Vol. 2 No. 1
Febrero de 1999


Al País del Otro

(Algunas reflexiones sobre el contexto del dispositivo clínico en migrantes, exiliados y transterrados).

Carlos Fernández Gaos*


 
"Lo decisivo es ser fiel -aquí o allí- a aquello por lo que un día se fue arrojado al exilio. Lo decisivo no es estar -acá o allá- sino cómo se está".
Adolfo Sánchez Vázquez

 

RESUMEN

En el trabajo se aborda el concepto de exilio desde las ciencias sociales, contrastandose con la conceptualización particular del psicoanálsis, así también se habla de las peculiaridades psiquicas que implica el poceso de exilio en sus variadas formas.
DESCRIPTORES. Exilio, psicoanálisis, sujeto e identidad.
 
 

ABSTRAC

This work enters upon the concept of exile as defined by the social sciences, working contrast with the particular conception drived from the psychoanalysis. It also referes to the psychic peculiaritties that implies the exile process in it´s varied forms.
KEY WORDS: Exile, psychoanalysis, subjet and identity.
 
 
 
 

*.- Profesor-investigador de T. C. UNAM-Iztacala.(Programa Subjetividad y Sociedad) Psicoanalista. Miembro activo del Círculo Psicoanalítico Mexicano. Correo electrónico: carlfdzg@ servidor.unam.mx
 
 
 
 

Cuando en 1922 Freud decía que "En la vida anímica del individuo, el otro cuenta, con total regularidad, como modelo, como objeto, como auxiliar y como enemigo", ejemplificaba de qué modo la psicología individual es simultáneamente social, y explícitaba esta dimensión subyacente, aunque omnipresente, en la constitución y vicisitudes psíquicas de todo sujeto. Si bien el caracter particular que, para el individuo, asume ese otro en un momento dado, tiene sus raices en las relaciones con los otros más primarios, es también en función de las características concretas de ese otro actual, que el individuo movilizará los recursos formados en sus relaciones originarias para buscar la satisfacción de sus deseos. Es en virtud de ello que el otro devendrá para él, alternadamente: modelo, objeto, auxiliar o enemigo.

En el caso del tema que nos ocupa, por el lado del individuo, ansiedades, duelos, fantasmas, etc., constituyen, en términos generales y entre muchas otras, el espectro de vivencias y procesos que se movilizan en el drama de verse arrojado violentamente a enfrentar el país de un otro no concretado; un otro cuyo rostro se intenta esbozar con los tímidos balbuceos que le son posibles a quien se encuentra, como dijera un lúcido exiliado, "a-terrado"; un otro imaginarizado desde la soledad; desde la indigencia afectiva, prefigurado a partir de la convulsión de las certezas más arraigadas y elementales, y por tanto, encarnando los más contradictorios fantasmas, desde los más persecutorios, a los más protectores.

No es fortuito que la identidad y sus trastornos, surja una y otra vez en la clínica, como tema en el que se intentan acotar los saldos de una tragedia de esta índole. Tragedia cuya inscripción habrá de tramitarse para dar continuidad a la novela histórica personal de quién ha sido su víctima. Trámite, de cuyo éxito o fracaso, dependerán, de manera importante, los destinos de ese encuentro con el otro.

Evidentemente, estos encuentros no se dan todos en condiciones igualmente trágicas; el emigrante lleva en su equipaje una promesa de realización, el exiliado, la marca de una frustración. Como dice atinadamente Fernando Ainsa: "Uno busca con esperanzaun futuro distinto; el otro huye de un pasado en el que su "utopía social" ha sido derrotada. La actitud de ambos será distinta al desembarcar en el país que los acoge: tierra prometida y "nueva patria" para el emigrante, refugio provisorio y tierra de asilo para el exiliado".

De cualquier modo, y en última instancia, aventurarse a encarar a un otro, con el cual, o, en otros casos, contra el cual, se vislumbra posible perfilar un nuevo proyecto de vida, o su continuidad, denota una imposibilidad de no haber podido hacerlo, ni aún en los propios términos que, de mil maneras, fueron alimentados por la tierra en la que se hundieron las raices de las que ahora se quedó segado.

