que la de los no consumidores. De aquí surge la idea de que, entre más áreas de la Calidad de Vida de adolescentes consumidores y no consumidores de sustancias se evalúen, será más fácil identificar las diferencias entre ambos grupos, y por lo tanto, se tendrá más claro, cuáles son aquellas áreas que se encuentran directamente vinculadas con el consumo de drogas. De este modo, se podrían elaborar estrategias de tratamiento y rehabilitación que se basen en la modificación de las áreas de la calidad de vida, que se encuentran relacionadas con el consumo de sustancias.
 
 

BIBLIOGRAFÍA

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