Manuel Acuña en su paso por la Escuela de Medicina

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Susana Oscoy Rodríguez

Resumen

"En el viejo y majestuoso edificio de Santo Domingo, ennoblecido por el tiempo y por la Historia, se evocan épocas lejanas. Ese edificio nos recuerda a Manuel Acuña, el infortunado y romántico poeta que cantara a Rosario. Juan de Dios Peza, uno de sus íntimos amigos, nos ha dejado su descripción, la cual concuerda con los retratos que se conservan de él: "Lo recuerdo como si lo viera en la víspera de su fin trágico: delgado de textura, con la frente limpia y tersa, sobre la cual se alzaba rebelde el obscuro cabello echado hacia atrás y que parecía no tener otro peine que la mano indolente que solía mesarlo, cejas arqueadas, espesas y negras; ojos grandes y salientes como si se escaparan de las órbitas; nariz pequeña y afilada; boca chica, de labio inferior grueso y caído, ornada por un bigote recortado en los extremos; barba aguzada y con hoyuelos; siempre vestido con levita obscura de largos faldones, rápido en el andar y algo dificultoso en su palabra ... Triste en el fondo, pero jovial y punzante en sus frases, sensible como un niño y leal como un caballero antiguo; le atormentaban los dolores ajenos y nadie era más activo que él para visitar y atender al amigo enfermo y pobre". "

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