Más allá de distinciones de caracter jurídico, o de definiciones de diccionario, "extranjero", "extraño" "exiliado", o, "expatriado", se refieren a lo que ya no constituye lo propio; son palabras en las que resaltan esas partículas gramaticales que expresan la negación de un lugar; un fuera del lugar; del lugar de sujeto definido por una continuidad histórica identificatoria. Una partícula, una insignificancia, una pequeñez que, en el encuentro con el otro, puede ser peyorativamente sobredimensionada, por contener el único referente identificatorio posible, referente que constituye, además, un intento de conservarse en su continuidad, aunque al precio de autodesignarse en su exclusión frente a un otro para quien ello tiene un valor que le es desconocido. Como agudamente lo observó Freud: "La intolerancia de las masas se exterioriza con más intensidad frente a diferencias pequeñas que frente a diferencias fundamentales". No importan las causas, no hay atenuantes cuando es esa pequeña diferencia con el otro, todo lo que el sujeto porta, le queda, o, lo que hace distintivo de sí mismo. Queda, entonces, reducido como sujeto, confinado a ser siempre un extraño para el otro y no cabalmente un otro, a su vez, con el mismo estatuto, de y para ése.

Pero, bajo otro punto de vista, podría ser aún peor, que esa partícula ni siquiera tenga función de referente; que se haya anulado toda referencia posible; que haya quedado un hueco; una interrupción en su continuidad; un vacío que lo sacrifique; en suma, una víctima de lo que René Kaës llamó una "catástrofe psíquica", cuyas secuelas pueden llegar a incapacitarlo para establecer las relaciones más elementales. Podríamos decir, que haya quedado afuera de las demarcaciones de los referentes reconocibles, incluso, para él mismo.

Un destino muy diferente se vislumbra cuando hay muchos otros referentes; cuando el sujeto, siempre en proyecto, los reivindica y los hace valer ante el otro en cada ocasión, o es el otro quien los reivindica para él.

Para los propósitos de este trabajo, nos interesa destacar la manera particular como se asume el momento del encuentro con ese otro y el trámite de que es objeto aquello que se dejó atrás. Ambos con un caracter determinante de las vicisitudes por las que atravesará el individuo, teniendo, desde luego, siempre presente, y como lo señalábamos hace un momento que, en buena medida, éstas dependerán de la naturaleza de las condiciones que promovieron el abandono de su lugar, mismas que posibilitarán, entorpecerán, o, anularán su sostenimiento. En cualquier caso, no deja de tener una función relevante y, nos atreveríamos a decir, igualmente decisiva, la manera en cómo el otro, a su vez, asume un lugar frente a quién, para él y en su circunstancia, habrá de ser también un otro.

El destino de un emigrado o asilado no está fijado, ni la problemática que conlleva su condición de tal está dada, de una vez y para siempre, sólo por el impacto que en él tuvieron las condiciones de su salida, por muy dramáticas que hayan sido, desde luego con ciertas salvedades, ni tampoco por los recursos que es capaz de movilizar para contender con ella, también dentro de ciertos límites. Si así fuera, nuestra propia práctica sería totalmente inocua. El encuentro compromete al menos a dos partes en la construcción de una nueva novela personal para ambos, y el guión de ésta, no es sino el resultado de sus modos de participación. Así pues, el psiquismo del otro, las particularidades de las relaciones (intersubjetivas) en las que se da el encuentro, así como las condiciones culturales (trans-subjetivas) en las que se desenvuelve todo ello, son igualmente relevantes en la determinación de los modos de gestión de su condición. Esto es lo que nos enseña la práctica clínica y es este el sentido en el que entendemos la afirmación de Castoriadis que consideramos pertinente evocar, "Para el Psicoanálisis, la cuestión del sujeto es la cuestión de la psique, de la psique como tal y de la psique socializada, es decir, habiendo sufrido y sufriendo siempre un proceso de socialización".

La UNESCO, entiende la "asimilación a la cultura", como un "proceso negativo por el cual un individuo adopta los modelos culturales de la sociedad receptora y reprime los anteriores, pero adopta aquellos como una mera imitación formal". Es evidente que aquí la palabra "reprime" debe ser entendida como mero menosprecio. Por otra parte, el calificativo "negativo" reconoce, implícitamente y por exclusión, el enriquecimiento que supondría la convivencia de ambos modelos culturales. Desde luego, no habría que esperar, en una definición producida en el seno de este organismo, que contemplara niveles de especificidad propios de nuestra disciplina, sin embargo, acotemos tanto el concepto "reprime", como la forma de adopción, en términos de "imitación formal" en la medida en que ambos contienen implicaciones que, particularizadas y consideradas en la dimensión subjetiva del sujeto, pueden constituir verdaderas fuentes de conflictos en su desenvolvimiento en la nueva cultura.

Si la modalidad que adquiere este reprimir en el sujeto, no es sino resignar su historia, se producen pérdidas en, al menos, dos órdenes: 1) En los referentes identificatorios constitutivos de su novela histórica personal, lo que, a su vez, implica que se haga reconocer, frente al otro, con referentes más generales que lo incluyen en tanto miembro, pero lo excluyen en su singularidad y 2), en cuanto al lugar dominante que esta resignación otorga al otro, lugar que, a su vez, éste reivindicará para sí, como nueva investidura narcisista, que hará valer por la misma vía por la que se instauró, aunque en sentido contrario, es decir, subordinándolo. No obstante estas pérdidas, su historia, aunque resignada, sigue siendo suya, lo que le permite mantenerse en su continuidad y reservarla como dispositivo de contención cuando resienta los efectos de haberla rendido. En otro extremo, y como ya lo adelantamos, si las condiciones que motivaron la emigración, o las del encuentro, fueron de tal impacto sobre el individuo, al punto de que, este reprimir, tome la forma de un verdadero repudio (exclusión) de esa parte de su historia, entonces lo que se genera es una ruptura en su continuidad; un encarcelamiento de su propio yo, que subsistirá, pero al precio de su auto-exilio.

Por otro lado, en la medida en que se trata de un espacio cuyas significaciones y exigencias están regidas por un otro que lo ocupa, lo domina, un otro pluralizado y en condiciones culturales distintas, y habiendo optado por desconocer las suyas, este emigrado se habrá de dedicar, con un enorme esfuerzo, a generar el inventario de actitudes, disposiciones, comportamientos, afectos, etc., que conforman el arsenal del otro, y que se ha desarrollado a través de una historia que no ha vivido y que incluso, en muchas ocasiones, desconoce, por lo que su, necesariamente forzada, "imitación formal", no hace sino confirmar su condición actual de extraño que, de acuerdo con la noción freudiana de "narcisismo de las pequeñas diferencias", se ofrece al otro como característica privilegiada para la hostilización.

La convocatoria a que el otro lo considere su igual está condenada al fracaso desde el inicio, dados los términos en que se formula. Este movimiento, en sí mismo, resalta aquello que constituye una diferencia con quien es connvocado que, desde su punto de vista, no podríamos calificar, quizá, de pequeña, en cuanto a que no tiene la necesidad de movilizar ningun recurso, pués está colocado en la posición de dominante, posición con una fuerte carga narcisista que él mismo negaría si la abandonara. Dice Freud continuando el desarrollo de esta idea: "Sería seductor ceder a esta idea y derivar de ese ((narcisismo de las pequeñas diferencias)) la hostilidad que en todos los vínculos humanos vemos batallar con éxito contra los sentimientos solidarios y yugular al mandamiento de amor al prójimo". Así las cosas, movidos los referentes identificatorios del sujeto "No debe menospreciarse la ventaja que brinda un círculo cultural más pequeño", dice Freud, y continúa: "ofrecer un escape a la pulsión en la hostilización a los extraños. Siempre es posible ligar en el amor a una multitud mayor de seres humanos, con tal que otros queden fuera para manifestarles la agresión".

Otro ejemplo. Se trata de un concepto producido por un exiliado republicano español en México, José Gaos, referido por José Luis Abellán en una famosa conferencia. Partiendo de la identidad entre los objetivos e ideales de la República española y los de la Revolución Mexicana, dice: "Esta identidad le hizo concebir a Gaos la teoría de las dos patrias, según la cual existen para todo hombre la patria de origen -es decir, aquella que nos es imputable por el nacimiento- y la patria de destino, la que hemos elegido o aceptado por la imposición de las circunstancias, como puede ser un exilio forzoso...Y esta teoría de las dos patrias -que pueden coincidir o no- es la que le llevó a Gaos a acuñar el neologismo de "transterrados",...aludiendo con este término a un traslado físico de las personas dentro del mismo espacio geo-cultural"

La alusión al espacio geocultural es aquí lo que resalta. Se trata, aparentemente, de un mero traslado físico que no pone en cuestión la identidad de los sujetos, en tanto se entiende a ésta fundada en la coincidencia de los objetivos e ideales que caracterizan al sujeto lo mismo en el país de destino que en el de origen. Desde luego que, fundando así la identidad, se hace abstracción de esas pequeñas diferencias que la historia común de estos dos países, en particular, no fue capaz de borrar, y permanecen siendo sostenidas como referentes sobre los cuales se funda una identidad distinta que será reivindicada en cuanto el sujeto se vea amenazado. El ejemplo de ello nos los proporciona Josefina Oliva de Coll, refiriéndose al "clamor vehemente de un indio contemporáneo peruano" que dice: "Ahora yo hablo, yo soy Ye'cuana que pertenece a la familia Caribe, americano auténtico que tantos miles de años hemos vivido en América. Yo soy americano puro, sin mezcla, por eso me siento orgulloso de presentar y explicar su cultura y su historia...yo hablo a ustedes con mis propias ideas, que ningún colonizador me enseñó...yo creo que cada quien puede respetar su cultura y debe igualmente respetar la de los demás". Y añade: "Esta conducta sería, en mi opinión, una conducta civilizada".

Aún tratándose de casos muy diferentes, parece claro que uno y otro reivindicarán para sí, los referentes que les permitan sostenerse en su condición, sus aspiraciones y su continuidad. De este modo, la invocación a la identidad, asi, en abstracto, como categoría teórica capaz de dar cuenta de los trastornos o facilidades que, para unos y otros, estos traslados comportan, resulta demasiado maleable y siempre relativizada. Esto no quiere decir que no tenga importancia, sino que su importancia estará en relación con los referentes que, en cada caso, permitan la continuidad del sujeto, tal y como el ha construido su propia novela histórica.

Reconocemos, por supuesto, que el concepto de identidad ha sido importante para dar cuenta de algunos problemas, sin embargo, es necesario explicitar las coordenadas teóricas en las que están inscritos esos problemas, a efecto de determinar el valor y alcances del concepto, so riesgo de simplificaciones o generalizaciones abusivas. Este es el caso, no poco frecuente, en los análisis psicosociales de los problemas del exilio y las migraciones, en los que este concepto se ha incorporado sin tomar en cuenta las diferencias en los niveles de análisis, haciéndolo aparecer como una categoría casi unívoca, que poco nos ayuda para entenderlos en la especificidad de los conflictos del sujeto, como ahora nos lo proponemos. Es decir, no se trata de caracterizar el problema, exclusivamente, como el de una "identidad" amenazada, o, trastornada, por efecto de los cambios en los códigos y significaciones correlativas a los de los espacios geográficos, ya sean estos de país, región, barrio, comunidad, etc., por más que estén presentes, esto sería tan sólo enunciar un conjunto de problemas de otro orden que necesitarían ser explicitados. Las identidades nacionales, regionales, culturales, o cualesquiera, sin negar su importancia, son cruzadas por otras muchas identidades de índole, religioso, étnico, gremial, corporativo, etc., que se invocarán en la medida en que permitan la continuidad de las novelas históricas individuales de sus actores.

Parecería imposible que se asumiera que el encuentro con un otro supone, necesariamente, la construcción de una nueva historia para ambos, y no la permanencia de una a costa de la rendición de la otra. Rendición, desde luego, nunca totalmente consumada, a no ser que se recurra al exterminio total por una parte, o, al suicidio por la otra; al sometimiento absoluto, o, a la renuncia del ser. Así, el encuentro no es tal. No hay encuentro posible cuando para uno, el otro no es cabalmente un otro, sino, sólamente, instrumento de su proyecto, y ésto, independientemente de si llega o recibe. Si el encuentro, más allá de las condiciones que lo propiciaron, se propone la realización irrestricta del proyecto del uno, el otro, en consecuencia, queda confinado a no tener más que un caracter instrumental, o, a ser un obstáculo a salvar. Si el otro no construye un lugar valorado para el uno, en el mismo nivel en el que valora el suyo, ni el compadecimiento ni la misericordia, ni la sumisión ni la resignación, serán capaces de hacerlo.

En la encrucijada de la edificación de una nueva historia, lo nuevo es vivido como renuncia al ser y no como posibilidad de otra forma de ser. El aferramiento a los fragmentos de "verdad" que han garantizado lo que el sujeto es y que son basamento de las utopías que ha podido construir, se erige como verdadero dique en contra de las ansiedades que provoca asomarse al vacio que deja entrever su deconstrucción, cuando no se ve la posibilidad de construcción de otras. Lo nuevo es siempre del orden de lo posible, y, por tanto, de lo dudable, mientras que de lo actual, de lo que se tiene, de lo que se és, de lo que se desea, no se sospecha.

En tanto relación con un otro que rige las significaciones y exigencias del espacio en el que se inserta el inmigrado, podría concluirse que la experiencia del exilio, en cuanto vivencia psíquica, es compartida por otros fenómenos regularmente considerados cualitativamente distintos. En el extremo, incluso sería posible el exilio, como vivencia psíquica, aún permaneciendo en el país de origen, y de ello darían fe, tanto los testimonios indígenas de la época de la conquista de América toda, como los recogidos de perseguidos por los regímenes militares o gobiernos totalitarios que nos son contemporáneos y que, desde luego, no son ni privativos de América, ni de nuestra época. La historia toda está plagada de ejemplos de esta índole en, prácticamente, todas las épocas y latitudes.

La afirmación es temeraria, en tanto hace equivaler experiencias o vivencias que tanto el sentido común, como el diccionario que suele regularlo, nos obligarían a distinguir con términos como "migración", "marginación", "exilio", "destierro", "deportación", "expatriación", "ocupación", etc. Sin embargo, estas distinciones son hechas, fundamentalmente, sobre bases formales de orden jurídico, político, o de algún otro, y no en cuanto a la problemática psíquica que comportan. Si son diferentes, o, no, desde el punto de vista de sus implicaciones psíquicas, podría determinarse después de hacer algunas precisiones.

No basta hablar de relación, pues aquí el término relación no está considerando las particularidades de los psiquismos que se relacionan. Una primera diferenciación es, entonces, pertinente: En un caso, el uno; el singular, el emigrado o exiliado, es un psiquismo concreto, una estructura intrapsíquica, moldeada de acuerdo con ciertas condiciones y circunstancias específicas intersubjetivas y trans-subjetivas, propias de su cultura de referencia. El otro, pluralizado en tanto universo de relaciones actuales y potenciales, con el concomitante universo de significaciones que implica, a las que se enfrentará el singular, se refiere a una enorme diversidad de estructuras intra-psíquicas moldeadas, a su vez, de acuerdo con condiciones distintas.

De esta primera diferenciación es posible concluir que, de la diferencia o semejanza de las condiciones inter y trans-subjetivas que constituyeron los sistemas de significaciones y exigencias de cada uno, dependerá, aunque sea parcialmente, la posibilidad de incorporar, con mayor o menor fluidez y rapidez, las nuevas experiencias en la continuidad de la novela histórica personal de uno y otros. Ahora bien, estamos suponiendo en ambas partes una continuidad de las historias personales que no es necesariamente simétrica. Expliquémonos: en el caso del singular, se trata de una novela histórica personal que ha de incorporar, como parte de su continuidad, los cambios; las rupturas; las interrupciones, que se le impusieron o que pudo producir, mientras que, en el otro, en la medida en que es dueño o se adueña de los espacios y de los dispositivos para su significación, resiente la presencia del singular como una amenaza que le impone un trabajo adicional que percibe totalmente innecesario, en virtud de que no forma parte del horizonte visible trazado desde su propia continuidad.

Por último, una de las consecuencias de las catástrofes, sean éstas una invasión, un golpe militar, una devastación natural, es que alteran o fracturan los vínculos que el sujeto ha establecido, haciéndole perder su lugar en el conjunto al que pertenecía y a partir del cual había construido su continuidad. El ataque contra la identidad del espacio y de la sociedad, es un ataque contra el origen y contra el orden simbólico; incluye necesariamente el ataque contra el cuadro metapsíquico, entendido como la estructura grupal en la que se apuntala la psique de un sujeto singular. Es por esto que la catástrofe no es sólo un acontecimiento, es tambien un proceso que, desde el punto de vista de las historias, tanto de los sujetos singulares como de los grupos, implica correlativamente la movilización de múltiples procesos e instancias que le permitan contender contra los conflictos más íntimos y profundos en defensa de su continuidad, de su permanencia como sujetos, de la vigencia de sus proyectos, construyendo en su horizonte la posibilidad última del exilio, la clandestinidad, la resignación, o la renuncia a la existencia misma.
 
 

 
BIBLIOGRAFÍA.
Ainsa, Fernando. (1982) "Tierra prometida, emigración y exilio" en Diógenes. Revista Internacional de Ciencias Humanas. No.119. Otoño. México, Coordinación de Humanidades. Universidad Nacional Autónoma de México.. p.61.   Abellán, José Luis. (1993) "José Gaos (1900-1969). ¿Cómo se adapta un filósofo a la sociedad mexicana?". Conferencia pronunciada el 22 de abril de 1993 dentro del ciclo "Españoles en América", editada por la Fundación Españoles en el Mundo.   Castoriadis, C. (1992) El Psicoanálisis. Proyecto y elucidación, Ed. Nueva Visión, Buenos Aires.
 

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Freud, S. "Moisés y la religión monoteista". Buenos Aires: Amorrortu Eds. Vol. XXIII.

  Freud, S. "El tabú de la virginidad". Obras Completas. Buenos Aires: Amorrortu. Vol. 11.
 
 

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Kaës, René. (1989) "Ruptures Catastrophiques et travail de la Memoire. Notes pour une recherche". En: J. Puget- R. Kaës- L. Ricón- J. Braun- M. I. Palento- S. Amati- M. Ulriksen- Vignar- V. Galli. Violence D'état et Psychanalyse, Dunod, Bordás, Paris.

  Kaës, René (1995) El grupo y el sujeto del grupo, Buenos Aires: Amorrortu,
 

Oliva de Coll, Josefina. (1986) Terra ignota. La geografía de América Latina a través de cronistas de los siglos XVI y XVII, México: Ed. Trillas.
 
 

Sánchez Vázquez, A. (1989) "Fin del exilio y exilio sin fin". En: Sinaia. Diario de la primera expedición de republicanos españoles a México. Edición Facsimilar. Presentación y epílogo de Adolfo Sánchez Vázquez. Universidad Autónoma Metropolitana, Universidad Nacional Autónoma de México (Coordinación de Difusión Cultural). México, La Oca Editores, S.A. de C.V. Redacta, S.A.

  Unesco. Consulta de expertos sobre "los aportes culturales de los emigrantes a América Latina y el Caribe desde comienzos del siglo XIX" celebrada en Panamá del 19 al 23 de noviembre de 1979. (Unesco, CC-79/Conf. 619/7). Citado en; . Ainsa, Fernando. (1982) "Tierra prometida, emigración y exilio" en Diógenes. Revista Internacional de Ciencias Humanas. No.119. Otoño. México, Coordinación de Humanidades. Universidad Nacional Autónoma de México.. p.61.
    .- El título de este trabajo está tomado de unas palabras de bienvenida que pronunciara un colega y amigo, Alejandro Salamonovitz, con motivo de la inauguración de los trabajos del Dr. René Kaës en México, en el mes de mayo de 1996. Si bién no se trata, como es evidente, de una frase referida al tema que nos ocupa, su contenido e implicaciones tienen una profunda y vigorosa resonancia en éste, por lo que las tomamos prestadas para hacer de ellas motivo de nuestra reflexión, tratando de ejercitar, al mismo tiempo, algunas reflexiones que, por cierto, son producto, tanto de la lectura y discusión de una parte de la obra del propio Dr. Kaës, en un seminario conjunto con otros colegas, como de lo que me motivaron sus intervenciones durante su visita.

.- Sánchez Vázquez, A. "Fin del exilio y exilio sin fin". En: Sinaia. Diario de la primera expedición de republicanos españoles a México. Edición Facsimilar. Presentación y epílogo de Adolfo Sánchez Vázquez. Universidad Autónoma Metropolitana, Universidad Nacional Autónoma de México (Coordinación de Difusión Cultural). La Oca Editores, S.A. de C.V. Redacta, S.A. México, 1989. p.147.

.- Freud, S. Psicología de las masas y análisis del Yo. Obras Completas Vol. XVIII. p.67.

.-Nos referimos al propio Adolfo Sánchez Vázquez. Ibidem, p.146. El guión que separa la palabra es mio y tiene el propósito de hacer más enfático el doble sentido en el que puede escucharse el término.

.- El analista o terapeuta, incluidos.

.- Ainsa, Fernando. "Tierra prometida, emigración y exilio" en Diógenes. Revista Internacional de Ciencias Humanas. No.119. Otoño. Coordinación de Humanidades. Universidad Nacional Autónoma de México. 1982. p.61. Las cursivas son mias.

7.- Freud, S. "Moisés y la religión monoteista". O.C. Amorrortu Eds. Vol. XXIII, p. 87.

.- Kaës, René. "Ruptures Catastrophiques et travail de la Memoire. Notes pour une recherche". En: J. Puget- R. Kaës- L. Ricón- J. Braun- M. I. Palento- S. Amati- M. Ulriksen- Vignar- V. Galli. Violence D'état et Psychanalyse,Dunod, Bordás, Paris, 1989.

.- Como en cualquier otro caso, consideramos que la estructuración psíquica no es un proceso cuyos resultados se han cristalizado, de una vez y para siempre en las primeras experiencias, y aunque haya casos, muy especiales por cierto, en los que esto es así, al menos de acuerdo con lo que hasta hoy hemos podido dilucidar, por ejemplo, al respecto de algunas psicosis, ello no nos autoriza a tomarlo como norma. Por el contrario, sostenemos que éste es un proceso permanente, en tanto consideramos los procesos psíquicos fundamentalmente apuntalados en las estructuras y procesos sociales. Desde luego no es esta la ocasión de argumentar y discutir todas las implicaciones de esta toma de postura. Remitimos a los interesados a consultar la obra de Castoriadis ya citada y las investigaciones de René Kaës, en particular El grupo y el sujeto del grupo, publicado por la editorial Amorrortu en 1995, en las que encontrarán profundas y detalladas exposiciones de los desarrollos teóricos que, para el Psicoanálisis, implica éste apuntalamiento de lo psíquico en lo social.

.- Castoriadis, C. El Psicoanálisis. Proyecto y elucidación, Ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 1992. p.115.

.- Unesco. Consulta de expertos sobre "los aportes culturales de los emigrantes a América Latina y el Caribe desde comienzos del siglo XIX" celebrada en Panamá del 19 al 23 de noviembre de 1979. (Unesco, CC-79/Conf. 619/7). Citado por Fernando Ainsa, op. cit. p.63.

.- Freud, S. "El tabú de la virginidad". Obras Completas. Amorrortu. Vol. 11. p.195. En esta obra, Freud citando a Crawley dice que "cada individuo se separa de los demás mediante un Taboo of personal isolation (Tabú de aislamiento personal), y que justamente en sus pequeñas diferencias, no obstante su semejanza en todo el resto, se fundamentan los sentimientos de ajenidad y hostilidad entre ellos".

.- Ibidem. p. 195.

.- Freud, S. "El malestar en la cultura". Obras Completas. Amorrortu. Vol.XXI. p.111.

.- Abellán, José Luis. "José Gaos (1900-1969). ¿Cómo se adapta un filósofo a la sociedad mexicana?". Conferencia pronunciada el 22 de abril de 1993 dentro del ciclo "Españoles en América", organizado por la Fundación Españoles en el Mundo y editada por ésta fundación en 1993. p.12.

.- Oliva de Coll, Josefina. Terra ignota. La geografía de América Latina a través de cronistas de los siglos XVI y XVII, Ed. Trillas. México, 1986. p.13.

.- No se trata, por cierto, de un mero cambio de términos referidos a lo mismo. Mientras que el término identidad, tal y como se ha venido usando, se refiere a la permanencia de ciertos rasgos o características, el de continuidad admite alteraciones y cambios, puestos en la perspectiva y proyección histórica personal. De este modo, el sujeto se identifica consigo mismo, no por lo que de él permanece en la manera de rasgos o características que puede, o no, compartir con otros, sean éstas físicas o culturales, sino por el reconocimiento de su implicación en los cambios que, en su historia personal, dieron pauta a esos rasgos y características.



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